Saturday, December 12, 2020

Jesuitas se adhieren al Pacto Educativo Global. Romper lógica de la indi...

Los jesuitas: los milicianos intelectuales de la Iglesia



Fuente: María Canora.
9 agosto, 2020
María Canora
@MariaCanora


La Compañía de Jesús es una de las órdenes religiosas más influyentes de la Iglesia católica. Siempre objeto de controversia y conflicto, desde sus orígenes los jesuitas han estado a la vanguardia del catolicismo como verdaderos agentes políticos e intelectuales. En otros tiempos la orden fue la oveja negra de la Iglesia, fue expulsada de muchos países en varias ocasiones y llegó a ser disuelta, pero hoy tiene el orgullo de estar representada en lo más alto: el papa Francisco es jesuita.


Dentro de la Iglesia Católica existen múltiples corrientes, órdenes y congregaciones que viven su fe y se expresan espiritual y políticamente de formas diversas. Varias de estas órdenes han destacado a lo largo de la historia, ya fuera por su poder e influencia, sus costumbres o sus ideas. Pero existe una especialmente controvertida, amada y odiada a partes iguales, que ha resultado decisiva en la evolución de la Iglesia: la Compañía de Jesús, los jesuitas.


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Agentes sospechosos para la Inquisición, pioneros evangelizadores en Asia y Latinoamérica, milicianos del Papa y castigados por él, intelectuales y científicos, confesores de príncipes, educadores de élites, obreros del pueblo y defensores de migrantes. Los jesuitas han encarnado un cristianismo de múltiples caras a las que desde el año 2013 se le añade una más: la dignidad papal. El papa Francisco, jesuita argentino, está imprimiendo un cambio radical en la Iglesia. Y entenderlo requiere mirar hacia atrás. Quinientos años atrás, concretamente.
Orígenes

La Compañía de Jesús fue fundada en 1534 por el militar español Ignacio de Loyola tras ser herido en batalla y experimentar una reconversión a la fe. Junto a tres compañeros estudiantes de filosofía en París, Loyola desarrolló una espiritualidad moderna de inspiración renacentista que en sus primeros años le valió la desconfianza de la Inquisición. Sin embargo, fue precisamente este carácter moderno y su voluntad de obediencia absoluta a la jerarquía eclesiástica lo que hizo que el papa Pablo III reconociera a la Compañía en 1540 en un contexto de profunda inestabilidad en el cristianismo: el movimiento reformista liderado por Martín Lutero amenazaba la unidad de la hasta entonces todopoderosa Iglesia romana.

Entre otras críticas a la doctrina católica, Lutero negaba la jurisdicción del Papa sobre toda la cristiandad. Esta tensión acabó provocando un cisma en la Iglesia, de la que nacieron numerosas iglesias protestantes. Como respuesta, la Iglesia de Roma inició un proceso de renovación conocido como Contrarreforma, en la que la Compañía de Jesús fue un instrumento fundamental. Los jesuitas destacaron en el Concilio de Trento —convocado como respuesta a la Reforma luterana— por su intelectualidad, combatiendo el movimiento protestante desde la teología. Por otro lado, la Compañía de Jesús consagró su fidelidad al Papa añadiendo un cuarto voto de obediencia absoluta al sumo pontífice a los habituales de pobreza, obediencia y castidad, comunes a todas las órdenes católicas. Los jesuitas se transformaron así en los milicianos del santo padre, reafirmando su autoridad frente a la Reforma y las continuas limitaciones que le imponían las monarquías católicas de España y Francia. 


Tras la Reforma el cristianismo occidental se escindió en varias corrientes protestantes, lo que supuso un duro golpe para la autoridad papal.

La Compañía pronto comenzó a aumentar. A su cabeza se situó el padre general, elegido con carácter vitalicio por la Congregación General, máximo órgano de gobierno de la orden, que únicamente se convocaba para tomar decisiones de gran trascendencia. Además, la Compañía se diferenció de otras órdenes religiosas por la larga formación intelectual que tenían que superar sus novicios, que estudiaban filosofía, teología, artes, ciencias y política durante unos siete años.
Educación y misiones

Durante los siglos XVI y XVII los jesuitas se expandieron por Europa, Asia y América con vocación educativa, evangelizadora y misionera. En Europa fundaron cientos de seminarios, colegios y universidades que rápidamente adquirieron gran prestigio. Su sólida preparación teológica y cultural les permitió ascender a posiciones de importancia en el clero y a los consejos de reyes y príncipes, conquistando privilegios especiales y un alto grado de independencia dentro de la jerarquía católica.

Su ambición evangelizadora también los llevó a Asia y Latinoamérica en el contexto de la expansión y colonización española, cuando los jesuitas actuaron como agentes del cristianismo en las actuales India, Japón, China, Filipinas, Brasil, Paraguay, Perú o México. Pronto destacaron por su peculiar manera de evangelizar a los paganos. Al contrario que otras órdenes religiosas que imponían el modo de vida y la religión europea por la fuerza, los jesuitas abordaron su misión desde una perspectiva más antropológica. Su método, conocido como “inculturación”, consistía en sumergirse en la cultura local, aprender su lengua, estudiar sus costumbres e integrarse en su sociedad para después establecer un diálogo religioso con el objetivo de conseguir la conversión al cristianismo de la población nativa. Su defensa de la adaptación del culto cristiano a la cultura local —con la celebración de la misa en chino, cantos litúrgicos en guaraní o indumentaria budista— les hizo ser muy criticados dentro de algunos sectores de la Iglesia. 


El jesuita Matteo Ricci con Xu Guangqi, burócrata chino de la dinastía Ming, en una publicación china de 1607. Fuente: Wikimedia


Los siglos XVII y XVIII fueron un periodo de expansión, estructuración y consolidación misionera en los territorios de ultramar, especialmente en América. La Compañía de Jesús jugó un papel clave en la colonización española, conteniendo la expansión portuguesa a lo largo de una frontera poco definida, viajando por el territorio y fundando misiones en las zonas limítrofes. El propósito de los jesuitas era aprovechar la fundación de los poblados indígenas, las “reducciones”, para construir una sociedad desde cero alejada de los males y la corrupción moral de la sociedad europea. Las reducciones jesuíticas se convirtieron en poblados comunitarios con estructuras administrativas, económicas y culturas muy avanzadas, basadas en el sincretismo religioso entre las culturas indígena y cristiana.

Sin embargo, la prosperidad e independencia de las reducciones y la beligerancia de los jesuitas contra los cazadores de esclavos y el resto de los colonizadores comenzó a generar malestar en las monarquías europeas a mediados del siglo XVIII. En 1754 los indígenas guaraníes de las misiones jesuíticas se enfrentaron a las fuerzas españolas y portuguesas con motivo del Tratado de Madrid, que redefinía la frontera entre ambas potencias e implicaba cambios en el territorio indígena. Los jesuitas fueron acusados de instigar la resistencia, no solo en las colonias, sino también en Europa. Algunos intelectuales jesuitas habían desarrollado incluso el concepto de tiranicidio, que justificaba el asesinato del rey en el caso de que este se volviese un tirano.

La creciente influencia cultural y política de los jesuitas, sus desacuerdos con los teóricos de la Ilustración y, sobre todo, su voto de obediencia al Papa hicieron que los reyes europeos les consideraran una amenaza para su despotismo ilustrado. En 1758 fueron expulsados de Portugal y sus dominios, y en 1767 de España y sus territorios de ultramar. La fuerte presión de los Gobiernos católicos hizo que el Papa Clemente XIV disolviera a la Compañía en 1773. Algunos jesuitas fueron apresados, otros optaron por convertirse al clero secular. Sin embargo, unos pocos cientos se refugiaron en Rusia, aceptando la oferta de asilo de la zarina Catalina la Grande, que se negó a promulgar el edicto de supresión emitido por el Papa.


La Compañía de Jesús no fue restituida hasta 41 años más tarde, en 1814. La ideología liberal y anticlerical nacida en la Revolución francesa y consolidada en las guerras de independencia hispanoamericanas amenazaba el poder de la Iglesia y las monarquías europeas. En su lucha por defender el Antiguo Régimen, el Papado devolvió a la vida a su milicia, aunque eso no significa que la Compañía fuera bien recibida. Durante el siglo XIX los jesuitas fueron expulsados de los territorios donde se produjeron revoluciones liberales tanto en Europa como en Latinoamérica: en 1834 de Portugal, en 1848 de Austria, en 1850 de Colombia o en 1852 de Ecuador, entre otros. Pese a todo, la Compañía siguió creciendo en número e influencia a través de su labor educativa y misionera gracias a su cercanía con las élites conservadoras.
Nacer de nuevo: el aggiornamiento

La devastadora desigualdad social y económica consecuencia de la Revolución Industrial hizo que paulatinamente la Compañía de Jesús cuestionara su forma de relacionarse con el mundo. Los intelectuales jesuitas abordaron la cuestión obrera y desarrollaron el concepto de “justicia social”, sentando las bases para la futura doctrina social de la Iglesia. En el contexto de las graves convulsiones políticas a principios del siglo XX y las dos guerras mundiales, los jesuitas mantuvieron una relación ambivalente con los fascismos europeos. Cada vez más cercanos al pueblo y críticos con el poder, la Compañía se puso de lado de la resistencia contra los nazis. En España, tras ser readmitidos por Franco —pues habían sido nuevamente expulsados por el Gobierno izquierdista de la Segunda República—, los jesuitas se unieron al movimiento obrero y sindical, dándole la espalda a la Iglesia católica, que colaboraba con el régimen franquista, y abriendo una brecha con la Santa Sede.

A finales de los años sesenta se evidenció la crisis interna que se vivía en la Iglesia católica. Con el objetivo de renovarla y abrirse al mundo, el papa Juan XXIII convocó en 1962 el Concilio Vaticano II, que reunió a los obispos para debatir y tomar decisiones que diesen respuesta al deseo de aggiornamiento (‘actualización’, en italiano) de las bases cristianas. La polarización política de los obispos complicó los acuerdos, aunque en última instancia triunfó el bando progresista: se promulgó un decreto sobre el derecho de las personas a la libertad religiosa, se abandonó el latín como lengua oficial de culto, acercando la liturgia a las personas, y se declaró la opción preferencial por los pobres y la defensa de los marginados. El Concilio Vaticano II marcó un punto de inflexión en el catolicismo. Y fruto de estos debates surgió en América Latina una nueva corriente cristiana marxista: la Teología de la Liberación, que se posicionó en contra de las dictaduras militares y a favor de los movimientos políticos populares de liberación de los años sesenta, setenta y ochenta.


Inauguración del Concilio Vaticano II en la basílica de San Pedro en 1962. Fuente: Wikimedia

En este contexto, la Compañía de Jesús sufrió una rápida refundación. Encomendados por el papa, los jesuitas se volcaron en el aggiornamiento apoyando a las comunidades eclesiales de base en Latinoamérica y defendiendo la justicia social. Esto significó la apoteosis de la orden, que a mediados de los sesenta llegó a tener más de 36.000 miembros repartidos por el mundo. En este marco es elegido como padre superior el jesuita vasco Pedro Arrupe, que profundizó aún más en el giro progresista de la Compañía, afirmando que existía un vínculo inseparable entre la fe y la promoción de la justicia. En esos años los jesuitas se opusieron a las dictaduras en Argentina, Chile, Colombia, Nicaragua, Honduras y El Salvador, llegando a participar incluso en los movimientos revolucionarios guerrilleros.

La llegada al poder del papa polaco Juan Pablo II en 1978 alteró radicalmente la relación de la Santa Sede con la Compañía. Juan Pablo II, feroz anticomunista, dio un giro a la visión geopolítica del Vaticano, que en plena Guerra Fría se posicionó junto a Estados Unidos en contra de la URSS e incluso fue acusado de colaborar con la CIA. Las tendencias marxistas de los jesuitas y su compromiso con la Teología de la Liberación en Centroamérica les granjeó graves tensiones con el sumo pontífice. El padre Arrupe luchó por conciliar la beligerancia jesuita con el voto de obediencia al papa hasta 1981, cuando sufrió una embolia que le incapacitó. El papa aprovechó el momento de debilidad de la Compañía: intervino en el proceso de elección del nuevo padre general y nombró unilateralmente al anciano jesuita conservador Paolo Dezza como delegado personal, dándole plenos poderes en la orden. Los jesuitas reaccionaron con gran indignación, pero aceptaron con obediencia la decisión papal.

No fue hasta dos años después que el papa permitió convocar nuevas elecciones en el seno de la Compañía. La Congregación General eligió al padre Kolvenbach, un sacerdote neerlandés de perfil bajo, alejado de la Teología de la Liberación y que había vivido hasta entonces en Oriente Próximo. Su misión, cicatrizar las heridas con la Santa Sede, no dio demasiado resultado, pero Kolvenbach lideró la orden durante algo más de dos décadas con prudencia y discreción, evitando nuevos enfrentamientos con la jerarquía eclesiástica. El número de nuevos miembros disminuyó significativamente.


La muerte de Juan Pablo II en 2005 no cambió en un inicio la línea política trazada por el Vaticano. Su sucesor, el alemán Benedicto XVI, también conservador, no profesaba gran simpatía por los jesuitas. No extraña así que la elección de un nuevo padre superior jesuita en la línea de Arrupe en 2008, tras la retirada de Kolvenvach, molestara mucho al Papado, y se llegó a rumorear que la Compañía iba a ser intervenida una vez más.
Un jesuita en la Santa Sede

En febrero de 2013 sucedió un hecho histórico: el papa Benedicto XVI renunció al pontificado alegando falta de fuerzas. Los últimos años no habían sido fáciles en la Santa Sede: los escándalos de pederastia y las filtraciones de documentos secretos que involucraban al Vaticano en casos de corrupción parecían haber extenuado al santo padre. Con todo, lo que sucedió a continuación era aún más improbable. Tan solo veinticinco años tras la intervención papal en la Compañía y doscientos años después de su disolución, el cónclave eligió al primer papa jesuita de la historia: el obispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, en lo sucesivo papa Francisco. Además, Francisco también sería el primer no europeo en más de 1200 años.

Fueron muchas las voces que dijeron que esta elección respondía a un cambio cosmético de la Iglesia orientado a contener la crisis de credibilidad a que se enfrentaba el Vaticano, o incluso un giro puramente estratégico para frenar la sangría de creyentes católicos frente a la Iglesia evangélica en América Latina. Sin embargo, Francisco demostró en poco tiempo su disposición a acometer reformas que devolvieran la fuerza al espíritu del Concilio Vaticano II, atendiendo tanto al interior como al exterior de la Iglesia y a nivel estructural, doctrinal y político.


El alto nivel de despilfarro, unido al déficit estructural del Vaticano y la falta de transparencia en sus cuentas, hicieron que el papa reformara la Curia Romana y lanzara una profunda reestructuración económica y financiera de la Santa Sede. En el ámbito político, Francisco ha seguido una marcada línea progresista haciendo una férrea defensa de los migrantes y el medio ambiente, y enfrentándose abiertamente con partidos de ultraderecha europeos como el italiano Liga o el español VOX por sus posicionamientos xenófobos y racistas. Sin embargo, a nivel doctrinal el papa se ha mostrado tibio en temas sobre los que existía una gran expectativa, como el papel de la mujer dentro de la Iglesia, la homosexualidad, el divorcio y el celibato de los sacerdotes.

Sin duda, abordar estos temas en el seno de la Iglesia no es tarea fácil. Los sectores más rigoristas se han opuesto completamente a la corriente aperturista de Francisco, y el papa parece haber optado por evitar el enfrentamiento directo y mantener un perfil bajo mientras se asegura apoyos. En octubre de 2019, Francisco nombró a trece nuevos cardenales, cada uno de un país diferente y pertenecientes a ocho congregaciones distintas, tres de ellos jesuitas. Estos nombramientos han culminado la renovación del colegio cardenalicio, órgano que brinda asesoría al sumo pontífice y que elige al nuevo papa en caso de fallecimiento o renuncia. La llegada de los nuevos cardenales ha dado a Francisco mayoría absoluta en el cónclave, lo que afianza sus reformas, asegura que su sucesor continúe su línea progresista y le resta poder a los cardenales europeos en la dirección del cristianismo, una religión global.
El futuro de la Compañía

Tras muchas décadas de enfrentamiento con el Papado, la Compañía de Jesús disfruta ahora del beneplácito de la más alta autoridad de la Iglesia, lo que ha supuesto un impulso a sus actividades. Pese a todo, los tiempos han cambiado: la Compañía sigue siendo una de las órdenes católicas más numerosas e influyentes del mundo, pero está muy lejos de contar con los 36.000 milicianos de su época dorada. Según el último censo, de 2013, la Compañía de Jesús está integrada por algo más de 17.000 jesuitas. El acelerado descenso de las vocaciones y el envejecimiento de sus miembros no son fáciles de resolver, aunque esos problemas sean compartidos en general por todas las órdenes religiosas. En España, cuna de la Compañía, los seminarios cierran poco a poco por la falta de novicios.


A pesar de todo, los jesuitas no renuncian a mantenerse en la vanguardia del mundo cristiano. La Teología de la Liberación no está hoy en el centro del debate religioso, pero las desigualdades sociales que dieron lugar a su nacimiento se han agravado. La capacidad de adaptación a los nuevos tiempos de los jesuitas les permite continuar su trabajo educativo y de cooperación internacional, creando redes y apoyándose cada vez más en personal laico. Con más de 4.000 centros educativos, doscientas universidades, más de trescientas ONG y decenas de editoriales, emisoras de radio y think tanks por todo el mundo, la milicia de san Ignacio de Loyola todavía es una fuerza política beligerante que seguirá teniendo un papel fundamental en una Iglesia cada vez más dividida.




Thursday, November 26, 2020

La Historia Secreta de los Jesuitas


LEY DOMINICAL

Publicado el noviembre 26, 2020 por Freddy Silvia




Bibliografía. Autor, Edmond París, revela la penetración e infiltración de los jesuitas en los gobiernos y en las naciones del mundo; esto se hizo con el fin de manipular el curso de la historia, estableciendo dictaduras y debilitando democracias como la de los Estados Unidos de América, abriendo el camino para la anarquía social, política, moral, militar, educativa y religiosa.

Edmond Paris, nació en la capital de Francia en una familia católica de estudiosos. Al venir de un trasfondo religioso, él estaba muy interesado en cuestiones filosóficas, religiosas y sociales desde su infancia.

Después de salir de La Sorbona, donde él era un estudiante, completó sus estudios en diversas partes del mundo, como Roma, Ginebra, Salamanca, y Montreal. Después de haber viajado mucho y ser devoto creyente de estar en estrecho contacto con la verdad y la realidad, fue por lo tanto capaz de comparar lo que había aprendido con lo que vio físicamente.

Desde Europa escuchamos una voz del mundo secular que documenta, históricamente, la misma información que nos fue dada por ex sacerdotes. Edmond Paris expone con valentía la intervención del Vaticano en la política y en las intrigas mundiales, además de fomentar guerras a través de la historia. Se ve, sin duda alguna, que la institución católica romana no es una iglesia cristiana y jamás lo fue.




Saturday, November 21, 2020

Francisco felicita al Servicio Jesuita a Refugiados...


Francisco felicita al Servicio Jesuita a Refugiados por sus 40 años de trabajo


"Su testimonio del amor de Dios en el servicio a los refugiados y migrantes es también fundamental para construir una cultura del encuentro que es la única que sienta las bases de una solidaridad genuina y duradera para el bien de la familia humana", escribe Francisco en una carta enviada al Reverendo Thomas H. Smolich SJ, Director Internacional del Servicio Jesuita a Refugiados, al cumplirse 40 años de esta incansable labor misionera presente en todo el mundo.



Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano

El 14 de noviembre es una fecha especial para la Compañía de Jesús ya que marca el día en el que el padre Pedro Arrupe SJ fundó el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS por sus siglas en inglés) en 1980.

40 años después este proyecto continúa promoviendo su ministerio de acompañar a nuestros hermanos refugiados de todo el mundo.
La carta de Francisco

Para celebrar este aniversario, el Papa Francisco envió una carta al Reverendo Thomas H. Smolich SJ, Director Internacional del Servicio Jesuita a Refugiados, en la que felicita por su labor al Centro Astalli en Roma y expresa su gratitud con todo el personal y voluntarios del JRS que están presente en tantos países.

"Mis pensamientos van especialmente dirigidos a tantos hombres, mujeres y niños que se dirigen al JRS para buscar refugio y asistencia. Sepan que el Papa está cerca de ellos y de sus familias y que los recuerda en sus oraciones", escribe Francisco haciendo hincapié en que continúa rezando por esta labor misionera, mientras el impulso jesuita se renueva y se compromete cada vez más, poniéndose al servicio de las diversas necesidades de los refugiados y desplazados:

“Rezo para que todos ustedes sean capaces de extraer el estímulo, la sabiduría de la visión y el ejemplo de su fundador. Frente a los sufrimientos de los que huyeron de su tierra en busca de salvación por la guerra de Vietnam, el padre Arrupe convirtió su consternación en una atención profundamente práctica para su bienestar físico, psicológico y espiritual. Este deseo íntimamente cristiano e ignaciano de cuidar el bienestar de todos aquellos que se encuentran en un estado de profunda desesperación ha inspirado y guiado el trabajo del JRS en estos 40 años, desde sus inicios con los «Boat People» (refugiados que huían en botes después de la guerra de Vietnam a principios de la década de 1980), hasta el día de hoy, con la pandemia del coronavirus que ha dejado claro que toda la familia humana está «en la misma barca», enfrentando desafíos económicos y sociales sin precedentes”

Asimismo, en su carta, el Santo Padre afirma que demasiadas personas en el mundo actual se ven obligadas a migrar, "a aferrarse a las embarcaciones precarias y gomones en un intento de buscar refugio de los virus de la injusticia, la violencia y la guerra".

Es por ello que el Pontífice recuerda, que a la luz de estas graves desigualdades, el JRS tiene un papel crucial para hacer conocer y sensibilizar a la opinión pública sobre la realidad de los refugiados y los desplazados:

“Su tarea vital es extender la mano de la amistad a los que están solos, separados de sus familias, o abandonados, acompañándolos y ampliando sus voces, y sobre todo asegurando que tengan la oportunidad de crecer a través de su educación y desarrollo. Su testimonio del amor de Dios en el servicio a los refugiados y migrantes es también fundamental para construir una cultura del encuentro que es la única que sienta las bases de una solidaridad genuina y duradera para el bien de la familia humana”

Finalmente, el Papa asegura que mirando al futuro, confía en que ningún contratiempo o desafío, personal o institucional, podrá distraer o desanimar la respuesta generosa del JRS, "al urgente llamado a promover la cultura de la cercanía y del encuentro a través de la firme defensa de los derechos de quienes ustedes acompañan cada día".

“Con estos sentimientos, renuevo mis más profundas felicitaciones por su trabajo, y les pido que me recuerden en sus oraciones. Confío a todos aquellos vinculados al apostolado del JRS, a la amorosa intercesión de María, Madre de la Esperanza y Consuelo de los Migrantes, y con gusto les imparto mi bendición apostólica como una promesa de alegría y paz en Cristo Nuestro Señor”
El Centro Astalli agradece las palabras del Papa

Por su parte, el Centro Astalli ha agradecido las palabras del Santo Padre Francisco a través de un comunicado publicado por su presidente, el padre Camillo Ripamonti, SJ:

"El Santo Padre nos llama una vez más a nuestras responsabilidades, a nuestra humanidad. La pandemia no debe distraernos de esto. La última de las víctimas de nuestra indiferencia es un niño de seis meses. Opongámonos a la lógica de Caín y exijamos a quienes desempeñan funciones institucionales que estén a la altura de la tarea que se les ha encomendado: garantizar el respeto de la dignidad y los derechos de todos los seres humanos", expresa el padre Ripamonti.

"Dejar morir, sin hacer nada, a quienes intentan alcanzar un lugar seguro en el mundo, es el fruto amargo de la lógica de la indiferencia y la cultura del descarte de la que nos advierte el Papa Francisco. Que los hombres y mujeres de todas las creencias reaccionen y detengan la carnicería".

El sacerdote jesuita concluye indicando que celebrar 40 años, "es renovar nuestro compromiso diario al lado de los refugiados con la conciencia de que estamos al lado de los justos".




Sunday, November 15, 2020

Un jesuita bien cerca del poder






El cura Rodrigo Zarazaga, un hombre cercano al ministro Guzmán y a los empresarios. Imagen: Bernardino Avila
Imagen: Bernardino Avila
PortadaEl país

Quién es el cura Rodrigo Zarazaga

Cientista político, investigador del CONICET y Director del Centro de Investigación y Acción Social se mueve como pez en el agua en el mundo de la política y de los empresarios más poderosos del país, y por su amistad con Martín Guzmán facilita la relación del ministro con los CEOS de la Asociación Empresaria Argentina.



Por Washington Uranga
09 de noviembre de 2020

El nombre del sacerdote católico Rodrigo Zarazaga no es desconocido para el mundo empresario con el que mantiene aceitadas relaciones. En marzo pasado el cura fue el vocero ante Alberto Fernández de la iniciativa #SeamosUno, una propuesta que reunió a dirigentes de empresas y comunidades religiosas, con la finalidad de recaudar donaciones por mil millones de pesos destinados a alimentos para familias afectadas por la crisis económica y la pandemia de la covid-19. Pero no este el único contacto del religioso con las esferas de poder. Se lo conoce como una persona cercana al ministro de Economía y el facilitador de los diálogos que Martín Guzmán celebró –uno de ellos la semana anterior- con los principales referentes de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la entidad en la que pisan fuerte Techint, Arcor y el Grupo Clarín, entre otros. Antes, en marzo, la misma escena se había concretado con similares interlocutores y entonces el tema fue la renegociación de la deuda externa y las consecuencias económicas de la pandemia. Ahora se habló sobre el futuro económico del país, las iniciativas del gobierno, la postura de los empresarios y su eventual colaboración en la coyuntura

Como religioso Rodrigo es miembro de la Compañía de Jesús, más conocida como los jesuitas, la misma congregación a la que pertenece Jorge Bergoglio, el papa Francisco. De familia católica -su hermano Gonzalo también es sacerdote jesuita y teólogo- Zarazaga es doctor en Ciencias Políticas por la University of California y cursó un post doctorado en la University of Notre Dame. Quienes conocen la vida de “la compañía” aseguran que entre ambos jesuitas, Bergoglio y Zarazaga, no había una relación demasiado estrecha cuando los dos vivían en Argentina. “Respeto y distancia” describió otro cura señalando que Zarazaga ha sido crítico de la gestión del hoy Papa cuando le tocó conducir a los jesuitas en la Argentina. En la Pastoral Social porteña se lo suele mirar con recelo porque, aseguran, “siempre se corta solo”.

El sacerdote dirige desde 2011 el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) el think tank de los jesuitas en Argentina. A pesar de la discreción con la que suele moverse, este hombre que el próximo 3 de diciembre cumplirá 59 años y que también es Magister en Ciencias Políticas por la Universidad Nacional San Martín (2003), es muy reconocido en los ámbitos empresarios y mantiene frecuentes diálogos con personalidades del mundo de los negocios y de la vida política. Como parte de su formación religiosa el cura es licenciado en Filosofía y Teología y Magister en Ciencias Sagradas, todos títulos obtenidos en la Universidad de El Salvador. Es fundador y presidente de la Escuela de Liderazgo Político del CIAS, institución que funciona en la sede de la calle Callao en Capital Federal, y donde suelen coincidir hombres y mujeres con influencia en la vida política y económica de la Argentina.

Zarazaga y Guzmán se conocieron en Estados Unidos, cuando ambos cursaban estudios en el país del norte. Aunque el hoy ministro estudió en Columbia y el cura en Berkeley los encargados de hacer el puente entra ambos fueron Pablo Salinas y Rodrigo Ruete, personas cercanas a Guzmán y también vinculados a Zarazaga a través del CIAS. Ruete, politólogo como el jesuita, estudió en la Universidad Católica, fue secretario general de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) entre 2009 y diciembre de 2015 y concejal de Cañuelas por el Frente para la Victoria. Hoy se desempeña como subsecretario de Relaciones Institucionales del Ministerio de Economía. Salinas es asesor del mismo ministerio.

Como investigador del CONICET el sacerdote Zarazaga se mueve en el mundo académico y allí se le reconoce conocimiento sobre la realidad del conurbano, los barrios y las situaciones de pobreza. Uno de sus profesores de teología asegura que es “quien mejor conoce la trama del conurbano”, una aseveración que otros ponen en duda y cuestionan su involucramiento real con la difícil realidad de los barrios carenciados del AMBA diciendo que es “un cura que habla de los pobres”. Entre 2012-2013 el jesuita fue co-director de la Maestría en Políticas Públicas y Gerenciamiento del Desarrollo, que lleva adelante la Universidad de San Martin en asociación con la estadounidense de Georgetown. En 2018 la fundación Konex lo distinguió con el Diploma al Mérito que se otorga a dirigentes sociales.

En octubre de 2016 el jesuita fue orador en el coloquio de IDEA en el panel de “Integración social” y sus afirmaciones no cayeron bien entre los empresarios presentes. En esa ocasión también discutió con la entonces Ministra de Desarrollo Social del macrismo, Carolina Stanley.

Rodrigo Zarazaga se entiende a sí mismo como un promotor del diálogo social, sostiene que para que la Argentina esté bien “tiene que ser buena para todos” y subraya la idea de que –como también lo dice Francisco- “estamos todos en el mismo barco y no hay salvación individual”.

Según lo consigna su propio curriculum Rodrigo Zarrazaga es autor del libro “La pobreza de un país rico” y compilador, junto a Lucas Ronconi, de “Conurbano infinito. Actores políticos y sociales, entre la presencia estatal y la ilegalidad”. Sus trabajos se centran en la investigación de problemas de redistribución, clientelismo y política electoral y sobre estos temas, desarrolla modelos formales (teoría de juegos) que capturan la interacción estratégica entre los diferentes actores políticos.

Varios de los trabajos del jesuita transitan por cuestiones relacionadas con los programas de transferencia de ingreso, vinculados con la política, el clientelismo, el trabajo y la inclusión. En el 2010 dictó una conferencia en la Universidad Torcuato Di Tella cuyo título fue “Entre la ausencia del Estado y la presencia del puntero: racionalidad política en el Conurbano Bonaerense”. En 2004 publicó “La pobreza de un país rico” en la editorial Siglo Veintiuno y en el 2014 la Corporación Andina de Fomento editó su complilación sobre “ Política latinoamericana contemporánea: desafíos y oportunidades a principios del siglo XXI”.

Sus investigaciones han sido publicadas en Latin American Politics and Society, Journal of Theoretical Politics, World Development, Desarrollo Económico, Posdata, Stromata, entre otras revistas. Sus trabajos lo han llevado también a ser profesor invitado en Georgetown University y en la Pontificia Universidad Católica de Chile.




Saturday, November 7, 2020

Hipólito Mejía destaca papel de los jesuitas en el desarrollo educativo del país

Diario Libre - 30/10/2020, 10:15 AM


Hipólito Mejía, expresidente de la República.


El expresidente Hipólito Mejía destacó el papel protagónico en la educación técnico vocacional y en la investigación científica realizado por la Compañía de Jesús desde su instalación en el país en 1934.

Durante la presentación del libro “Instituto Politécnico Loyola, sesenta y siete años después, La vida y peripecias de una escuela modelo”, el exmandatario dijo: “Hoy, sesenta y siete años después de iniciarse la vida de esta institució, la cual quiero y a la cual agradezco, me siento especialmente honrado de que se me haya brindado la oportunidad de presentar este importante libro".

Dijo que el texto fue escrito por el padre José Luis Sáez y recoge la vida y peripecias de lo que él llama. con mucha propiedad, una escuela modelo.

Afirmó que Sáez, sin lugar a dudas, es el historiador más consistente sobre la trayectoria de los jesuitas en la República Dominicana.

En efecto, sus dos volúmenes publicados entre 1988 y 1990 constituyen un referente obligatorio para entender este nuevo libro sobre el discurrir del Instituto Politécnico Loyola, dijo.

Mediante un comunicado manifestó: “El libro está dividido en seis capítulos y un apéndice documental que, juntos, permiten al lector seguir la narrativa de un proceso donde participan personas e instituciones en contextos históricos muy particulares y complejos”.

Sostuvo que el autor ha construido esa narrativa con especial destreza.

Resaltó que el punto de partida de ese relato se sitúa en el período 1951-1953.

“Es bueno recordar que el establecimiento de los jesuitas en el país se hace definitivo a partir de la misión fronteriza que, empezando en el año 1934, comenzó a configurarse en la línea noroeste, particularmente en Montecristi, Guayubín, Dajabón y Sabaneta", afirmó.

A continuación el discurso integro de Mejía:

Me siento muy contento de participar en este acto, en ocasión de presentar el contenido y la significación del libro Instituto Politécnico Loyola: 67 años después. La vida y peripecias de una escuela modelo, de la autoría del padre José Luis Sáez.

Meses atrás, tuve el privilegio de recibir la invitación para escribir la presentación de este importante libro. En esa presentación señalé algo que hoy reitero con mucha satisfacción: que mi educación en las aulas del querido Loyola ha sido determinante, tanto en mi vida personal como en mi trayectoria de hombre público.

El padre José Luis Sáez es, sin lugar a dudas, el historiador más consistente sobre la trayectoria de los jesuitas en la República Dominicana. En efecto, sus dos volúmenes sobre los jesuitas en el país, publicados entre 1988 y 1990, constituyen un referente obligatorio para entender este nuevo libro sobre el discurrir del Instituto Politécnico Loyola.

El libro que hoy presentamos está dividido en seis capítulos y un apéndice documental que, juntos, permiten al lector seguir la narrativa de un proceso donde participan personas e instituciones en contextos históricos muy particulares y complejos. Pienso que el autor ha construido esa narrativa con especial destreza.

El punto de partida de ese relato se sitúa en el período 1951-1953.

En efecto, es bueno recordar que el establecimiento de los jesuitas en el país se hace definitivo a partir de la misión fronteriza que, empezando en el año 1934, comenzó a configurarse en la línea noroeste, particularmente en Montecristi, Guayubín, Dajabón y Sabaneta.

Esa misión, como bien lo establece el padre José Luis Sáez, tenía como objetivo lograr “la nacionalización de distintas regiones fronterizas a partir del cultivo del amor a la tierra, la difusión del idioma castellano, el respeto a las autoridades constituidas legalmente, en la observación estricta de las leyes, y en la celebración de las fiestas patrias, entre otras dimensiones de lo que en esa época se entendía como la correcta identidad dominicana.

Recordemos que estamos hablando del inicio del régimen autoritario que desde el año 1930, encabezó Rafael Leónidas Trujillo Molina.

De manera, pues, que cuando los primeros jesuitas llegan a San Cristóbal, lo hacen, en gran medida, como parte de las iniciativas del gobierno dominicano a favor de la educación técnica.

Es de justicia destacar que una buena parte de esos jesuitas procedía principalmente de España y Cuba, países con un nivel de desarrollo muy superior al nuestro, en ese momento.

¿Por qué se creó el Instituto Politécnico Loyola?

El autor nos dice que ya para el año 1947, en este lugar donde nos encontramos, existía un complejo de seis edificios que estaban llamados a ser parte del Instituto Agrícola Nacional.

Por razones que el autor también explica, ese instituto nunca llegó a funcionar, pero los edificios pasaron a ser utilizados como sede de la Secretaría de Estado de Agricultura, Pecuaria y Colonización.

Es en ese contexto que, en el año 1951, el padre Luis González-Posada, propone al presidente Trujillo replicar en ese lugar el modelo de la Escuela Obrera que dirigía la Compañía de Jesús en La Habana, Cuba.

Ese es un momento crucial de la narrativa, por el hecho de que entra en el escenario una figura fundamental para entender la historia del Loyola. Me refiero, por supuesto, al padre Ángel Arias Juez, quien era el director de dicha escuela.

El padre Arias Juez, graduado de ingeniero eléctrico, había constatado en Cuba, país que a la sazón tenía un nivel de desarrollo muy destacado en América Latina, que la formación de profesionales y técnicos de alta calificación era una condición necesaria para garantizar la sostenibilidad del desarrollo de los países.

No es coincidencia, pues, que las carreras que se consideraron vitales para ser impartidas en el Loyola, en ese momento, fueran mecánica diésel, radio y televisión.

Es bueno destacar, además, que en ese pensum original no se hacía mención de la agronomía, aunque posteriormente la misma sería incorporada con un rol protagónico.

Todos esos esfuerzos, dirigidos por el padre Arias Juez, y con el apoyo directo y personal del presidente Trujillo, desembocaron en la inauguración del Instituto Politécnico Loyola el 24 de octubre de 1952, iniciando las clases el día 3 de noviembre de ese mismo año, con una matrícula de 691 estudiantes.

Como indica el autor, la visión educativa de los jesuitas fundadores del Loyola, al tiempo de procurar la rigurosa formación de técnicos altamente calificados, también enfatizaba la educación en valores trascendentes, tales como la moral, la ética, la solidaridad y el amor a Dios.

Ese propósito requirió la contratación de profesores extranjeros altamente calificados, ya que el país no contaba con recursos de ese perfil.

Es por eso que, como indica el padre Sáez, a fines de 1953 se contrataron ocho profesores, en su mayoría españoles, al tiempo que se reforzaba el personal de la escuela de agronomía con tres especialistas en las ramas de química, horticultura y veterinaria.

Es esa educación la que impactó de manera inmediata la vida de San Cristóbal y sus zonas aledañas, especialmente, porque fueron creadas las condiciones para que parte de los estudiantes residiera como internos en los dormitorios, mientras que otros podían acogerse a un régimen de semi-internado.

En adición, se estableció el transporte gratuito de estudiantes en autobuses del Loyola y se adoptó el novedoso modelo de cursos nocturnos para obreros.

Eso permitió que estudiantes de escasos recursos económicos pudieran recibir una educación técnica que, además de permitirles su movilidad social, fortaleciera el desarrollo de los sectores productivos de ese momento.

Los jesuitas tuvieron la visión de dividir la estructura académica en dos ciclos: escuelas preparatorias y escuelas técnicas. Ese modelo sirvió para que a las carreras técnicas ingresaran estudiantes bien formados.

Aunque, como vimos antes, la carrera de agronomía no formaba parte del pensum original del Loyola, para el año 1954 esa carrera empieza a convertirse en una carrera líder. A eso contribuyó, significativamente, el traspaso al politécnico de terrenos pertenecientes a la Secretaría de Estado de Agricultura.

Una persona que jugó un papel fundamental en la consolidación y expansión de la escuela agropecuaria del Loyola fue el ingeniero Andrés M. Vloebergh, de nacionalidad francesa, quien dirigió, con destacada competencia, el equipo de técnicos especialistas de esa escuela.

El resultado del esfuerzo de todas estas personas, dominicanos y extranjeros fue la celebración, el 13 de junio de 1958, de la primera graduación colectiva del Loyola.

De esos 19 egresados, siete eran peritos agrónomos, y doce, peritos industriales en las áreas de motores diésel, radio y televisión, electricidad, fundición y automovilismo.

Un dato curioso es que esa graduación colectiva estuvo precedida por la investidura, el 26 de mayo de 1956, de Gerardo Peralta Lebrón, quien se graduó en solitario, como el primer técnico industrial egresado de esta institución.

¡Para confirmar la certeza de la visión jesuita sobre este centro educativo, debemos destacar, como bien lo hace el autor, que esos graduados encontraron trabajo rápidamente, tanto en el gobierno como en empresas privadas!

Otro hecho a resaltar es que, desde esa primera graduación hasta la fecha, una parte de los egresados se ha convertido en profesores e instructores en las mismas aulas donde antes se forjaron.

También conviene destacar que, al salir de estas aulas, los egresados no olvidaron a la institución que los formó, sino que desde el inicio dieron el paso de crear la Asociación de Antiguos Alumnos del Loyola, que fue la génesis de la hoy Fundación Loyola.

A los fines de entender mejor el significado de los hechos que acabamos de narrar, es importante dar una mirada a lo que era la República Dominicana en aquel momento.

“Para empezar, la población nacional estaba constituida por dos millones doscientos mil habitantes, de los cuales, cerca del 77 % vivía en la zona rural.

La economía dominicana se sostenía, principalmente, en el sector primario, es decir, la agricultura, la ganadería, la industria maderera, y la pesca, entre otros. Una industria fundamental era la formada por los ingenios azucareros.

Asimismo, el tabaco, el arroz, el café y el cacao eran cultivos que generaban ingentes empleos, teniendo además una dinámica comercial muy activa.

En ese mundo rural dominicano, al tiempo que había latifundios, cientos de miles de familias vivían en una economía de autoconsumo, en pequeños predios rurales distribuidos por toda la geografía nacional. Una gran parte de los estudiantes que venían al Instituto Loyola procedían de ese mundo rural.

Obviamente, ese contexto histórico es inseparable del régimen político vigente. Es decir, vivíamos en un régimen autoritario y personalista encabezado por Rafael Leónidas Trujillo, y esa figura política tenía en la ciudad de San Cristóbal una de sus principales bases de operaciones, con una vigilancia meticulosa de todo lo que allí ocurría, y obviamente, esa presencia de Trujillo en la vida cotidiana de San Cristóbal, tenía un impacto directo en la relación de los jesuitas que dirigían el Loyola con todas las instituciones del Estado dominicano.

En ese contexto de autoritarismo era necesario que los jesuitas del Loyola, para poder convivir en el régimen y adelantar su proyecto, tuvieran que flexibilizar sus demandas, al tiempo de preservar sus principios éticos y religiosos.

Por todas esas razones, durante la mayor parte del régimen trujillista, el Loyola casi siempre pudo disponer del presupuesto necesario para desarrollar ese proyecto educativo. Sin embargo, el autor de este libro afirma que, a partir del año 1957, justo el año en que yo ingresé a esta institución, el presupuesto “inició una curva descendente.

Por tal motivo, el politécnico en ese año solicitó “que su personal pasara a la nómina del Estado, como los demás empleados públicos, pensando en la posibilidad de hacer algunos ahorros”.

Las limitaciones presupuestarias que pudieron presentarse durante esos años, fueron cubiertas, en gran medida, por la austeridad y las destrezas gerenciales que caracterizan a los miembros de la Orden de los Jesuitas. Sin embargo, esa relativa seguridad financiera cambió a partir del 30 de mayo de 1961, cuando desapareció físicamente Trujillo.

El autor dedica un capítulo bajo el título “El Largo Camino de la Estabilidad (1962-1974)” para informarnos de todo lo que hizo la dirección del Loyola para enfrentar con éxito los desafíos que imponía su nuevo relacionamiento con el Estado, y con la sociedad en sentido general.

Para empezar, en el año 1961, con la caída de la dictadura, se abren las puertas hacia la construcción de la democracia dominicana.

Obviamente, esos aires de libertad también llegaron al estudiantado del politécnico, creando así iniciativas estudiantiles que en muchos casos se tornaban contestatarias y difíciles de manejar para los jesuitas.

Un ejemplo ilustrativo es lo que el autor llama “la primera acción simbólica contra el Politécnico por parte de los mismos alumnos” consistente en la destrucción del busto de Trujillo ubicado a la entrada del auditorio menor.

En ese contexto, el politécnico, ahora teniendo como rector al padre Silvio González, quien sustituyó al padre Arias en el año 1962, inicia un proceso de mejora de su planta física, el cual incluyó la construcción de una biblioteca pública, de la escuela primaria Loyola y el inicio de un proyecto de vivienda para beneficiar a los empleados y profesores.

Todo eso fue acompañado de un incremento notable del personal jesuita.

“En esa nueva etapa, vale destacar el hecho de que se consolida el peso específico de la carrera de agronomía en el Loyola.

En efecto, la institución recibió una importante cantidad de terrenos, en su mayoría de vocación agrícola, para actividades de capacitación e investigación en esa área.

El Politécnico Loyola se convirtió así en la institución por excelencia para el estudio de las ciencias agrícolas en el país.

Un hecho que el autor examina de manera muy meticulosa es el impacto de los procesos propiamente políticos, derivados de la guerra civil de abril de 1965, en la vida académica del Loyola.

Ejemplo de ese impacto es la propuesta hecha en el año 1968 por la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID), a los fines de revisar el currículo y la estructura administrativa de esta institución. Esa propuesta nunca se materializó.

Es importante anotar, como bien lo señala el autor, que, en ese momento, el estudiantado del politécnico asume un rol protagónico sin precedentes.

Ese activismo estudiantil derivó en conflictos internos entre los estudiantes organizados en su asociación, así como entre los profesores y la dirección de la institución.

En el contexto de efervescencia política que vivía el país, ese conflicto interno llegó a unos niveles de tal magnitud que los jesuitas se llegaron a plantear la opción de entregarle la dirección del politécnico al Estado. Esa propuesta, felizmente, nunca llegó a materializarse.

Superado ese período de inestabilidad, la etapa comprendida entre 1974 y 1993 es examinada por el autor como el equivalente a una época de consolidación institucional, expansión curricular, búsqueda de sostenibilidad presupuestaria y desarrollo científico del Instituto Politécnico Loyola, así como de una nueva articulación con la economía y la sociedad dominicana.

Todos esos esfuerzos de los padres jesuitas, así como de los egresados de esta institución sirvieron para dar un salto cualitativo en el estatus del Loyola dentro de la comunidad académica dominicana.

Así, en el año 1986 se iniciaron las gestiones para que se reconociese al Loyola como un centro de educación superior que se ajustaba a las normas establecidas por el Estado.

Es en el año 1992 cuando se hace una revisión a fondo del currículo y se definen políticas para aumentar el número de egresados y reducir la deserción de los estudiantes. Eso pudo lograrse, en gran medida, por el fortalecimiento de los lazos de esta institución con el sector privado, que demandaba de profesionales calificados en diversas áreas.

Un hito en la historia del Instituto Politécnico Loyola ocurrió en el año escolar 1994-1995, al inscribirse las primeras alumnas en esta institución, siendo su primera egresada de agronomía la muy querida Jeimy Jiménez Brito.

En el último capítulo, titulado “Vocación de Crecimiento”, el autor documenta lo ocurrido en el Loyola durante el período 2000-2018.

Dando continuidad al proyecto jesuita de hacer de la educación un instrumento de desarrollo integral, durante esos dieciocho años se hicieron enormes esfuerzos para hacer del Loyola un centro académico del nuevo siglo.

Sin duda, el momento culminante de esos empeños ocurrió en el año 2008, cuando el querido Loyola se convirtió en el “Instituto Especializado de Estudios Superiores Loyola”. Con esa nueva identidad este centro educativo otorga ahora grados en cuatro menciones, a saber, electricidad, agro-empresa, industria y redes.

Hoy, sesenta y siete años después de iniciarse la vida de esta institución, a la cual quiero y a la cual agradezco, me siento especialmente honrado de se me haya brindado la oportunidad de presentar este importante libro, escrito por el padre José Luis Sáez, el cual recoge la vida y peripecias de lo que él llama con mucha propiedad, una escuela modelo.

Por ese vínculo especial que me une al querido Loyola, pido su venia para resaltar algunos eventos que el autor del libro menciona en diferentes capítulos y en los apéndices.

En primer lugar, de las aulas de esta institución han egresado miles de profesionales que han hecho aportes tangibles al desarrollo de los sectores productivos nacionales.

No exagero al decir, en el campo propiamente agrícola, que, desde sus inicios, en la finca experimental del Loyola se tomó en serio la investigación agrícola.

Como muestra, tenemos los primeros híbridos y variedades mejoradas que surgieron de las investigaciones pioneras del profesor Andrés Vloebergh, labor que fue continuada por el profesor Pedro Comalat Rodes y otros científicos de esa escuela.

En esa misma dirección debemos destacar la gigantesca labor investigativa y docente de los profesores Eugenio de Jesús Marcano y Julio M. Cícero.

El padre Cícero deja un legado imperecedero con el Arboretum Loyola, creado el 4 de mayo de 1979, justo al lado de estas edificaciones.

Asimismo, de nuestras aulas han salido varios ministros de agricultura, así como destacados servidores públicos de ayer y de hoy.

Esos egresados del Politécnico Loyola han hecho aportes de mucha importancia a la sociedad dominicana en sus respectivas áreas de competencia, como también en el ámbito de la formación de una ciudadanía responsable y apegada a valores éticos y morales.

Señoras y señores:

Al tiempo de felicitar al padre José Luis Sáez por haber escrito este importante libro, quiero expresar mi deseo de que el mismo se convierta en un referente para las generaciones futuras, en particular en lo que respecta al aporte realizado por los padres jesuitas y el Instituto Loyola a la educación superior para el desarrollo integral de la sociedad dominicana.


Sunday, October 18, 2020

Los Jesuitas crearon y dirigen el Nuevo Orden Mundial

Denunciantes de sacerdote Jaime Guzmán demandan a los Jesuitas por 480 millones de pesos

Publicado: Viernes, 16 de Octubre de 2020 a las 12:46hrs.
Autor: Cooperativa.cl

La acción, acogida por el 13º Juzgado Civil de Santiago, describe una serie de vejaciones que sufrieron cuatro jóvenes entre los años 1986 y 1992.

En junio de 2019, la Compañía de Jesús informó su expulsión tras concluir el proceso administrativo penal, pero el religioso apeló.

Foto: ATON (Referencial)

Cuatro ex alumnos del Colegio San Ignacio de El Bosque presentaron una demanda de indemnización por 480 millones de pesos en contra de la Fundación San Ignacio y la orden religiosa Compañía de Jesús en Chile por abusos sexuales cometidos por el sacerdote Jaime Guzmán, según reveló hoy el diario La Tercera.

La acción, que fue acogida a tramitación en agosto pasado por el 13º Juzgado Civil de Santiago, describe una serie de vejaciones que sufrieron los jóvenes durante su enseñanza básica entre los años 1986 y 1992.

Los demandantes -Sebastián Milos, Daniel Palacios, Allan Pineda-Reyes y Juan Pablo Barros - exigen ser indemnizados en 120 millones de pesos cada uno por concepto de daño moral, señaló el rotativo.

Al mismo tiempo, acusan a las entidades demandadas de no solo de no tomar las medidas necesarias para evitar los abusos, sino que también de infringir el deber de cuidado al seleccionar a sus sacerdotes y docentes.

La acción es patrocinada por el abogado Juan Pablo Hermosilla, quien también representa a víctimas de Karadima y a la profesora de Teología Marcela Aranda, la principal denunciante del sacerdote Renato Poblete, también jesuita.

En junio de 2019, la Compañía de Jesús informó la expulsión de Guzmán, tras concluir el proceso administrativo penal por abusos contra menores que la Congregación para la Doctrina de la Fe encargó al superior general de los jesuitas, Arturo Sosa SJ. El religioso también fue privado del estado clerical.

Sin embargo, Guzmán último apeló y está pendiente la ratificación de la pena por parte de la Congregación de la Doctrina de la Fe.

"Nos parece completamente legítimo que algunas opten por el camino judicial, sobre todo considerando que los tribunales son el ente estatal y objetivo dedicado a impartir justicia", dijeron desde el Centro de Prevención y Reparación de la Compañía de Jesús a La Tercera.




Wednesday, October 14, 2020

George Soros y su relación con los jesuitas


SEPTIEMBRE 26, 2020
ORIGEN: FSSPX.NEWS


El lema de los jesuitas


Una investigación reciente reveló que varias organizaciones dependientes de la Compañía de Jesús se han beneficiado, en los últimos años, de la generosidad del multimillonario George Soros, un hombre cuyo objetivo declarado es incompatible con el carisma de los hijos de San Ignacio.

S. J .: ¿"Compañía de Jesús", o bien "Soros y jesuitas asociados"? Vale la pena formular esta pregunta luego de leer la investigación realizada por el periodista David Ramos, publicada el 7 de septiembre de 2020 por el sitio de noticias católico en español, ACI Prensa.

En efecto, tres organizaciones de beneficencia dependientes de la Compañía de Jesús han recibido en los últimos años más de un millón y medio de dólares estadounidenses de la Open Society Foundations (OSF), una red de fundaciones encabezada por George Soros.

En concreto, se donaron 402,577 dólares entre 2016 y 2018, a dos organizaciones de beneficencia cuyo objetivo es "apoyar los derechos de los migrantes" en América Latina, el Caribe y España.

Pero la organización benéfica jesuita que recibió más fondos del multimillonario sulfuroso es Jesuit Worldwide Learning (JWL), que recaudó $1.3 millones entre 2016 y 2018. Esta última también menciona en su portal digital a la OSF como uno de sus principales socios.

En total, la magnanimidad de la que han disfrutado las fundaciones jesuitas procedente de la OSF asciende a $1,702,577 durante los últimos cuatro años.

Sin embargo, la OSF, fundada en 1993, financia numerosas campañas en todo el mundo a favor del aborto, los LGBTQI y la ideología de "género". Y el deseo de Soros de propagar el aborto en todos los países no es un secreto para nadie.

Pero esto no es todo. En 2016, Soros gastó 1.5 millones de dólares para encubrir el escándalo de Planned Parenthood, cuando esta última fue acusada de vender órganos y tejidos de bebés abortados en sus establecimientos.
Respuestas dilatorias

ACI Prensa se puso en contacto con las tres fundaciones jesuitas, respecto a sus vínculos con George Soros y su nivel de conocimiento sobre su programa pro-aborto.

La única que se dignó responder fue la JWL, el 5 de septiembre de 2020, intentando justificar el uso de los fondos recibidos: "solo el 3% (de los jóvenes migrantes) tiene acceso a la educación superior", por tanto, la JWL, con su presencia, "ofrece un rayo de esperanza a los jóvenes que aspiran a transformar sus comunidades".

¿Es esto un efecto del Covid-19? El dinero parece no tener más olor para los hijos de San Ignacio, al menos si proviene de George Soros. En julio pasado, se dio a conocer que el actual arzobispo de Santiago de Guatemala, Monseñor Gonzalo de Villa y Vásquez -de la Compañía de Jesús- había sido vinculado a la Fundación Soros Guatemala, una organización que cesó sus actividades en 2011.

Al ser interrogado al respecto por ACI Prensa, el prelado jugó la carta de la buena fe: "en ese momento no estaba enterado, o al menos no lo recuerdo", explicó con torpeza.

Nuestro Señor nos lo advirtió: "No se puede servir a Dios y a Mammón".


Fuente: ACI Prensa – FSSPX.Actualités
Imagen: Eric E Castro from San Francisco / CC BY-SA (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0




Sunday, October 4, 2020

Efemérides: el reconocimiento papal a la orden de los jesuitas



EFEMERIDES

27 SEPTIEMBRE, 2020 5:11


Nicolás de Bobadilla

Por Fernando Del Corro



El 27 de septiembre de 1540, hacen hoy 480 años, el entonces papa Pablo III, nacido como Alessandro Farnese, el pontífice número 220 de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, decidió, bula mediante, el reconocimiento oficial de la Sociedad de Jesús, una orden religiosa masculina que había sido fundada en París y era más conocida como Compañía de Jesús. La denominación de jesuitas para sus miembros surgió desde lo que actualmente es Alemania, generalizándose luego al resto del mundo.

En la actualidad el argentino Jorge Mario Bergoglio, Francisco I, el papa número 266, es el primero de esa orden que llegó a la máxima jerarquía católica y como tal ha demostrado asumir la postura de aquellos creadores de la misma en 1534 como el vasco Ignacio de Loyola; el francés Pedro Fabro; los españoles Francisco Javier, Diego Lainez, Alfonso Salmerón y Alfonso Nicolás Pérez, más conocido como Nicolás de Bobadilla; y el portugués Simáo Rodrigues, popularizado como Simón Rodríguez. Postura que tiene que ver con la armonización de la vida espiritual con la cotidiana.

“Ad Maiorem Dei Gloriam”, en latín “A la mayor gloria de Dios”, es el lema de la Compañía cuya sigla, difundida por el ahora San Ignacio de Loyola en su sello personal como “IHS”, corresponde a las iniciales de “Iesus Hominum Salvator”, o sea “Jesús el Salvador de los hombres”.
En estos casi cinco siglos de existencia la orden de los jesuitas ha puesto gran parte de su accionar en la educación desde los jardines de infantes a las universidades. Algo que tiene como razón de ser la difusión del cristianismo a través de la teología haciendo centro en el reconocimiento de la creación divina a través de la labor en pro del bienestar humano por medio de la propia Iglesia y de su conducción a través de los sucesivos papas.

San Ignacio de Loyola fue su primer líder bajo el título de “padre general”, de carácter vitalicio, y, a su muerte en 1556, fue sucedido por Diego Laínez. El organismo supremo de la orden es su Congregación General. En la actualidad es la orden católica más importante numéricamente ya que, según datos de 2016, cuenta con 1509 parroquias a nivel mundial, y en 2017agrupaba 11.583 sacerdotes y sumaba un total de 16.086 miembros. En 1965 llegaron a ser alrededor de 36.000.

El proceso de formación de los sacerdotes jesuitas comienza con un noviciado de dos años de duración y prosigue con estudios en diversas áreas humanísticas, además de la teología. La formación también incluye la práctica escolar de docencia, la labor social parroquial y hasta su colaboración en medios de comunicación y actividades relacionadas con los afectos sociales. También estudian idiomas y las bases de otras religiones y bajo tres votos normativos profesan la obediencia, la pobreza y la castidad. Según señala la fórmula institucional validada por el papa Julio III en 1550 su tarea es “Militar para Dios bajo la bandera de la cruz y servir solo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra”.

El Congreso General es una suerte de equivalente al Concilio ya que mientras éste es convocado para grandes ocasiones como la elección de un nuevo papa aquél también solo se reúne para cuestiones de gran importancia o para la elección del nuevo “prepósito general” que es de carácter vitalicio. Hasta la transitoria supresión de la orden en 1773 ninguno había renunciado. El primero en hacerlo, en 1983, fue el español Pedro Arrupe debido a graves problemas de salud y para ello debió contar con la autorización del Congreso General el que, en 1995, mediante las “Normas Complementarias” permitió las dimisiones a las que se acogieron el neerlandés Peter Hans Kolvenbach en 2008 y el español Adolfo Nicolás Pachón en 2016. El actual es el venezolano Arturo Marcelino Sosa Abascal.

Entre sus figuras de trascendencia histórica se cuentan san Francisco de Javier, san Luis Gonzaga, Matteo Ricci, Francisco Suárez, Luis de Molina, san José de Anchieta, Juan de Mariana, san Roberto Belarmino, san Pedro Canisio, José de Acosta, Antonio Ruiz de Montoya, Atanasio Kircher, San Pedro Claver, Eusebio Kino, Francisco Javier Clavijero y san Alberto Hurtado.

A lo largo de los siglos tuvo conflictos con poderosos gobiernos europeos como con los de la reina Isabel I de Inglaterra, de Luis XIV de Francia, los regalistas españoles que llegaron a expulsarlos de sus territorios, la Alemania conducida por Otto Eduard Leopold von Bismarck de la que también fueron expulsados, con los gobiernos comunistas de China y Europa Oriental y hasta con algunos liberales de América y Europa. También tuvo una dura posición como parte de la Contrarreforma, a partir del Concilio de Trento, enfrentando la Reforma Protestante.

A lo largo de los siglos sufrieron también expulsiones de diferentes países como Portugal, Francia, España e Italia, entre otros. En 1773 el papa Clemente XVI disolvió la orden la que se mantuvo en Inglaterra, Polonia, Prusia y Rusia hasta que fue nuevamente habilitada cuarenta años más tarde por el papa Pio VIII en tiempos en que sus miembros participaban, como se señalara, del proceso independentista en Hispanoamérica.

Su labor misionera se desarrolló fundamentalmente en China, India y Japón en el continente asiático; en las reducciones en la Argentina, Bolivia, el Paraguay y el Perú en Suramérica; y en América del Norte en el Canadá y los actuales Estados Unidos de América. En el caso particular de la Argentina uno de sus notables pensadores, que fuera rector de la Universidad de Córdoba, Miguel Calixto Del Corro, fue un hombre clave en la Independencia Nacional a la que propugnara ya desde 1809 y fue partícipe de los congresos del artiguista Arroyo de la China y de San Miguel de Tucumán.

Esa lucha independentista puede verse en el filme británico “La misión”, de 1986, dirigido por Roland Joffé, con la participación de Robert De Niro, Jeremy Irons, Ray McAnally y Aldam Quinn en los roles principales. Película ganadora de varios premios internacionales que está basada en la vida del sacerdote peruano Antonio Ruiz de Montoya entre fines del Siglo XVI y mediados del XVII. En tiempos más recientes, en 1975, el papa Paulo VI se refirió a ellos de esta manera: “Donde quiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles o de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías y en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y mensaje cristiano allí han estado y están los jesuitas”.




Wednesday, September 16, 2020

Fundaciones jesuitas han recibido más de millón y medio de dólares de George Soros


7 de setiembre de 2020 6:32 pm | ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN 8 de setiembre de 2020 10:11 am

Imagen referencial / Emblema de la Compañía de Jesús (jesuitas). Crédito: David Ramos / ACI Prensa.


Tres organizaciones caritativas de la Compañía de Jesús (jesuitas) han recibido en los últimos años más de un millón y medio de Open Society Foundations, la fundación del magnate pro aborto George Soros.

La Fundación Servicio de los Jesuitas para los Refugiados recibió en 2018 176.452 dólares con el objetivo de “apoyar el trabajo del beneficiario sobre los derechos de los migrantes” en América Latina y el Caribe.

Por su parte, el Servicio Jesuita a Migrantes - España (SJM – España), recibió 75 mil dólares de la fundación de George Soros en 2016 y 151.125 en 2018.

Pero la organización caritariva jesuita que más fondos ha recibido del magnate pro aborto es la Jesuit Worldwide Learning Higher Education at the Margins USA, de Estados Unidos, que obtuvo 890 mil dólares en 2016 y otros 410 mil dólares en 2018.

Esta organización es la única que en su sitio web reconoce a Open Society Foundations como uno de sus “socios”.

En total, las donaciones que ha entregado George Soros a las fundaciones jesuitas suman 1.702.577 dólares en los últimos cuatro años.

ACI Prensa ha consultado a las tres fundaciones jesuitas sobre sus vínculos con Soros y sobre su conocimiento de su agenda pro aborto, pero solo la Jesuit Worldwide Learning Higher Education at the Margins USA (JWL) remitió una respuesta.

En respuesta a las inquietudes de ACI Prensa, el 5 de septiembre la organización jesuita indicó que "solo el 3% de los refugiados gozan del acceso a educación superior y JWL está presente en muchas de estas comunidades, donde ofrece un rayo de esperanza a los jóvenes que aspiran a transformar a sus comunidades".

"En cumplimiento de la Ley de Derechos Educativos y Privacidad Familiar (FERPA), JWL no puede comentar sobre información de becas para estudiantes sin infringir el derecho a la privacidad de los estudiantes", concluyó la organización jesuita.

A mediados de julio de este año se conoció que el hoy Arzobispo de Santiago de Guatemala, Mons. Gonzalo de Villa y Vásquez, sacerdote de la Compañía de Jesús, estuvo vinculado a la desaparecida Fundación Soros Guatemala desde la década de 1990 hasta los primeros años del nuevo milenio.

Entrevistado por ACI Prensa en esa ocasión, Mons. De Villa y Vásquez dijo que “en ese momento no era consciente o por lo menos no tengo ningún recuerdo de que en ese momento yo fuera consciente” de la agenda de George Soros.

George Soros y el aborto

Open Society Foundations, creada por Soros en 1993 como Open Society Institute (OSI), financia diversas campañas a favor del aborto en todo el mundo.

En 2016 se conoció que la fundación de Soros movió 1.5 millones de dólares para callar el escándalo de Planned Parenthood, acusada de vender órganos y tejidos de bebés abortados en sus instalaciones en Estados Unidos.

En los últimos cuatro años, la fundación de George Soros ha donado cerca de 12 millones de dólares a la International Planned Parenthood Federation (IPPF), y a su brazo político estadounidense Planned Parenthood Action Fund.

En 2017, el Gobierno de Irlanda ordenó a Amnistía Internacional devolver a Soros los más de 160 mil dólares donados por su Fundación Open Society para una campaña a favor de la legalización del aborto en ese país.

Un documento de la Fundación Open Society filtrado por DCLeaks.com en 2016 reveló que para la organización de Soros era importante “una victoria” a favor del aborto en Irlanda para “impactar a otros países fuertemente católicos en Europa”.

En 2018, Open Society Foundations dio 200 mil dólares a la organización pro aborto falsamente católica Catholics for Choice, matriz estadounidense de Católicas por el Derecho a Decidir.

La revista de economía Forbes calcula la riqueza de George Soros en 8.3 mil millones de dólares.

El presupuesto de la Open Society Foundations para 2020 es de 1.2 mil millones de dólares.

Actualización 8 de septiembre a las 10:11 GMT-5: Se agregaron las declaraciones remitidas por la Jesuit Worldwide Learning Higher Education at the Margins USA.




Sunday, September 13, 2020

Leonardo Boff: la fuerza de los pequeños


Laudato Si' Revolution: "Hacia una civilización biocéntrica"Leonardo Boff: "Franciscanos y jesuitas unidos en la Revolución Laudato Sì'"


Revolución Laudato Sì'


Estamos viviendo un momento dramático en la historia de la humanidad. Esta pandemia es más que una crisis. Es un llamado a cambiar nuestra relación con la naturaleza y con la Madre Tierra, a buscar un nuevo comienzo

Científicos cualificados, invitados por la ONU, han estudiado las nueve Fronteras Planetarias que de ninguna manera deben ser superadas. Es urgente que que refundemos nuestra existencia en la Tierra

En función de esta misión común, se ha establecido una colaboración y articulación entre dos familias religiosas con sus grandes tradiciones amigas de la creación, la vida, los más desposeídos y la Madre Tierra -los franciscanos y los jesuitas-

Las dos tradiciones espirituales, ahora unidas, pueden dar los primeros pasos hacia esta necesaria transformación

11.09.2020 | Leonardo Boff


En tiempos de grandes crisis, desastres naturales y ahora, con la epidemia del nuevo coronavirus, los seres humanos están dejando que lo que es esencial para ellos pase a primer plano: la solidaridad, la cooperación y el cuidado de los demás.

Estamos viviendo un momento dramático en la historia de la humanidad. Por primera vez, un virus ha atacado a todo el planeta Tierra. Está diezmando miles de vidas, afectando a todos indiscriminadamente, pero especialmente a los más vulnerables de las periferias de las ciudades, que no pueden hacer adecuadamente el confinamiento social, ni pueden evitar las aglomeraciones, dada la configuración de los hogares, que son verdaderas favelas.

Esta pandemia es más que una crisis. Es un llamado a cambiar nuestra relación con la naturaleza y con la Madre Tierra, es decir, a buscar un nuevo comienzo, un nuevo paradigma que nos permita permanecer vivos en la Casa Común y llevar adelante nuestro proceso de civilización.

Vivimos una emergencia ecológica. El 22 de agosto de 2020 se produjo la Sobrecarga de la Tierra (Earth Overshoot). Esto significa que los humanos han consumido todos los bienes y servicios y otros insumos vitales no renovables. La Tierra entró en números rojos y en el cheque especial. Si continuamos con nuestro consumismo, extraemos violentamente lo que la Madre Tierra ya no puede darnos. Luego responde con más calentamiento global, con episodios extremos, con suelos menos fértiles, con menos agua potable y con una gama de virus que nunca dejan de atacar a los seres humanos y poner sus vidas en riesgo.

Científicos cualificados, invitados por la ONU, han estudiado las nueve Fronteras Planetarias que de ninguna manera deben ser superadas (entre ellas, el cambio climático, la escasez de agua potable, el abuso del suelo, la erosión de la biodiversidad, la alteración del nitrógeno, entre otras), ya que causarían un colapso de nuestra civilización. Como todo está interconectado, la ruptura de una frontera puede causar la ruptura de las otras y, por lo tanto, nos encontraríamos en lo peor.

Laudato Sì' nos advirtió: "Las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y suciedad. El ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta, de tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes " (n.161).

Es urgente que evitemos tales catástrofes, pero más que nada, que refundemos, con nuevos valores y principios, nuestra existencia en la Tierra, nuestra Madre que nos da todo lo que necesitamos para vivir.

En función de esta misión común, se ha establecido una colaboración y articulación entre dos familias religiosas con sus grandes tradiciones amigas de la creación, la vida, los más desposeídos y la Madre Tierra -los franciscanos y los jesuitas- a través del Servicio Interfranciscano de Justicia, Paz y Ecología de la Conferencia de la Familia Franciscana de Brasil; del Observatorio Luciano Mendes de Almeida de la Red de Promoción de la Justicia Social y Ambiental de la Provincia Jesuita del Brasil, y el Movimiento Católico Mundial por el Clima. El programa MAGIS y la Facultad de Filosofía y Teología de los Jesuitas (FAJE) también son socios.

Los valores de cada una de estas dos tradiciones pueden inspirarnos a nuevas formas de cuidar la herencia sagrada que la evolución y Dios nos han dado: la Tierra, la Magna Mater de los antiguos, la Pachamama de los andinos y la Gaia de los modernos. Laudato Sì' nos convoca a "una conversión ecológica global" y, por 35 veces, nos exige "nuevos estilos de vida".

En su encíclica de ecología integral el Papa Franciscopresenta a San Francisco "el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos" (n.10). Dice aún más: "Su reacción era mucho más que una valoración intelectual o un cálculo económico, porque para él cualquier criatura era una hermana, unida a él con lazos de cariño. Por eso se sentía llamado a cuidar todo lo que existe... él pedía que en el convento siempre se dejara una parte del huerto sin cultivar, para que crecieran las hierbas silvestres" (n.11.12).

San Ignacio de Loyola fue un gran devoto de San Francisco, especialmente de su pobreza. Tanto para Francisco como para Ignacio, ser pobre significaba más que un ejercicio ascético, era un despojarse de todo para estar más cerca de los demás y construir la fraternidad con ellos. Ser pobre para ser más hermano y hermana.

Para los primeros compañeros de San Ignacio, la vida en la pobreza, tanto individual como comunitaria, siempre acompañó el cuidado de los pobres, una parte esencial del carisma jesuita. Y San Francisco vivió estas tres pasiones: a Cristo crucificado, a los pobres más pobres y a la naturaleza. Llamó a todas las criaturas, incluso al lobo feroz de Gubbio, con el dulce nombre de hermanos y hermanas.

Ambos vislumbraban a Dios en todas las cosas. Como San Ignacio lo expresó bellamente: "Encontrar a Dios en todas las cosas y ve que todas las cosas vienen de lo alto”. Y decía más, en línea con el espíritu de San Francisco: "No es el mucho saber lo que sacia y satisface el alma, sino el sentir y saborear internamente las cosas. Sólo se puede saborear por entero todas las cosas si las amas de verdad y te sientes unido a ellas”.

Tales formas de vida y de relación son fundamentales si queremos reinventar un camino amistoso, reverente y cuidadoso con la tierra y la naturaleza. De aquí nacerá una civilización biocéntrica, fundada en la interdependencia entre todos, la solidaridad, la cooperación y el cuidado de todo lo que existe y vive, especialmente los más desprotegidos, en una fraternidad universal.

El Covid-19 es una señal que la Madre Tierra nos envía para asumir nuestra misión que el Creador nos ha confiado de "proteger y cuidar el Jardín del Edén", es decir, la Madre Tierra (Gen 2:15). Si estas dos Órdenes, de los franciscanos y de los jesuitas, asociadas con otras, se proponen realizar este sagrado propósito, daremos prueba de que no todo el Paraíso terrenal está perdido. Comienza a crecer dentro de nosotros y se expande hacia los espacios exteriores, haciendo verdaderamente de la Madre Tierra la verdadera y única Casa Común en la que podemos vivir juntos en la justicia, en la paz y en la alegre celebración de la vida.

Las dos tradiciones espirituales, ahora unidas en la defensa y promoción de la vida y de la Madre Tierra, pueden dar los primeros pasos hacia esta necesaria transformación de una nueva relación tierna y fraternal con todos los humanos y especialmente con la naturaleza devastada y la sufrida Madre Tierra.

Leonardo Boff, eco-teólogo, en nombre de la familia franciscana.




Saturday, August 22, 2020

Piden diálogo al Estado chileno después de detener a un jesuita y varios mapuches


A la derecha, Carlos Bresciani, el jesuita detenido, junto con otros miembros de la Compañía.



Ecclesia¡
ÚLTIMA HORA

21 agosto, 2020


En sendos comunicados, los jesuitas y un grupo «mujeres y hombres de fe» rechazaron «violencia y arbitrariedad en el actuar del Estado de Chile» contra mapuches. Estas declaraciones siguen al desalojo de las municipalidades en la región de la Araucanía, hoy en particular la Municipalidad de Tirúa (región del Biobío). El 6 de agosto, « el padre Carlos Bresciani SJ y dos comuneros fueron detenidos por un grupo de Carabineros, sin provocación previa», denuncia la Compañía de Jesús.

«Nuestro compañero se trasladó esta mañana hasta la municipalidad porque los comuneros le pidieron su presencia ante el inminente desalojo de fuerzas policiales y el uso desproporcionado de la fuerza. El padre Carlos fue detenido injustamente, como lo han sido cientos y cientos de mapuche a lo largo de la historia», afirma el comunicado de la Compañía de Jesús en Chile.
Apoyo de «mujeres y hombres de fe»

El mismo día, un grupo de quince sacerdotes y religiosas, «mujeres y hombres de fe», emitió un comunicado con un llamamiento a «reconocer y dialogar». Se trata de personas que colabora con su labor en territorio mapuche. «Con urgencia le pedimos al Estado que cese lo que consideramos una constante y creciente presión sobre los territorios mapuche que está produciendo violencia, falta de comunicación, desconfianza, polarización y muerte, no sólo de personas, sino también del Itrofill Mongen (Naturaleza-biodiversidad)», afirman.

«Los actuales escenarios de conflicto y enfrentamiento encuentran su origen en la negativa a dialogar en torno a las demandas políticas mapuche y al avance de la industria extractivista en los territorios. El pueblo nación mapuche está, una vez más, reclamando», denuncian. «Cuando se criminaliza la justa demanda indígena de reconocimiento y autodeterminación se vulnera el estado de derecho. Creemos que las acusaciones de terrorismo o de violencia criminal se fundan en el prejuicio y la discriminación, y se alimentan de los intereses oligárquicos, que perpetúan sus privilegios mediante la manipulación y la corrupción política», añaden.

El comunicado termina con un llamamiento: «El Estado debe de una vez por todas promover y generar espacios de diálogo para que los derechos políticos de los pueblos indígenas sean reconocidos y respetados. El Estado no puede seguir postergando el reconocimiento pleno de los derechos del pueblo mapuche a ser protagonistas en la toma de decisiones en todo lo que les compete y afecta».




Wednesday, August 12, 2020

Los jesuitas: los milicianos intelectuales de la Iglesia


Los jesuitas: los milicianos intelectuales de la Iglesia



Fuente: María Canora.
9 agosto, 2020
María Canora




La Compañía de Jesús es una de las órdenes religiosas más influyentes de la Iglesia católica. Siempre objeto de controversia y conflicto, desde sus orígenes los jesuitas han estado a la vanguardia del catolicismo como verdaderos agentes políticos e intelectuales. En otros tiempos la orden fue la oveja negra de la Iglesia, fue expulsada de muchos países en varias ocasiones y llegó a ser disuelta, pero hoy tiene el orgullo de estar representada en lo más alto: el papa Francisco es jesuita.


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Dentro de la Iglesia Católica existen múltiples corrientes, órdenes y congregaciones que viven su fe y se expresan espiritual y políticamente de formas diversas. Varias de estas órdenes han destacado a lo largo de la historia, ya fuera por su poder e influencia, sus costumbres o sus ideas. Pero existe una especialmente controvertida, amada y odiada a partes iguales, que ha resultado decisiva en la evolución de la Iglesia: la Compañía de Jesús, los jesuitas.

Agentes sospechosos para la Inquisición, pioneros evangelizadores en Asia y Latinoamérica, milicianos del Papa y castigados por él, intelectuales y científicos, confesores de príncipes, educadores de élites, obreros del pueblo y defensores de migrantes. Los jesuitas han encarnado un cristianismo de múltiples caras a las que desde el año 2013 se le añade una más: la dignidad papal. El papa Francisco, jesuita argentino, está imprimiendo un cambio radical en la Iglesia. Y entenderlo requiere mirar hacia atrás. Quinientos años atrás, concretamente.

Orígenes

La Compañía de Jesús fue fundada en 1534 por el militar español Ignacio de Loyola tras ser herido en batalla y experimentar una reconversión a la fe. Junto a tres compañeros estudiantes de filosofía en París, Loyola desarrolló una espiritualidad moderna de inspiración renacentista que en sus primeros años le valió la desconfianza de la Inquisición. Sin embargo, fue precisamente este carácter moderno y su voluntad de obediencia absoluta a la jerarquía eclesiástica lo que hizo que el papa Pablo III reconociera a la Compañía en 1540 en un contexto de profunda inestabilidad en el cristianismo: el movimiento reformista liderado por Martín Lutero amenazaba la unidad de la hasta entonces todopoderosa Iglesia romana.


Entre otras críticas a la doctrina católica, Lutero negaba la jurisdicción del Papa sobre toda la cristiandad. Esta tensión acabó provocando un cisma en la Iglesia, de la que nacieron numerosas iglesias protestantes. Como respuesta, la Iglesia de Roma inició un proceso de renovación conocido como Contrarreforma, en la que la Compañía de Jesús fue un instrumento fundamental. Los jesuitas destacaron en el Concilio de Trento —convocado como respuesta a la Reforma luterana— por su intelectualidad, combatiendo el movimiento protestante desde la teología. Por otro lado, la Compañía de Jesús consagró su fidelidad al Papa añadiendo un cuarto voto de obediencia absoluta al sumo pontífice a los habituales de pobreza, obediencia y castidad, comunes a todas las órdenes católicas. Los jesuitas se transformaron así en los milicianos del santo padre, reafirmando su autoridad frente a la Reforma y las continuas limitaciones que le imponían las monarquías católicas de España y Francia. Tras la Reforma el cristianismo occidental se escindió en varias corrientes protestantes, lo que supuso un duro golpe para la autoridad papal.

La Compañía pronto comenzó a aumentar. A su cabeza se situó el padre general, elegido con carácter vitalicio por la Congregación General, máximo órgano de gobierno de la orden, que únicamente se convocaba para tomar decisiones de gran trascendencia. Además, la Compañía se diferenció de otras órdenes religiosas por la larga formación intelectual que tenían que superar sus novicios, que estudiaban filosofía, teología, artes, ciencias y política durante unos siete años.

Educación y misiones

Durante los siglos XVI y XVII los jesuitas se expandieron por Europa, Asia y América con vocación educativa, evangelizadora y misionera. En Europa fundaron cientos de seminarios, colegios y universidades que rápidamente adquirieron gran prestigio. Su sólida preparación teológica y cultural les permitió ascender a posiciones de importancia en el clero y a los consejos de reyes y príncipes, conquistando privilegios especiales y un alto grado de independencia dentro de la jerarquía católica.

Su ambición evangelizadora también los llevó a Asia y Latinoamérica en el contexto de la expansión y colonización española, cuando los jesuitas actuaron como agentes del cristianismo en las actuales India, Japón, China, Filipinas, Brasil, Paraguay, Perú o México. Pronto destacaron por su peculiar manera de evangelizar a los paganos. Al contrario que otras órdenes religiosas que imponían el modo de vida y la religión europea por la fuerza, los jesuitas abordaron su misión desde una perspectiva más antropológica. Su método, conocido como “inculturación”, consistía en sumergirse en la cultura local, aprender su lengua, estudiar sus costumbres e integrarse en su sociedad para después establecer un diálogo religioso con el objetivo de conseguir la conversión al cristianismo de la población nativa. Su defensa de la adaptación del culto cristiano a la cultura local —con la celebración de la misa en chino, cantos litúrgicos en guaraní o indumentaria budista— les hizo ser muy criticados dentro de algunos sectores de la Iglesia.

El jesuita Matteo Ricci con Xu Guangqi, burócrata chino de la dinastía Ming, en una publicación china de 1607. Fuente: Wikimedia

Los siglos XVII y XVIII fueron un periodo de expansión, estructuración y consolidación misionera en los territorios de ultramar, especialmente en América. La Compañía de Jesús jugó un papel clave en la colonización española, conteniendo la expansión portuguesa a lo largo de una frontera poco definida, viajando por el territorio y fundando misiones en las zonas limítrofes. El propósito de los jesuitas era aprovechar la fundación de los poblados indígenas, las “reducciones”, para construir una sociedad desde cero alejada de los males y la corrupción moral de la sociedad europea. Las reducciones jesuíticas se convirtieron en poblados comunitarios con estructuras administrativas, económicas y culturas muy avanzadas, basadas en el sincretismo religioso entre las culturas indígena y cristiana.

Sin embargo, la prosperidad e independencia de las reducciones y la beligerancia de los jesuitas contra los cazadores de esclavos y el resto de los colonizadores comenzó a generar malestar en las monarquías europeas a mediados del siglo XVIII. En 1754 los indígenas guaraníes de las misiones jesuíticas se enfrentaron a las fuerzas españolas y portuguesas con motivo del Tratado de Madrid, que redefinía la frontera entre ambas potencias e implicaba cambios en el territorio indígena. Los jesuitas fueron acusados de instigar la resistencia, no solo en las colonias, sino también en Europa. Algunos intelectuales jesuitas habían desarrollado incluso el concepto de tiranicidio, que justificaba el asesinato del rey en el caso de que este se volviese un tirano.

La creciente influencia cultural y política de los jesuitas, sus desacuerdos con los teóricos de la Ilustración y, sobre todo, su voto de obediencia al Papa hicieron que los reyes europeos les consideraran una amenaza para su despotismo ilustrado. En 1758 fueron expulsados de Portugal y sus dominios, y en 1767 de España y sus territorios de ultramar. La fuerte presión de los Gobiernos católicos hizo que el Papa Clemente XIV disolviera a la Compañía en 1773. Algunos jesuitas fueron apresados, otros optaron por convertirse al clero secular. Sin embargo, unos pocos cientos se refugiaron en Rusia, aceptando la oferta de asilo de la zarina Catalina la Grande, que se negó a promulgar el edicto de supresión emitido por el Papa.

El indigenismo latinoamericano: la construcción moderna de Abya Yala

La Compañía de Jesús no fue restituida hasta 41 años más tarde, en 1814. La ideología liberal y anticlerical nacida en la Revolución francesa y consolidada en las guerras de independencia hispanoamericanas amenazaba el poder de la Iglesia y las monarquías europeas. En su lucha por defender el Antiguo Régimen, el Papado devolvió a la vida a su milicia, aunque eso no significa que la Compañía fuera bien recibida. Durante el siglo XIX los jesuitas fueron expulsados de los territorios donde se produjeron revoluciones liberales tanto en Europa como en Latinoamérica: en 1834 de Portugal, en 1848 de Austria, en 1850 de Colombia o en 1852 de Ecuador, entre otros. Pese a todo, la Compañía siguió creciendo en número e influencia a través de su labor educativa y misionera gracias a su cercanía con las élites conservadoras.

Nacer de nuevo: el aggiornamiento

La devastadora desigualdad social y económica consecuencia de la Revolución Industrial hizo que paulatinamente la Compañía de Jesús cuestionara su forma de relacionarse con el mundo. Los intelectuales jesuitas abordaron la cuestión obrera y desarrollaron el concepto de “justicia social”, sentando las bases para la futura doctrina social de la Iglesia. En el contexto de las graves convulsiones políticas a principios del siglo XX y las dos guerras mundiales, los jesuitas mantuvieron una relación ambivalente con los fascismos europeos. Cada vez más cercanos al pueblo y críticos con el poder, la Compañía se puso de lado de la resistencia contra los nazis. En España, tras ser readmitidos por Franco —pues habían sido nuevamente expulsados por el Gobierno izquierdista de la Segunda República—, los jesuitas se unieron al movimiento obrero y sindical, dándole la espalda a la Iglesia católica, que colaboraba con el régimen franquista, y abriendo una brecha con la Santa Sede.

A finales de los años sesenta se evidenció la crisis interna que se vivía en la Iglesia católica. Con el objetivo de renovarla y abrirse al mundo, el papa Juan XXIII convocó en 1962 el Concilio Vaticano II, que reunió a los obispos para debatir y tomar decisiones que diesen respuesta al deseo de aggiornamiento (‘actualización’, en italiano) de las bases cristianas. La polarización política de los obispos complicó los acuerdos, aunque en última instancia triunfó el bando progresista: se promulgó un decreto sobre el derecho de las personas a la libertad religiosa, se abandonó el latín como lengua oficial de culto, acercando la liturgia a las personas, y se declaró la opción preferencial por los pobres y la defensa de los marginados. El Concilio Vaticano II marcó un punto de inflexión en el catolicismo. Y fruto de estos debates surgió en América Latina una nueva corriente cristiana marxista: la Teología de la Liberación, que se posicionó en contra de las dictaduras militares y a favor de los movimientos políticos populares de liberación de los años sesenta, setenta y ochenta.

Inauguración del Concilio Vaticano II en la basílica de San Pedro en 1962. Fuente: Wikimedia

En este contexto, la Compañía de Jesús sufrió una rápida refundación. Encomendados por el papa, los jesuitas se volcaron en el aggiornamiento apoyando a las comunidades eclesiales de base en Latinoamérica y defendiendo la justicia social. Esto significó la apoteosis de la orden, que a mediados de los sesenta llegó a tener más de 36.000 miembros repartidos por el mundo. En este marco es elegido como padre superior el jesuita vasco Pedro Arrupe, que profundizó aún más en el giro progresista de la Compañía, afirmando que existía un vínculo inseparable entre la fe y la promoción de la justicia. En esos años los jesuitas se opusieron a las dictaduras en Argentina, Chile, Colombia, Nicaragua, Honduras y El Salvador, llegando a participar incluso en los movimientos revolucionarios guerrilleros.

La llegada al poder del papa polaco Juan Pablo II en 1978 alteró radicalmente la relación de la Santa Sede con la Compañía. Juan Pablo II, feroz anticomunista, dio un giro a la visión geopolítica del Vaticano, que en plena Guerra Fría se posicionó junto a Estados Unidos en contra de la URSS e incluso fue acusado de colaborar con la CIA. Las tendencias marxistas de los jesuitas y su compromiso con la Teología de la Liberación en Centroamérica les granjeó graves tensiones con el sumo pontífice. El padre Arrupe luchó por conciliar la beligerancia jesuita con el voto de obediencia al papa hasta 1981, cuando sufrió una embolia que le incapacitó. El papa aprovechó el momento de debilidad de la Compañía: intervino en el proceso de elección del nuevo padre general y nombró unilateralmente al anciano jesuita conservador Paolo Dezza como delegado personal, dándole plenos poderes en la orden. Los jesuitas reaccionaron con gran indignación, pero aceptaron con obediencia la decisión papal.

No fue hasta dos años después que el papa permitió convocar nuevas elecciones en el seno de la Compañía. La Congregación General eligió al padre Kolvenbach, un sacerdote neerlandés de perfil bajo, alejado de la Teología de la Liberación y que había vivido hasta entonces en Oriente Próximo. Su misión, cicatrizar las heridas con la Santa Sede, no dio demasiado resultado, pero Kolvenbach lideró la orden durante algo más de dos décadas con prudencia y discreción, evitando nuevos enfrentamientos con la jerarquía eclesiástica. El número de nuevos miembros disminuyó significativamente.

La Operación Cóndor y la persecución de la izquierda en América Latina

La muerte de Juan Pablo II en 2005 no cambió en un inicio la línea política trazada por el Vaticano. Su sucesor, el alemán Benedicto XVI, también conservador, no profesaba gran simpatía por los jesuitas. No extraña así que la elección de un nuevo padre superior jesuita en la línea de Arrupe en 2008, tras la retirada de Kolvenvach, molestara mucho al Papado, y se llegó a rumorear que la Compañía iba a ser intervenida una vez más.

Un jesuita en la Santa Sede

En febrero de 2013 sucedió un hecho histórico: el papa Benedicto XVI renunció al pontificado alegando falta de fuerzas. Los últimos años no habían sido fáciles en la Santa Sede: los escándalos de pederastia y las filtraciones de documentos secretos que involucraban al Vaticano en casos de corrupción parecían haber extenuado al santo padre. Con todo, lo que sucedió a continuación era aún más improbable. Tan solo veinticinco años tras la intervención papal en la Compañía y doscientos años después de su disolución, el cónclave eligió al primer papa jesuita de la historia: el obispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, en lo sucesivo papa Francisco. Además, Francisco también era el primer papa no europeo de la historia.

Fueron muchas las voces que dijeron que esta elección respondía a un cambio cosmético de la Iglesia orientado a contener la crisis de credibilidad a que se enfrentaba el Vaticano, o incluso un giro puramente estratégico para frenar la sangría de creyentes católicos frente a la Iglesia evangélica en América Latina. Sin embargo, Francisco demostró en poco tiempo su disposición a acometer reformas que devolvieran la fuerza al espíritu del Concilio Vaticano II, atendiendo tanto al interior como al exterior de la Iglesia y a nivel estructural, doctrinal y político.

Reformismo y conciliación vuelven al Vaticano

El alto nivel de despilfarro, unido al déficit estructural del Vaticano y la falta de transparencia en sus cuentas, hicieron que el papa reformara la Curia Romana y lanzara una profunda reestructuración económica y financiera de la Santa Sede. En el ámbito político, Francisco ha seguido una marcada línea progresista haciendo una férrea defensa de los migrantes y el medio ambiente, y enfrentándose abiertamente con partidos de ultraderecha europeos como el italiano Liga o el español VOX por sus posicionamientos xenófobos y racistas. Sin embargo, a nivel doctrinal el papa se ha mostrado tibio en temas sobre los que existía una gran expectativa, como el papel de la mujer dentro de la Iglesia, la homosexualidad, el divorcio y el celibato de los sacerdotes.

Sin duda, abordar estos temas en el seno de la Iglesia no es tarea fácil. Los sectores más rigoristas se han opuesto completamente a la corriente aperturista de Francisco, y el papa parece haber optado por evitar el enfrentamiento directo y mantener un perfil bajo mientras se asegura apoyos. En octubre de 2019, Francisco nombró a trece nuevos cardenales, cada uno de un país diferente y pertenecientes a ocho congregaciones distintas, tres de ellos jesuitas. Estos nombramientos han culminado la renovación del colegio cardenalicio, órgano que brinda asesoría al sumo pontífice y que elige al nuevo papa en caso de fallecimiento o renuncia. La llegada de los nuevos cardenales ha dado a Francisco mayoría absoluta en el cónclave, lo que afianza sus reformas, asegura que su sucesor continúe su línea progresista y le resta poder a los cardenales europeos en la dirección del cristianismo, una religión global.

El futuro de la Compañía

Tras muchas décadas de enfrentamiento con el Papado, la Compañía de Jesús disfruta ahora del beneplácito de la más alta autoridad de la Iglesia, lo que ha supuesto un impulso a sus actividades. Pese a todo, los tiempos han cambiado: la Compañía sigue siendo una de las órdenes católicas más numerosas e influyentes del mundo, pero está muy lejos de contar con los 36.000 milicianos de su época dorada. Según el último censo, de 2013, la Compañía de Jesús está integrada por algo más de 17.000 jesuitas. El acelerado descenso de las vocaciones y el envejecimiento de sus miembros no son fáciles de resolver, aunque esos problemas sean compartidos en general por todas las órdenes religiosas. En España, cuna de la Compañía, los seminarios cierran poco a poco por la falta de novicios.

Geopolítica vaticana del nuevo orden mundial

A pesar de todo, los jesuitas no renuncian a mantenerse en la vanguardia del mundo cristiano. La Teología de la Liberación no está hoy en el centro del debate religioso, pero las desigualdades sociales que dieron lugar a su nacimiento se han agravado. La capacidad de adaptación a los nuevos tiempos de los jesuitas les permite continuar su trabajo educativo y de cooperación internacional, creando redes y apoyándose cada vez más en personal laico. Con más de 4.000 centros educativos, doscientas universidades, más de trescientas ONG y decenas de editoriales, emisoras de radio y think tanks por todo el mundo, la milicia de san Ignacio de Loyola todavía es una fuerza política beligerante que seguirá teniendo un papel fundamental en una Iglesia cada vez más dividida.


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