Saturday, August 15, 2015

El gran reformador. francisco, retrato de un papa radical



LIBROS Publicación impresa | Año: 2015 | Número: 2414

Autor: Bosca, Roberto


Reseña de El gran reformador. Francisco, retrato de un papa radical, de Austen Ivereigh (Buenos Aires, 2015, Ediciones B).

Cualquier lector avisado podría preguntarse legítimamente -mientras se despliega ante su vista una literatura verdaderamente oceánica- si merece la pena escribir una nueva biografía del Papa. ¿No estará ya agotado el tema? En todo caso, ¿no será prudente esperar el término del pontificado? Habrá que auscultar las preferencias del consumidor, responderán sin hesitar los editores.
Para contestar estas preguntas, sin desmedro de una valiosa ponderación de esa frondosidad, habría que empezar por aclarar que las hasta ahora escritas son apuntes o semblanzas biográficas, más que rigurosos trabajos científicos de investigación histórica o verdaderas biografías. Dicha producción aparece a menudo surcada por un variopinto anecdotario que no desmerece por ello su valoración -al contrario, la enriquece- pero que en ocasiones deja sin ahondar dimensiones acaso más profundas. Se extraña a menudo un anclaje antropológico más auténticamente existencial, incluso más teológico.
Por eso cabe concluir que a lo mejor lo más importante de Francisco todavía no se ha escrito, y hasta puede suceder que transcurran muchos años antes de que ello ocurra, sencillamente porque, como todos sabemos, sólo el tiempo brinda la verdadera dimensión de las cosas y de los hombres.
Quizás en este punto reside la justificación de la nueva obra: aun cuando la perspectiva histórica todavía no permita trazar un cuadro definitivo, que por otra parte siempre admitirá nuevas relecturas, el aporte del investigador británico (además de viejo amigo y consultor de CRITERIO) consiste en que esta vez sí se trata de una auténtica biografía (para situar una referencia significativa, del porte de la de Karol Wojtyla escrita por George Weigel), y como tal alberga diversos niveles que enmarcan la personalidad del personaje. Es precisamente esta polifonía la que le confiere su singular riqueza.
Conviven así en el texto diversos lugares que se conjugan armoniosamente, en primer lugar la Societas Jesu y la Iglesia, ambas en una perspectiva urbi et orbi, pero también el escenario del mundo (la familia, el trabajo, la cultura, las amistades, la ciudad) considerado en su propia secularidad. Lo importante no es sólo que estos lugares estén presentes (porque también lo están en otras bibliografías) sino lo que ellos nos dicen a partir de la mirada del autor, y ésta es la labor donde justamente el historiador nos entrega lo más jugoso de su oficio.


Es decir que hay en Ivereigh por ejemplo no sólo una comprensión de la espiritualidad jesuita (ciertamente tan preñada de mitos y objeto de preconceptos) lo que le permite una descripción más pura de la realidad personal y social, sino que se percibe también en él incluso una peculiar penetración en la propia psicología del biografiado. Para comprender a una persona, y más al propio personaje en cuestión, tan singular en este caso, no se puede prescindir de todo ello, en primer lugar, para empezar, de su estampa humana absolutamente porteña, una porteñidad tan asumida como lo fue la polonidad del polaco Wojtyla, en ambos casos articuladas en una misma catolicidad.
Lo dicho permite concluir que en definitiva, lo que quizás más le da el tono justo a la obra consiste no tanto en un conocimiento del hombre y su circunstancia, que Ivereigh además posee, sino sobre todo en exhibir una visión auténtica, objetiva y profunda de las personas y de la vida de la Iglesia. Y esto, de modo particular cuando se trata de realidades que están más arriba que los tejados, no se consigue solamente estudiando un objeto como un entomólogo describe un insecto, sino con una mirada que permite ver más adentro de las cosas. 
Esta cualidad la posee el autor en un punto que supera una ajenidad tan perturbadora como viejos y nuevos subjetivismos y aun la tendencia apologética que hoy a lo mejor hasta nos hacen sonreír, pero que cierto rictus academicista no ha podido superar. En este justo medio virtus está situado el biógrafo y eso explica precisamente que el resultado alcanzado sea virtuoso.
Hay un cierto consenso entre los amantes de la historia argentina, incluso de algo tan singular como lo es el peronismo, que algunos de los mejores trabajos sobre ella han sido escritos por extranjeros, como testimonian los casos de Robert Potash y Joseph Page, incluso de Raanan Rein, entre otros. Creo sinceramente que podría aplicarse esta regla al caso del historiador británico Austen Ivereigh, quien hace dos décadas había abierto el fuego con Catholicism and Politics in Argentina, 1810-1960 (St. Martin Press, NY, 1995), lamentablemente aun no traducida, donde ya se deja ver una sólida formación intelectual, pero donde también asoman las virtudes apuntadas.


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