Saturday, May 27, 2017

Militares y jesuitas, en la crisis de Venezuela







Opinión

Militares y jesuitas, en la crisis de Venezuela 


Nicolás Maduro se apoya en las Fuerzas Armadas, que hoy tienen gran parte del control y condicionan su respaldo; la Iglesia aboga por una salida, inevitable pero compleja e indefinida.





Cuando la crisis venezolana deriva en una escalada de violencia de final incierto, la mirada empieza a concentrarse en lo que sucede dentro de las Fuerzas Armadas y en los indicios sobre sigilosos pasos de la Iglesia Católica en búsqueda de una solución negociada que implique la renuncia de Nicolás Maduro y la instauración de un gobierno de transición que evite un estallido social.

A medida que se profundiza la crisis, Maduro se repliega más sobre el poder castrense.

Quasi dictadura

A esta altura, el régimen venezolano se parece más a una dictadura militar que a un gobierno civil. Delega cada vez las funciones gubernamentales en las Fuerzas Armadas, que ya no solo son responsables del mantenimiento del orden público, sino también del crítico abastecimiento alimenticio de una población al borde del hambre.
Pero esa militarización del Estado es una moneda de dos caras. 

Por un lado, fortalece transitoriamente al Gobierno. 

Por el otro, hace depender a Maduro casi exclusivamente del favor militar, que hasta ahora se mantuvo sin fisuras, pero que nadie sabe a ciencia cierta cuánto tiempo podrá sostenerse inalterable. 

Heinz Dieterich, un sociólogo alemán radicado en México que fue uno de los principales mentores ideológicos de Hugo Chávez, hasta el punto de ser reconocido como el inventor del concepto de “socialismo del siglo XXI”, y conoce en profundidad la entretela del régimen de Caracas, sostiene que “en toda crisis de Estado son los militares los que deciden. Hoy día, la única fuerza que le queda a Nicolás Maduro es la facción militar que encabeza el general madurista Vladimir Padrino López”. 

Dieterich alerta acerca de que “la Fuerza Armada de Venezuela está dividida”.

El consenso de los analistas es que la cúpula castrense está excesivamente comprometida con el régimen. Un militar en actividad y diez retirados ocupan 11 de los 32 ministerios. Maduro, como antes Chávez, premió al generalato con el control de algunas actividades económicas, tanto lícitas como ilícitas, incluyendo cierta permisividad con el narcotráfico.
Altos oficiales, entre ellos el Ministro del Interior, General Néstor Reverol, y el exdirector de Inteligencia, Hugo Carvajal, son acusados por la Justicia estadounidense por su presunta complicidad con el tráfico de drogas.
Sin embargo, existen síntomas de malestar en la oficialidad joven, que por razones familiares está fuertemente enraizada con la clase media venezolana, cada vez más hostil al régimen. Un sector de esa oficialidad no estaría dispuesto a seguir acompañando a Maduro en la represión violenta de las movilizaciones opositoras, que ya ocasionó decenas de muertos entre los manifestantes.

Algunas versiones periodísticas sindican al general retirado Miguel Rodríguez Torres como inspirador de una corriente militar que pretendería convencer a Maduro de la necesidad de abandonar el poder y convocar a elecciones. Rodríguez Torres es parte de un sector conocido como “4-F”, en referencia al 4 de febrero de 1992, fecha del fracasado alzamiento de Chávez contra el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez. Rodríguez Torres hizo declaraciones públicas prudentes, pero inequívocas: “Hay que entender que el comandante Chávez no está y que tiene que haber cambios”.

Uniformes y sotanas

Estos trascendidos sobre lo que ocurre dentro de los cuarteles está vinculado con lo que algunos observadores estiman un giro en la política del Vaticano en relación con la crisis, incentivado por la actitud beligerantemente opositora del Episcopado venezolano. Fracasadas las gestiones mediadoras que la Santa Sede intentó realizar entre Maduro y la Mesa de Unidad Democrática y ante la radicalización del régimen, reflejada en el frustrado intento de disolver la Asamblea Nacional, controlada por la oposición,
Francisco habría resuelto alentar una línea de diálogo directo con las Fuerzas Armadas, siempre con la intención de evitar un baño de sangre. 

Con ese propósito, el Papa cuenta con dos colaboradores de primer nivel. El primero es el propio secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Paolo Parolin, quien se desempeñó como nuncio apostólico en Caracas y es un prelado con reconocidas dotes diplomáticas, acreditadas durante su exitosa tarea para establecer relaciones entre la Santa Sede y el régimen comunista de Vietnam. 

El segundo colaborador especial de Francisco es el nuevo superior general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa Abascal, un sacerdote venezolano reconocido como uno de los más prestigiosos politólogos de su país, quien dice haber consagrado la mayor parte de su dilatada vida académica a “comprender el proceso político venezolano y el papel de la Iglesia en él”.

El general de San Ignacio

Ya la elección de Sosa Abascal, el primer no europeo que asumió el cargo de superior general de la orden jesuítica, había sido tomada como un presagio. Francisco, un jesuita, habría prohijado el ascenso al frente de una orden históricamente habituada a cumplir ciertas “misiones especiales” por cuenta del Papado de un sacerdote venezolano con profunda formación política.
Cuando Sosa Abascal describía el régimen “bolivariano”, afirmaba que “estamos frente a un sistema de dominación, no frente a un sistema político que tiene legitimidad para funcionar tranquilamente”. 

Subrayaba asimismo que “la propuesta chavista se denomina cívico - militar. Se reconoce que la forma militar es parte esencial del régimen. Si yo lo dijera, lo diría al revés, es un sistema militar - cívico, porque lo militar es más importante”. 

Pero Sosa Abascal advertía también que “no existe en Venezuela una alternativa política al chavismo. Lo que existe es una oposición al régimen chavista, que une a todos aquéllos que por una razón o por otra están en contra el chavismo.
Ninguna es una alternativa política que haga posible que esa fuerza social se convierte en gobierno”. La conclusión obvia de ese análisis es que la salida de la crisis requiere la participación militar.

Esa interpretación de Sosa Abascal cobra actualidad cuando el padre Luis Ugalde, director del Centro de Reflexión y Planificación Educativa (CERPE) de los jesuitas venezolanos, señala que el país necesita un “nuevo Wolfgang Larrazabal”, en alusión al almirante que encabezó la sublevación que en 1958 derrocó al dictador Marcos Pérez Jiménez y encabezó un gobierno de transición hasta el restablecimiento de la democracia. 

Un detalle no menor: Sosa Abascal fue profesor en la Academia Militar de Venezuela.





Thursday, May 11, 2017

El horizonte de la misión para América Latina y El Caribe





Compartimos el discurso del Padre General Arturo Sosa, SJ en ImPACtando; en donde habló sobre la misión que tendrá la Compañía de Jesús en América Latina y El Caribe (ALC) para los próximos años.


“Mi intención es poner el horizonte universal en el que se mueve la misión en ALC a partir del discernimiento de la Compañía de Jesús reunida en la 36ª Congregación General en octubre de 2016″.

A continuación parte del texto:

ImPACtando – Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y El Caribe (CPAL)

20 marzo 2017

Esta reunión se propone revisar lo andado en la misión para América Latina y el Caribe y establecer los pasos a dar en los próximos años. Mi intención es poner el horizonte universal en el que se mueve la misión en ALC a partir del discernimiento de la Compañía de Jesús reunida en la 36ª Congregación General en octubre de 2016.

Las ideas que comparto a continuación no son nuevas, forman parte del largo proceso que sobre estos temas viene haciendo la Compañía. Muchas de estas ideas las he compartido en reuniones en la Curia General y en la conferencia de Asia Meridional el mes pasado.

I. La misión en el corazón y el corazón de la misión.

1. La CG 36 vuelve a insistir en la razón de ser de la Compañía de Jesús y la Iglesia: somos llamados a estar con Cristo y ser enviados en misión.
Vida-Misión o Misión-Vida son, por tanto, las dos caras de la misma moneda de nuestra vocación cristiana y jesuita.
La misión es la reconciliación que nos lleva a la conversión para tener una vida coherente con ella.
Una misión que no es nuestra sino del Señor en la cual muchos participan.

2. La reconciliación es el corazón de la misión de la Compañía de Jesús.
Así lo ha entendido la Congregación General 36ª continuando la reflexión de la Compañía a partir del Concilio Vaticano II y todo el camino recorrido como lo van expresando las Congregaciones Generales 31ª a 36ª.
Habría evocar, aunque sea en grandes trazos, como el Concilio Vaticano II vinculo la misión evangelizadora de la Iglesia a la atención de las condiciones sociales, económicas y políticas de la humanidad en el cambio de época que se vislumbraba.
Para ello la Iglesia tenía que:

Volver a sus raíces espirituales y recobrar su rostro de pueblo de Dios, servidora de la humanidad.

Revisar sus relaciones internas, abriendo paso a la responsabilidad laical –pueblo de Dios- en la tarea evangelizadora acompañada por los Pastores al servicio de la misión.
Los Obispos latinoamericanos reunidos en Medellín trazaron el mapa de la ruta a seguir en el continente. Ruta que se ha seguido con no pocas tensiones, resistencias, conflictos, avances y retrocesos.
La Compañía de Jesús se vinculó a ese proceso con el audaz liderazgo del P. Pedro Arrupe, elegido Superior General poco antes de finalizar el Concilio Vaticano II. El impulso a la renovación de la Compañía fue constante y tampoco faltaron las resistencias ni los conflictos.
La formulación de la misión de la Compañía de Jesús como la de un cuerpo frágil (pecadores-perdonados-llamados) al servicio de la fe y la promoción de la justicia culminó un largo proceso y orientó el camino a seguir en las próximas décadas.
Organizativamente dimos un primer paso al organizar las obras apostólicas en sectores apostólicos en cada Provincia que se fueron también relacionando con otras Provincias de la Región. Nos atrevimos a dar algunos pasos de interprovincialidad.
Luego descubrimos que se trataba de dimensiones apostólicas. Lo social o la espiritualidad o la educación no se restringen a unas obras o sectores son, más bien, características de todos los apostolados de la Compañía.
Nos ha costado bastante entender cómo cada obra apostólica es un instrumento de la misión y cómo los sectores apostólicos no son compartimientos estancos sino, más bien, dimensiones transversales características del modo nuestro de proceder y presentes en todos los sectores apostólicos y en cada una de las obras.

3. Al reflexionar sobre la misión, la CG 36ª, dirige su mirada a la crisis que vive la humanidad actual.
El mundo vive una sola crisis que envuelve el modelo económico, las relaciones sociales y el deterioro del medio ambiente.
Se han establecido relaciones entre los seres humanos que llevan al abuso de las personas y de los bienes.

4. La misión a la que somos enviados tiene la fe como fuente de la que nacen acciones al servicio de la promoción de la justicia a través del diálogo con las culturas y las religiones. El servicio de la fe se actúa en el ministerio de la reconciliación de los seres humanos entre sí y con la naturaleza creada que lleva a la reconciliación con Dios en Cristo.

5. Se nos invita a ser mensajeros de la esperanza conscientes de las muchas dificultades que viven los pueblos, especialmente los más pobres. Inspirados en nuestra fe somos enviados al:
Ministerio de la reconciliación por el cual ayudamos a sanar un mundo herido.
Curar las heridas personales, promover nuevos modos de producir bienes y consumirlos garantizando el respeto a la naturaleza, orientar las relaciones sociales hacia la justicia de modo que todos encuentren las condiciones para una vida digna y libre.
La reconciliación comienza con entender dónde estamos parados y discernir nuestra contribución más efectiva (magis).por eso es apostolado intelectual que permita comprender y ayudar a comprender las situaciones en las que viven los seres humanos para contribuir a la transformación de nuestras culturas y sociedades a la luz del evangelio.
Por eso lo llamamos “apostolado”. Se trata de un trabajo intelectual consistente capaz de ser vehículo de la Buena Noticia.

6. Es una invitación a integrar una vida coherente con la vocación elegida y la disponibilidad a la misión en colaboración con otros. Una vida coherente con la vocación elegida supone:

Un proceso permanente de conversión para ganar libertad interior, superar los afectos desordenados y adquirir la indiferencia ignaciana.
Formar parte activa de una comunidad de vida, es decir, desarrollar la dimensión humana de la fraternidad que nos hace hermanos y hermanas.
Cercanía afectiva y efectiva a los pobres. Los pobres nos retan a volver una y otra vez a lo esencial del evangelio. Hacernos amigos de los pobres, oírlos, aprender de su sabiduría, inspira una misión que busca un mundo justo donde todos caben y encuentran condiciones para una vida digna.
Sólida formación intelectual para comprender el mundo que vivimos y contribuir eficientemente en su transformación desde cualquiera de las actividades o ministerios al que podamos ser enviados.
En fin, una vida de unión con Cristo que nos permite ir adquiriendo el estilo de vida de Jesús.

Para leer el documento completo, haz clic aquí.



Para ver la entrevista del P. General en ImPACtando, haz clic aquí.

 


Fuente

 

Padre Sosa: “Um Papa jesuíta é uma coisa difícil de engolir”




11 Maio 2017





Rita Garcia


Quando soube que o Papa era um jesuíta, sul-americano e septuagenário, Arturo Sosa, Superior Geral da Companhia de Jesus, ficou cético. Mas foi mudando de ideias.
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Aparece vestido à civil numa sala despojada da Cúria Geral dos Jesuítas, em Roma. Ao contrário do que acontece em ocasiões formais, Arturo Sosa, o novo Superior Geral da Companhia de Jesus, aparece sem o fato preto, nem a camisa com cabeção. De cabelo e bigode brancos, surge sorridente e de bom humor. Fala fluentemente inglês e italiano, mas prefere o espanhol, com um sotaque venezuelano cerrado (também é fluente em inglês e italiano).

Arturo Sosa Abascal nasceu na Venezuela a 12 de novembro de 1948 e é o primeiro não europeu a chegar a Superior Geral dos Jesuítas. No dia em que foi escolhido, 14 de outubro de 2016, quando se tornou evidente que era o preferido dos 212 eleitores reunidos em Roma, Sosa terá comentado, com boa disposição: “Se temos de comer a galinha, não resta mais nada do que pôr a água a ferver.”

O sucessor do padre Adolfo Nicolás, que apresentou a resignação ao fim de oito anos como Geral dos Jesuítas, define-se como um homem tranquilo. Doutorado em Ciência Política, deu aulas em várias universidades (incluindo a de Georgetown) e dedicou-se longamente ao estudo da história política da Venezuela.

Em 1992, quando um grupo de militares, entre os quais se contava Hugo Chávez, levaram a cabo uma tentativa de Golpe de Estado, foi ele o representante da Igreja escolhido para garantir que os revoltosos eram transferidos em segurança da prisão militar do quartel de San Carlos, em Caracas, para a cadeia de Yare, fora da capital. A mediação foi um sucesso. No entanto, durante muito tempo, Sosa passou a ser visto por muitos como simpatizante de Chávez. Dizia-se que os tempos que passara nos bairros pobres o tinham levado a aproximar-se à esquerda.

A história e os seus escritos, porém, revelam um homem que tanto teceu críticas à esquerda como à direita. Se, por um lado, disse que o projeto político iniciado por Hugo Chávez “não se sustenta a si próprio, nem económica, nem política, nem ideologicamente numa política inovadora”, também reconheceu que os elementos da oposição “também não têm um projeto que permita pensar num futuro que não dependa das rendas [do petróleo], que é a única forma se de poder sair, a longo prazo, da situação venezuelana”.




Políticas à parte, Arturo Sosa é considerado um dos mais completos académicos da Venezuela, com uma carreira académica irrepreensível. Chegou a ser reitor da Universidade Católica de Táchira num período conturbado. A nível eclesiástico também já enfrentou provas duras, algumas das quais semelhantes às de Jorge Mario Bergoglio na Argentina. Os dois foram Superiores provinciais dos respetivos países em tempos políticos adversos: Bergoglio durante a ditadura militar, Sosa na altura do chavismo.

Quando o padre Sosa foi eleito Geral dos jesuítas, os dois conheciam-se mal. Mas embora apenas tivessem estado juntos um par de vezes, o venezuelano conhecia bem o percurso do argentino. Mesmo antes de ser Papa, Bergoglio não era um jesuíta qualquer.

Nos últimos anos, Arturo Sosa foi delegado do padre Geral para as Casas internacionais e as Obras da Companhia de Jesus em Roma. Com isso, tinha a responsabilidade de controlar a formação dos jesuítas e também as casas da Companhia, incluindo a Universidade Gregoriana e a Cúria Geral, em Roma. É lá que vive agora.