Más Allá de la Ciencia nº 246
Textos Frank G. Rubio
Aunque tradicionalmente se les atribuye una enemistad histórica, lo cierto es que los jesuitas y los masones tienen muchas cosas en común, como las persecuciones a las que han sido sometidos o su modelo de organización. Pero el principal rasgo de ambos es, sin duda, su lucha contra el poder establecido en todas sus manifestaciones.
En 1738 Clemente XII (1730-1740), Columna excelsa según las profecías de San
Malaquías, emitió la bula In Eminenti, el primer documento papal contra la masonería. Treinta y cinco años después, en 1773, Clemente XIV (1769-1774),Visus velox, promulgó el breve Dominus ac redemptor, en virtud del cual quedaba suprimida la Compañía de Jesús (Societas Iesu). Murió envenenado. Antes de esto, entre 1759 y 1761, el Marqués de Pombal expulsó a los jesuitas de Portugal y de todos sus territorios ultramarinos. Los sacerdotes fueron detenidos y transportados a las posesiones del Papa en Italia y sus propiedades fueron confiscadas. Seis años después, durante la madrugada del 2 al 3 de abril, en el transcurso de una operación policial meticulosamente preparada, las tropas españolas ocuparon todos los edificios que los jesuitas poseían tanto en la Península como en ultramar. Sin demasiadas formalidades, los religiosos fueron embarcados (muchos se encontraban en América) y trasladados, como sus predecesores lusos, a las playas del Papa en Italia. Gobernaba entonces en España Carlos III.
Por su parte, el monarca Luis XV ya había firmado un decreto del Parlement (1762) que ponía fin a las actividades de los jesuitas en territorio francés. Y lo mismo ocurriría en Nápoles, Parma y Austria. En 1814 Pío VII (1800-1823), Aquila rapax, el papa que ungió a Napoleón Bonaparte en París como emperador –y al que luego excomulgó–, restauró tanto la Inquisición como la Compañía de Jesús. Es preciso señalar, sin embargo, que los jesuitas nunca se disolvieron en Rusia, donde gobernaba Catalina II, ni en Prusia, donde lo hacía Federico el Grande, ambos monarcas nada católicos, por cierto. El padre Malachi Martin, teólogo y ex jesuita, en su obra Los jesuitas aduce como causa de estos acontecimientos la influencia de la francmasonería sobre los monarcas de la Casa de Borbón.
JUAN XXIII Y PABLO VI, ¿PAPAS MASONES?
Abordaremos la relación actual entre masones y jesuitas a partir de una serie de noticias relativamente recientes. La primera se produjo en 2008 y es la concesión por parte del Supremo Consejo del Grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para España del primer premio internacional “Alberto Martínez Lacaci” al jesuita
Pedro Álvarez Lázaro. El galardón reconoce su “labor de propagación de los valores masónicos”. Don Pedro es catedrático de Historia de la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid), académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y miembro fundador del Instituto de Investigación sobre Liberalismo, Krausismo y Masonería, del que fue director adjunto entre los años 1990 y 2004. En 1983 El País publicó unas declaraciones de José Antonio Ferrer Benimeli, profesor de Historia Contemporánea Universal y de España en la Universidad de Zaragoza y especialista en masonería, en las que se refería a la masonería en los siguientes términos: “No es ni tan mala ni tan buena como pretenden unos y otros. No ha tenido, ni por supuesto tiene, la importancia que se le ha pretendido dar. Han pretendido jugar con los misterios, y esto solo engaña a los ignorantes; a los especialistas en sociedades secretas no nos sirven los misterios”. Recientemente, en otra entrevista concedida a esta revista (MÁS ALLÁ, 231), Benimeli, en la actualidad director del Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española (CEHME), señalaba: “La masonería podría considerarse una asociación iniciática que busca la Verdad y una escuela de formación del hombre para que sea más libre, más comprensivo y más demócrata y para que pueda encajar mejor en esa utopía de la fraternidad del Universo de la que cada vez estamos más lejos.
La masonería está por encima de las religiones y de los partidos políticos”. El tiempo pasa y las viejas heridas cicatrizan. Otros personajes con otras vivencias ocupan el escenario recitando papeles que responden a otros guiones. Los que habían sido enemigos declarados durante siglos (el XIX y gran parte del XX fueron extremadamente conflictivos entre ambas agrupaciones) hoy parecen converger. Un nuevo mundo, otras consideraciones y otras prioridades adquieren relevancia. No obstante, también podríamos pensar –y no se nos tome a mal– que podría ser aplicable a este caso la famosa cita de Adam Smith “Los comerciantes del mismo gremio rara vez se reúnen, siquiera para pasar un buen rato, sin que terminen conspirando contra el público”. Porque ¿hasta donde sigue existiendo enemistad entre la Iglesia católica y la masonería? En una publicación masónica peruana (2008) Eduardo Seleson afirma lo siguiente: “Hace unos años, el ilustre profesor y licenciado Alfonso Sierra Partida intentó publicar en los periódicos de la ciudad de México D.F. una copia del acta de iniciación en una logia de París donde se deja asentado que los profanos Angelo Roncalli (Juan XXIII) y Giovanni Montini (Pablo VI) habían sido elevados el mismo día para ser iniciados en los Augustos Misterios de la Francmasonería”. Y prosigue: “Pier Carpi, serio investigador periodístico y en un tiempo fuerte detractor de todo tipo de sociedades iniciáticas o secretas, es, paradójicamente, quien habría de encontrar en el transcurso de sus pesquisas las pruebas documentales de la iniciación masónica en Turquía de Angelo Roncalli (papa Juan XXIII)”. Los detalles de esta historia pueden consultarse en la obra Las profecías de Juan XXIII (Ed. Martínez Roca), de Pier Carpi. Escritor, guionista de cómic y director de cine, Carpi fue miembro de la logia P2 y amigo de su Gran Maestre, Licio Gelli (MÁS ALLÁ, 178), su deus ex machina, sobre el cual escribió un libro exculpatorio.
Textos Frank G. Rubio
Aunque tradicionalmente se les atribuye una enemistad histórica, lo cierto es que los jesuitas y los masones tienen muchas cosas en común, como las persecuciones a las que han sido sometidos o su modelo de organización. Pero el principal rasgo de ambos es, sin duda, su lucha contra el poder establecido en todas sus manifestaciones.
En 1738 Clemente XII (1730-1740), Columna excelsa según las profecías de San
Malaquías, emitió la bula In Eminenti, el primer documento papal contra la masonería. Treinta y cinco años después, en 1773, Clemente XIV (1769-1774),Visus velox, promulgó el breve Dominus ac redemptor, en virtud del cual quedaba suprimida la Compañía de Jesús (Societas Iesu). Murió envenenado. Antes de esto, entre 1759 y 1761, el Marqués de Pombal expulsó a los jesuitas de Portugal y de todos sus territorios ultramarinos. Los sacerdotes fueron detenidos y transportados a las posesiones del Papa en Italia y sus propiedades fueron confiscadas. Seis años después, durante la madrugada del 2 al 3 de abril, en el transcurso de una operación policial meticulosamente preparada, las tropas españolas ocuparon todos los edificios que los jesuitas poseían tanto en la Península como en ultramar. Sin demasiadas formalidades, los religiosos fueron embarcados (muchos se encontraban en América) y trasladados, como sus predecesores lusos, a las playas del Papa en Italia. Gobernaba entonces en España Carlos III.
Por su parte, el monarca Luis XV ya había firmado un decreto del Parlement (1762) que ponía fin a las actividades de los jesuitas en territorio francés. Y lo mismo ocurriría en Nápoles, Parma y Austria. En 1814 Pío VII (1800-1823), Aquila rapax, el papa que ungió a Napoleón Bonaparte en París como emperador –y al que luego excomulgó–, restauró tanto la Inquisición como la Compañía de Jesús. Es preciso señalar, sin embargo, que los jesuitas nunca se disolvieron en Rusia, donde gobernaba Catalina II, ni en Prusia, donde lo hacía Federico el Grande, ambos monarcas nada católicos, por cierto. El padre Malachi Martin, teólogo y ex jesuita, en su obra Los jesuitas aduce como causa de estos acontecimientos la influencia de la francmasonería sobre los monarcas de la Casa de Borbón.
JUAN XXIII Y PABLO VI, ¿PAPAS MASONES?
Abordaremos la relación actual entre masones y jesuitas a partir de una serie de noticias relativamente recientes. La primera se produjo en 2008 y es la concesión por parte del Supremo Consejo del Grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para España del primer premio internacional “Alberto Martínez Lacaci” al jesuita
Pedro Álvarez Lázaro. El galardón reconoce su “labor de propagación de los valores masónicos”. Don Pedro es catedrático de Historia de la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid), académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y miembro fundador del Instituto de Investigación sobre Liberalismo, Krausismo y Masonería, del que fue director adjunto entre los años 1990 y 2004. En 1983 El País publicó unas declaraciones de José Antonio Ferrer Benimeli, profesor de Historia Contemporánea Universal y de España en la Universidad de Zaragoza y especialista en masonería, en las que se refería a la masonería en los siguientes términos: “No es ni tan mala ni tan buena como pretenden unos y otros. No ha tenido, ni por supuesto tiene, la importancia que se le ha pretendido dar. Han pretendido jugar con los misterios, y esto solo engaña a los ignorantes; a los especialistas en sociedades secretas no nos sirven los misterios”. Recientemente, en otra entrevista concedida a esta revista (MÁS ALLÁ, 231), Benimeli, en la actualidad director del Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española (CEHME), señalaba: “La masonería podría considerarse una asociación iniciática que busca la Verdad y una escuela de formación del hombre para que sea más libre, más comprensivo y más demócrata y para que pueda encajar mejor en esa utopía de la fraternidad del Universo de la que cada vez estamos más lejos.
La masonería está por encima de las religiones y de los partidos políticos”. El tiempo pasa y las viejas heridas cicatrizan. Otros personajes con otras vivencias ocupan el escenario recitando papeles que responden a otros guiones. Los que habían sido enemigos declarados durante siglos (el XIX y gran parte del XX fueron extremadamente conflictivos entre ambas agrupaciones) hoy parecen converger. Un nuevo mundo, otras consideraciones y otras prioridades adquieren relevancia. No obstante, también podríamos pensar –y no se nos tome a mal– que podría ser aplicable a este caso la famosa cita de Adam Smith “Los comerciantes del mismo gremio rara vez se reúnen, siquiera para pasar un buen rato, sin que terminen conspirando contra el público”. Porque ¿hasta donde sigue existiendo enemistad entre la Iglesia católica y la masonería? En una publicación masónica peruana (2008) Eduardo Seleson afirma lo siguiente: “Hace unos años, el ilustre profesor y licenciado Alfonso Sierra Partida intentó publicar en los periódicos de la ciudad de México D.F. una copia del acta de iniciación en una logia de París donde se deja asentado que los profanos Angelo Roncalli (Juan XXIII) y Giovanni Montini (Pablo VI) habían sido elevados el mismo día para ser iniciados en los Augustos Misterios de la Francmasonería”. Y prosigue: “Pier Carpi, serio investigador periodístico y en un tiempo fuerte detractor de todo tipo de sociedades iniciáticas o secretas, es, paradójicamente, quien habría de encontrar en el transcurso de sus pesquisas las pruebas documentales de la iniciación masónica en Turquía de Angelo Roncalli (papa Juan XXIII)”. Los detalles de esta historia pueden consultarse en la obra Las profecías de Juan XXIII (Ed. Martínez Roca), de Pier Carpi. Escritor, guionista de cómic y director de cine, Carpi fue miembro de la logia P2 y amigo de su Gran Maestre, Licio Gelli (MÁS ALLÁ, 178), su deus ex machina, sobre el cual escribió un libro exculpatorio.
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Muy interesante, te invito a que complementes tus ideas en mi publicación Jesuitas y Territorio.
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