Monday, April 2, 2012

¿Por qué necesitamos un Plan Apostólico?


Cuando Ignacio al final de su vida se decide a contar su historia, escoge referirse a sí mismo como El Peregrino. Tiene conciencia de que su vida, desde Pamplona, ha sido un desplazamiento físico continuo hasta llegar a Roma. Pero lo central ha sido el permanente cambio en su espíritu. Su comprensión de sí mismo, su visión del mundo y su relación con Dios van mudando en la medida que asumen las nuevas experiencias, las nuevas personas y las nuevas fronteras.

Ignacio enfrentó un mundo en cambio. Hoy nuestra Compañía de Jesús enfrenta mutaciones sociales y culturales que se muestran cada vez más aceleradas. Estas modificaciones van planteando nuevos desafíos al “servicio de la fe y la promoción de la justicia”, que queremos hacer en diálogo con las culturas y las religiones. Este contexto requiere que vayamos dando nuevas respuestas, pero no sólo eso, sino también nuevas propuestas que expresen el deseo de Dios para este mundo.

Es el Espíritu el que nos mueve. Ante Cristo puesto en cruz, solidario con los crucificados del mundo, nos preguntamos personalmente y como cuerpo: “¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?” (EE.EE. 53). La Compañía de Jesús ha buscado responder estas preguntas con generosidad a lo largo de su historia y proponer con audacia nuevos caminos y formas. Un Plan Apostólico debiera ayudarnos a generar plataformas desde las cuales lanzarnos hacia las fronteras, con respuestas y propuestas a estas preguntas tan antiguas y tan nuevas.

El nuevo Plan Apostólico es la expresión de nuestro deseo de enfrentar juntos el desafío, de asociarnos como un solo cuerpo en misión. Es el marco global que permite comprender cómo encajan nuestros empeños personales en la tarea del cuerpo entero. Es un medio para ordenar nuestras fuerzas, sabiendo que todo es bueno, en dirección hacia lo que hoy estimamos “más conduce al fin para el que somos criados” (EE.EE. 23).

La ejecución de un Plan Apostólico de la Provincia exige volver a las raíces de nuestro carisma y, a la vez, encarnarse en el momento actual de la sociedad. Es un proceso de fidelidad a la propia identidad peregrina. Es descubrir nuestra particular y actual misión en las distintas fronteras, enraizadas y emergentes, en la sociedad a la cual hemos sido enviados como servidores.

El llamado a las fronteras actuales

“El Papa nos manda a las fronteras”, recordó el Padre Nicolás durante su visita a Chile. “La frontera es… una situación tan difícil, tan problemática, a la cual nadie quiere ir…. Y el Papa dice “ustedes vayan”…. Antes eran más geográficas… Pero hoy las fronteras son mucho más cercanas y tenemos que tener la habilidad para descubrir dónde están”.

En Chile existen muchas fronteras que cuestionan, preocupan y confunden. Tres son las fronteras a las cuales nos sentimos llamados a dar una respuesta desde nuestra identidad y colaborando con otros, al servicio de la Iglesia: (a) las personas en situación de exclusión social, (b) la juventud que es el futuro de la Iglesia y de la sociedad, y (c) la colaboración con otros como nuestro modo de proceder.

Queremos enfocar nuestro trabajo apostólico en torno a estas tres prioridades transversales, materializables en cualquier misión encomendada.

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* Tomado del "Plan Apostólico de Provincia 2011-2020"





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