Saturday, February 26, 2011

Secretariado para la Justicia Social


Secretariado para la Justicia Social
La misión de nuestra oficina es sostener y animar a jesuitas y colaboradores en su trabajo por la justicia y la paz en el mundo entero.


Flash News
◦SJES
(Feb-07-2011)
El nuevo número de Promotio Iustitiae, la revista trimestral del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología, se publicará en los próximos días. Haga clic aquí para acceder PJ 105: sjweb.info/sjs/pjnew


◦Sudán
(Feb-07-2011)
Los primeros resultados del referéndum en Sudán del Sur indican que la región será un estado independiente. La Compañía de Jesús está presente en las dos partes del país con un Centro de Espiritualidad Ignaciana en Jartum y dos comunidades en Rumbek y Wau, donde hace poco los jesuitas han abierto un instituto de enseñanza secundaria. Los jesuitas enseñan en Juba, la capital de Sudán del Sur y el Servicio Jesuita a Refugiados trabaja en el campo de Lobone. En diciembre el provincial pidió a los jesuitas que no se fueran del país, a pesar de las tensiones antes del referéndum, como "parte de nuestra llamada a testimoniar la misión recibida por el Señor y de nuestra entrega al pueblo de Dios en Sudán del Sur."


Headlines
Narrativa: Luísa Fernandes, Equipo Itinerante, Amazonía, Brasil (Feb-2011)
El Padre Christophe Six SJ viajó para el Amazonas en septiembre de 2005, concretamente para la Región Brasil Amazonía de la Co...


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Saturday, February 19, 2011

Llevando el sagrado nombre de Jesús



En toda la cristiandad se veía amenazado el protestantismo por formidables enemigos. Pasados los primeros triunfos de la Reforma, Roma reunió nuevas fuerzas con la esperanza de acabar con ella. Entonces fue cuando nació la orden de los jesuitas, que iba a ser el más cruel, el menos escrupuloso y el más formidable de todos los campeones del papado. Libres de todo lazo terrenal y de todo interés humano, insensibles a la voz del afecto natural, sordos a los argumentos de la razón y a la voz de la conciencia, no reconocían los miembros más ley, ni más sujeción que las de su orden, y no tenían más preocupación que la de extender su poderío. El Evangelio de Cristo había capacitado a sus adherentes para arrostrar los peligros y soportar los padecimientos, sin desmayar por el frío, el hambre, el trabajo o la miseria, y para sostener con denuedo el estandarte de la verdad frente al potro, al calabozo y a la hoguera. Para combatir contra estas fuerzas, el jesuitismo inspiraba a sus adeptos un fanatismo tal, que los habilitaba para soportar peligros similares y oponer al poder de la verdad todas las armas del engaño. Para ellos ningún crimen era demasiado grande, ninguna mentira demasiado vil, ningún disfraz demasiado difícil de llevar. Ligados por votos de pobreza y de humildad perpetuas, estudiaban el arte de adueñarse de la riqueza y del poder para consagrarlos a la destrucción del protestantismo y al restablecimiento de la supremacía papal.

Al darse a conocer como miembros de la orden, se presentaban con cierto aire de santidad, visitando las cárceles, atendiendo a los enfermos y a los pobres, haciendo profesión de haber renunciado al mundo, y
llevando el sagrado nombre de Jesús, de Aquel que anduvo haciendo bienes. Pero bajo esta fingida mansedumbre, ocultaban a menudo propósitos criminales y mortíferos. Era un principio fundamental de la orden, que el fin justifica los medios. Según dicho principio, la mentira, el robo, el perjurio y el asesinato, no sólo eran perdonables, sino dignos de ser recomendados, siempre que sirvieran los intereses de la iglesia. Con muy diversos disfraces se introducían los jesuitas en los puestos del estado, elevándose hasta la categoría de consejeros de los reyes, y dirigiendo la política de las naciones. Se hacían criados para convertirse en espías de sus señores. Establecían colegios para los hijos de príncipes y nobles, y escuelas para los del pueblo; y los hijos de padres protestantes eran inducidos a observar los ritos romanistas. Toda la pompa exterior desplegada en el culto de la iglesia de Roma se aplicaba a confundir la mente y ofuscar y embaucar la imaginación, para que los hijos traicionaran aquella libertad por la cual sus padres habían trabajado y derramado su sangre. Los jesuitas se esparcieron rápidamente por toda Europa y doquiera iban lograban reavivar el papismo.

Para otorgarles más poder, se expidió una bula que restablecía la Inquisición. No obstante el odio general que inspiraba, aun en los países católicos, el terrible tribunal fue restablecido por los gobernantes obedientes al papa; y muchas atrocidades demasiado terribles para cometerse a la luz del día, volvieron a perpetrarse en los secretos y obscuros calabozos. En muchos países, miles y miles de representantes de la flor y nata de la nación, de los más puros y nobles, de los más inteligentes y cultos, de los pastores más piadosos y abnegados, de los ciudadanos más patriotas e industriosos, de los más brillantes literatos, de los artistas de más talento y de los artesanos más expertos, fueron asesinados o se vieron obligados a huir a otras tierras.

Estos eran los medios de que se valía Roma para apagar la luz de la Reforma, para privar de la Biblia a los hombres, y restaurar la ignorancia y la superstición de la Edad Media. Empero, debido a la bendición de Dios y al esfuerzo de aquellos nobles hombres que él había suscitado para suceder a Lutero, el protestantismo no fue vencido. Esto no se debió al favor ni a las armas de los prínci

pes. Los países más pequeños, las naciones más humildes e insignificantes, fueron sus baluartes. La pequeña Ginebra, a la que rodeaban poderosos enemigos que tramaban su destrucción; Holanda en sus bancos de arena del Mar del Norte, que luchaba contra la tiranía de España, el más grande y el más opulento de los reinos de aquel tiempo; la glacial y estéril Suecia, ésas fueron las que ganaron victorias para la Reforma.
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El Conflicto de Los Siglos, E. G. White, pp.248-249.


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Thursday, February 10, 2011

Criterios para la selección de candidatos para la Compañía


(10-Feb-2011) Esta semana el P. General ha publicado un documento para ayudar a los Superiores Mayores a discernir la capacidad que puede tener un candidato para entrar en el noviciado de los Jesuitas. En su carta el P. General acentúa que estos criterios deberán ser adaptados a las diversas circunstancias de personas, culturas y lugares. El documento adjunto “Vida y Misión de la Compañía de Jesús después de la CG 35. Criterios para la selección de candidatos” se refiere a las cualidades necesarias de un candidato: cualidades espirituales, cualidades de madurez humana que incluyen el sentido de la propia identidad, la capacidad de intimidad y la capacidad de generosidad y las cualidades para la misión de la Compañía. Incluye también ocho puntos para el examen de candidatos.


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Friday, February 4, 2011

“una especie de tríptico” Identidad, comunidad, misión


XL 3/2009


Jaime Emilio González Magaña, S.J.

Somos de la Compañía de Jesús”, ya que no podían dudar que Cristo era la única cabeza del grupo; que ese nombre le había sido varias veces confirmado a Ignacio en visiones sobrenaturales y que este había sido asumido después de haberlo discernido seriamente entre todos los compañeros. Ver artículo, “Somos de la Compañía de Jesús”. Nuestra identidad y misión.

Francisco José Ruiz Pérez, S.J.

La invitación de la Compañía a cuidar de la Comunidad guarda dentro de si una intención mas que loable: se quiere que los jesuitas hagamos examen de nuestra manera personal de apropiarnos de la misión recibida. Hemos de recuperar visión espiritual sobre nuestra praxis apostólica, cualquiera que sea su forma – ministerio concreto, obra apostólica, servicio interno a la Comunidad. Esta visión espiritual debe redundar en que nos clarifiquemos mejor no tanto sobre el que de nuestra misión, sino sobre el desde donde y porque de ella. Ver artículo, “El camino de retorno. De la vida comunitaria a la misión”.

Mario de França Miranda, S.J.

Podríamos hacernos la pregunta: la emergencia de la subjetividad y el individualismo cultural y la hegemonía del factor económico en cultura actual, ¿moldearán de hecho la configuración de la Compañía en los próximos años? Pudimos verificar como nuestra misión debe ser diversamente concretizada, como nuestras comunidades deben comportarse frente a los nuevos desafíos de la sociedad, y por lo tanto, como la conciencia de que somos jesuitas (identidad) continuará siendo la misma en un nuevo contexto histórico. Si nuestra respuesta es positiva, por haber tenido coraje de introducir mudanzas, estaremos en continuidad con las generaciones anteriores. Ver artículo, “¿Una configuración nueva para la Compañía de Jesús? La institución ante las mudanzas socioculturales”.

Urbano Valero, S.J.

La vida comunitaria paso de ser concebida como una vida en común reglada por múltiples disposiciones disciplinarias, a una vida en común entretejida y vitalizada por hondas relaciones interpersonales a todos los niveles — humano, espiritual, apostólico — entre los miembros de la comunidad, participantes de una misma identidad y misión. Ver artículo, “Reflexiones en torno a una especie de tríptico: identidad, comunidad, misión”.

Simon Decloux, S.J.

Buscar otra identidad que no sea la de “compañeros de Jesús” definimos – como es habitual entre las demás personas – por referencia a aquella actividad que define nuestro lugar en la sociedad (secularizada) de hoy, ¿no equivaldría a correr el riesgo de relegar a un segundo plano la consagración total de nuestra vida a Dios, en respuesta a su llamada? Y ¿no es acaso lo natural que nuestro estar juntos, nuestra pertenencia a una comunidad fraterna haga visible de cada uno de nosotros lo que ha elegido ser y permanecer siendo, como compañero de Jesús? Y ¿no es acaso lo natural también que el compromiso en uno u otro servicio apostólico nos da a su vez el lugar que nos toca al lado del Señor, que no cesa de presentarse a nosotros, “en lugar humilde, hermoso y gracioso? (EE 144) Ver artículo, “Los lazos entre identidad, comunidad y misión en la Compañía de Jesús”.

Rosa Carbonell, RSCJ

Las comunidades han tomado conciencia de que son apostólicas, y en medio de la diversidad de trabajos, todas nos sentimos implicadas en la misión común. Esta misión consiste en comunicar el amor del Corazón de Jesús en todas y cada una de las tareas que desempañamos. Ver artículo, “Quien lo vivió da testimonio. Reflexiones entorno a un cambio de identidad.

Samuel Yañez

El laico ignaciano se encuentra con Cristo en los Ejercicios Espirituales. Me parece muy relevante en este punto la conciencia de proceso de la persona. El laico ignaciano se encuentra con Cristo en la comunidad. Tiene que haber, por tanto, pertenencia de algún modo a una comunidad que vaya más allá de la experiencia individual. El laico ignaciano lleva en comunidad una vida apostólica. A veces se plantea la disyuntiva entre la vida laical cotidiana como misión, o la entrega al servicio apostólico más allá de la vida ordinaria. Me parece que el asunto es mas hondo. Toda la vida esta llamada a ser apostólica. Ver artículo, “Laicado ignaciano: discipulado, en comunidad, para la misión”.

Paul Oberholzer, S.J.

No solo nuestra identidad difiere de la de los primeros padres, y ésta de la de los primeros jesuitas: existe también la diferencia entre la identidad fijada por las fuentes legales o fundadoras, y la identidad percibida en el ambiente social. Todos estos aspectos constituían y constituyen nuestra identidad que sigue siendo un componente dinámico al que debemos referirnos siempre con un nuevo espíritu abierto, conscientes de que la Compañía de Jesús sigue siendo siempre histórica (geschichtlich – se desarrolla continuamente en el tiempo). Ver artículo, “Nuestra identidad y nuestro carisma original. Algunas reflexiones historiográficas”.

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Algunos extractos de los decretos de la CG35

La Congregación General auscultó con cuidado la situación de nuestro cuerpo apostólico para poder dar orientaciones que alienten y hagan crecer la calidad espiritual y evangélica de nuestro modo de ser y proceder, ante todo nuestra íntima unión con Cristo, “secreto del autentico éxito del empeño apostólico y misionero. (CG35, D.1, 2).

Los jesuitas, encontramos nuestra identidad no solos, sino en compañía; en compañía con el Señor, que llama, y en compañía con otros que comparten esa llamada. […] El Hijo, la imagen única de Dios, Cristo Jesús, los une y los envía por el mundo entero. El es la imagen que esta en el corazón mismo de la existencia de cada jesuita hoy día; y es esta imagen suya la que queremos comunicar a los demás lo mejor que podamos. [CG35, D.2, 3].

La tradición de los jesuitas de tender puentes superando las fronteras es algo crucial para el mundo de hoy. Nosotros solo podremos llegar a ser puentes en medio de las divisiones de un mundo fragmentado, (identidad) si estamos unidos por el amor de Cristo nuestro Señor, (comunidad) por vínculos personales como los que unieron a Francisco Javier e Ignacio mas allá de los mares y (misión) por la obediencia que nos envía a todos en misión a cualquier parte del mundo. (GC35, D.3, 17).

La comunidad es también un lugar privilegiado para la práctica del discernimiento apostólico, sea a través de la deliberación comunitaria formalmente estructurada o mediante conversaciones informales cuya meta sea la búsqueda de la mayor eficacia en la misión. Este discernimiento nos ayudará no sólo a aceptar con gusto nuestra misión personal sino también a alegrarnos de la misión recibida por nuestros compañeros y en apoyarles en ella. De este modo nuestra misión se vera reforzada y la unión de mentes y corazones será mas firme y mas profunda. (CG35, D.4, 28).

Edward Mercieca, S.J.
Secretariado de
Espiritualidad Ignaciana


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