'Sherrys', jesuitas y aristócratas: así decidieron en Londres en el 36 que Franco ganara la guerra
En su nuevo ensayo, 'La pérfida Albión' (Debate), el hispanista Paul Preston revela que, pese a su aparente neutralidad, Gran Bretaña jugó un papel fundamental en la Guerra Civil española
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Una fotografía del Soho de Londres en los años 30. (General Photographic Agency/Getty Images)
Por
Julio Martín Alarcón
02/02/2025 - 05:00
En el largo y sangriento verano del 36, mientras la República intentaba desesperadamente el apoyo de Gran Bretaña y Francia, nadie reparó en que la moda entre las familias adineradas de Sevilla, Málaga, Jerez o el Puerto de Santa María de educar a sus hijos en los exclusivos colegios católicos de Inglaterra como Stonyhurst y Beaumont College, de la orden de los jesuitas o Ampleforth y Downside, serían claves para el desarrollo de la guerra y para la victoria del bando franquista.
Una clase formada por aristócratas, ricos comerciantes y exportadores de los vinos de Jerez con una larga tradición familiar vinculada a Gran Bretaña, a menudo entremezcladas entre ellas y que habían empezado a enviar a sus hijos a los exclusivos colleges británicos tan pronto como a mediados del siglo XIX. Los Merry del Val, Fitz-James Stuart, Osborne, Zulueta, Larios y otros cuyos vínculos con los conservadores británicos y su apoyo al bando franquista tendrían un peso definitivo en la política exterior británica hacia la Guerra Civil, favoreciendo a los rebeldes.
La historia sale de una frase del historiador Paul Preston recogida en su nuevo libro La pérfida Albión. El contradictorio papel británico en la Guerra Civil Española (Debate): "Era habitual que los aristócratas españoles y los vástagos de las principales familias exportadoras de jerez se educaran en internados católicos ingleses como Beaumont, Downside, Ampleforth y Stonyhurst. Existían, pues, unos vínculos y una amistad entre las clases altas que intensificaban la hostilidad de base de los conservadores británicos hacia la República española". Hablaban el "mismo idioma" según Preston y pudieron influir de forma decisiva en contra de la República.
Una hostilidad que se basó en gran medida en una cuestión de clase y también en unos intereses comerciales entre Gran Bretaña y España —que se habían intensificado a principios del XX— y que serían claves para el Comité de No Intervención impulsado por Gran Bretaña, lo que en la práctica supondría la negativa de auxilio de las democracias a la República y el campo libre para la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista al bando franquista.
Hablaban el "mismo idioma" según Paul Preston y pudieron influir de forma decisiva en contra de la Segunda República
Aunque Preston no desarrolla la cuestión de los colegios, merece la pena detenerse en los alumnos que pasaron por los colleges británicos, ¿la vinculación desde la infancia a unos principios y valores de una clase y una educación pudo condenar a la República? Según el historiador Bernardo Rodríguez Caparrini, la orden jesuita había inaugurado el Stonyhurst College en Lancashire en 1794 y más tarde el Mount Saint Mary en Sheffield al que se uniría el popularísimo colegio de San Estanislao, más conocido como Beaumont College, en Old Windsor (Berkshire) inaugurado en 1861, momento desde el cual atrajo a alumnos españoles, —lo indica Bernardo Rodríguez Caparrini en Alumnos españoles en el internado jesuita de Beaumont (Old Windsor, Inglaterra), 1886-1892—.
Por las aulas del Beaumont pasaron entre otros Alfonso Merry del Val Zulueta (1864-1943) quien sería embajador español en Londres durante el reinado de Alfonso XIII (1913-1931) y también Jacobo Fitz-James Stuart, el duque de Alba, que se convertiría en el representante oficioso del bando franquista en Londres desde 1937, además de familias hispanoinglesas de la élite financiera como Alfonso María de Zulueta Petre con quienes estaban emparentado los Merry del Val.
En el Stonyhurst College estudiaron Luis Antonio Bolín, quien participaría en la trama para conseguir el Dragon Rapide que llevaría al general Franco de Canarias a Marruecos para iniciar la rebelión, y también Gonzalo Aguilera Munro, terrateniente, que estaría en la oficina de prensa franquista bajo las órdenes de Bolín y junto a Pedro Merry del Val, uno de los hijos de Alfonso y otro alumno del Stonyhurst.
Existía, pues una vinculación importante desde hacía muchos años y un sentimiento antirrepublicano arraigado entre esos conservadores británicos y que según Preston venía de muy lejos: “El sesgo implícito en la no intervención se remontaba a la caída de la monarquía española en abril de 1931. La coalición liberal-progresista entre republicanos y socialistas constituida el 14 de abril se consideraba análoga al impotente Gobierno de Kérenski que precedió a la revolución bolchevique. Los funcionarios del Ministerio de Exteriores británico no ocultaban que la nueva administración republicana les parecía un caballo de Troya controlado por la Comintern”.
Existía una vinculación importante desde hacía muchos años y un sentimiento antirrepublicano arraigado entre esos conservadores británicos
Hay que tener en cuenta que fue precisamente ese momento, con la proclamación de la II República cuando cesaría como embajador en Gran Bretaña Alfonso Merry del Val, en donde había tenido y seguiría teniendo una enorme influencia, como también lo haría Jacobo Fitz-James Stuart, ‘Jimmy Alba’, el caballo de Troya, en ese sentido, no era tanto el de la Comintern en Madrid como el de los monárquicos en Londres.
El hispanista británico, que ha recopilado para esta obra gran parte de sus estudios anteriores con el objetivo de mostrar un cuadro más completo de la decisiva actitud británica durante la Guerra Civil, desgrana la tesis de que el Comité de no Intervención se formuló, de hecho, como instrumento velado para favorecer directamente al bando franquista y de forma conjunta a la política de apaciguamiento con Hitler y Mussolini. ¿Cómo se llegó a él? Además de la influencia de los monárquicos españoles, estaban los intereses económicos.
Siguiendo las tesis ya expuestas por el historiador Enrique Moradiellos explica que: "debido a sus considerables intereses comerciales en España los británicos se sentían inclinados a mostrarse hostiles a la República. La comunidad empresarial creía que era muy probable que anarquistas y demás revolucionarios españoles requisara y colectivizaran las propiedades de los británicos", recoge el libro de Preston.
Lo cierto es que las interacciones comerciales entre España y Gran Bretaña se habían intensificado notablemente desde principios del XX y habían tenido su origen en la cuestión cultural y educativa durante la época de la Restauración y en donde habían participado precisamente Alfonso Merry del Val o el mismo Luis Antonio Bolín. Finalizada la Primera Guerra Mundial, las autoridades británicas trataron de estrechar lazos culturales y comerciales con España como vía en parte también para penetrar en el mercado sudamericano.
Así, en 1919 se creó la Anglo-Spanish Society of the British Empire and Spanish-speaking countries en el número 2 de Bloomsbury Square que aunque se presentó como una institución cultural, según el estudio de Luis G. Campos, tenía profundos fines políticos y comerciales. Además, seguía la estrategia marcada desde el Foreign Office. Es decir, trató de aprovechar la relación con España para acercarse a los países sudamericanos, indica Luis G. Campos en La formación del gentleman español. Las residencias de estudiantes en España (1910-1936). La lista de la citada sociedad contaba lógicamente en la junta directiva con Merry del Val que era entonces el embajador y entre sus miembros y colaboradores estaban también Bolín o Ramiro de Maeztu.
Finalizada la Primera Guerra Mundial, las autoridades británicas trataron de estrechar lazos culturales y comerciales con España
Todo este acercamiento cultural y del estudio de la lengua, que desterraban en gran parte esa idea de La pérfida Albión, clásica de la tradición española por la rivalidad durante siglos, fomentó lazos con los conservadores españoles y a su vez una mayor relación económica que, sin embargo, supuso una subordinación de España en términos comerciales a Gran Bretaña: era obvio que la mera idea de un frente comunista y anarquista que pusiera en peligro esa relación comercial predispuso en las islas.
Y además de todo eso, llegó el verano del 36. La realidad es que el estallido de la Guerra Civil tras el golpe de Estado del 18 de julio no pudo esconder el otro estallido de una revolución anarquista en el territorio de la República o la responsabilidad del gobierno en matanzas como la de Paracuellos. Es la parte más condescendiente del libro de Preston en torno a las razones que motivaron al gobierno inglés para la creación de ese Comité de No intervención que beneficiaría a la postre al bando rebelde: "Tras la victoria de la coalición electoral del Frente Popular en febrero de 1936, en los círculos de las clases dominantes británicas, el temor a la inminencia de una revolución social sangrienta en España se vio acrecentado por las exageraciones partidistas de Norman King, cónsul general de Gran Bretaña en Barcelona. Las ejecuciones que siguieron a la derrota de la rebelión del general Manuel Goded en la capital catalana suscitaron una serie de descripciones de Norman King "que rivalizaban con las estampas más horripilantes de Goya". Durante las semanas siguientes, los escabrosos informes que King enviaba a Londres se imprimieron y distribuyeron entre los miembros del Gobierno", se menciona también en La pérfida Albión.
Por
Julio Martín Alarcón
02/02/2025 - 05:00
En el largo y sangriento verano del 36, mientras la República intentaba desesperadamente el apoyo de Gran Bretaña y Francia, nadie reparó en que la moda entre las familias adineradas de Sevilla, Málaga, Jerez o el Puerto de Santa María de educar a sus hijos en los exclusivos colegios católicos de Inglaterra como Stonyhurst y Beaumont College, de la orden de los jesuitas o Ampleforth y Downside, serían claves para el desarrollo de la guerra y para la victoria del bando franquista.
Una clase formada por aristócratas, ricos comerciantes y exportadores de los vinos de Jerez con una larga tradición familiar vinculada a Gran Bretaña, a menudo entremezcladas entre ellas y que habían empezado a enviar a sus hijos a los exclusivos colleges británicos tan pronto como a mediados del siglo XIX. Los Merry del Val, Fitz-James Stuart, Osborne, Zulueta, Larios y otros cuyos vínculos con los conservadores británicos y su apoyo al bando franquista tendrían un peso definitivo en la política exterior británica hacia la Guerra Civil, favoreciendo a los rebeldes.
La historia sale de una frase del historiador Paul Preston recogida en su nuevo libro La pérfida Albión. El contradictorio papel británico en la Guerra Civil Española (Debate): "Era habitual que los aristócratas españoles y los vástagos de las principales familias exportadoras de jerez se educaran en internados católicos ingleses como Beaumont, Downside, Ampleforth y Stonyhurst. Existían, pues, unos vínculos y una amistad entre las clases altas que intensificaban la hostilidad de base de los conservadores británicos hacia la República española". Hablaban el "mismo idioma" según Preston y pudieron influir de forma decisiva en contra de la República.
Una hostilidad que se basó en gran medida en una cuestión de clase y también en unos intereses comerciales entre Gran Bretaña y España —que se habían intensificado a principios del XX— y que serían claves para el Comité de No Intervención impulsado por Gran Bretaña, lo que en la práctica supondría la negativa de auxilio de las democracias a la República y el campo libre para la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista al bando franquista.
Hablaban el "mismo idioma" según Paul Preston y pudieron influir de forma decisiva en contra de la Segunda República
Aunque Preston no desarrolla la cuestión de los colegios, merece la pena detenerse en los alumnos que pasaron por los colleges británicos, ¿la vinculación desde la infancia a unos principios y valores de una clase y una educación pudo condenar a la República? Según el historiador Bernardo Rodríguez Caparrini, la orden jesuita había inaugurado el Stonyhurst College en Lancashire en 1794 y más tarde el Mount Saint Mary en Sheffield al que se uniría el popularísimo colegio de San Estanislao, más conocido como Beaumont College, en Old Windsor (Berkshire) inaugurado en 1861, momento desde el cual atrajo a alumnos españoles, —lo indica Bernardo Rodríguez Caparrini en Alumnos españoles en el internado jesuita de Beaumont (Old Windsor, Inglaterra), 1886-1892—.
Por las aulas del Beaumont pasaron entre otros Alfonso Merry del Val Zulueta (1864-1943) quien sería embajador español en Londres durante el reinado de Alfonso XIII (1913-1931) y también Jacobo Fitz-James Stuart, el duque de Alba, que se convertiría en el representante oficioso del bando franquista en Londres desde 1937, además de familias hispanoinglesas de la élite financiera como Alfonso María de Zulueta Petre con quienes estaban emparentado los Merry del Val.
En el Stonyhurst College estudiaron Luis Antonio Bolín, quien participaría en la trama para conseguir el Dragon Rapide que llevaría al general Franco de Canarias a Marruecos para iniciar la rebelión, y también Gonzalo Aguilera Munro, terrateniente, que estaría en la oficina de prensa franquista bajo las órdenes de Bolín y junto a Pedro Merry del Val, uno de los hijos de Alfonso y otro alumno del Stonyhurst.
Existía, pues una vinculación importante desde hacía muchos años y un sentimiento antirrepublicano arraigado entre esos conservadores británicos y que según Preston venía de muy lejos: “El sesgo implícito en la no intervención se remontaba a la caída de la monarquía española en abril de 1931. La coalición liberal-progresista entre republicanos y socialistas constituida el 14 de abril se consideraba análoga al impotente Gobierno de Kérenski que precedió a la revolución bolchevique. Los funcionarios del Ministerio de Exteriores británico no ocultaban que la nueva administración republicana les parecía un caballo de Troya controlado por la Comintern”.
Existía una vinculación importante desde hacía muchos años y un sentimiento antirrepublicano arraigado entre esos conservadores británicos
Hay que tener en cuenta que fue precisamente ese momento, con la proclamación de la II República cuando cesaría como embajador en Gran Bretaña Alfonso Merry del Val, en donde había tenido y seguiría teniendo una enorme influencia, como también lo haría Jacobo Fitz-James Stuart, ‘Jimmy Alba’, el caballo de Troya, en ese sentido, no era tanto el de la Comintern en Madrid como el de los monárquicos en Londres.
El hispanista británico, que ha recopilado para esta obra gran parte de sus estudios anteriores con el objetivo de mostrar un cuadro más completo de la decisiva actitud británica durante la Guerra Civil, desgrana la tesis de que el Comité de no Intervención se formuló, de hecho, como instrumento velado para favorecer directamente al bando franquista y de forma conjunta a la política de apaciguamiento con Hitler y Mussolini. ¿Cómo se llegó a él? Además de la influencia de los monárquicos españoles, estaban los intereses económicos.
Siguiendo las tesis ya expuestas por el historiador Enrique Moradiellos explica que: "debido a sus considerables intereses comerciales en España los británicos se sentían inclinados a mostrarse hostiles a la República. La comunidad empresarial creía que era muy probable que anarquistas y demás revolucionarios españoles requisara y colectivizaran las propiedades de los británicos", recoge el libro de Preston.
Lo cierto es que las interacciones comerciales entre España y Gran Bretaña se habían intensificado notablemente desde principios del XX y habían tenido su origen en la cuestión cultural y educativa durante la época de la Restauración y en donde habían participado precisamente Alfonso Merry del Val o el mismo Luis Antonio Bolín. Finalizada la Primera Guerra Mundial, las autoridades británicas trataron de estrechar lazos culturales y comerciales con España como vía en parte también para penetrar en el mercado sudamericano.
Así, en 1919 se creó la Anglo-Spanish Society of the British Empire and Spanish-speaking countries en el número 2 de Bloomsbury Square que aunque se presentó como una institución cultural, según el estudio de Luis G. Campos, tenía profundos fines políticos y comerciales. Además, seguía la estrategia marcada desde el Foreign Office. Es decir, trató de aprovechar la relación con España para acercarse a los países sudamericanos, indica Luis G. Campos en La formación del gentleman español. Las residencias de estudiantes en España (1910-1936). La lista de la citada sociedad contaba lógicamente en la junta directiva con Merry del Val que era entonces el embajador y entre sus miembros y colaboradores estaban también Bolín o Ramiro de Maeztu.
Finalizada la Primera Guerra Mundial, las autoridades británicas trataron de estrechar lazos culturales y comerciales con España
Todo este acercamiento cultural y del estudio de la lengua, que desterraban en gran parte esa idea de La pérfida Albión, clásica de la tradición española por la rivalidad durante siglos, fomentó lazos con los conservadores españoles y a su vez una mayor relación económica que, sin embargo, supuso una subordinación de España en términos comerciales a Gran Bretaña: era obvio que la mera idea de un frente comunista y anarquista que pusiera en peligro esa relación comercial predispuso en las islas.
Y además de todo eso, llegó el verano del 36. La realidad es que el estallido de la Guerra Civil tras el golpe de Estado del 18 de julio no pudo esconder el otro estallido de una revolución anarquista en el territorio de la República o la responsabilidad del gobierno en matanzas como la de Paracuellos. Es la parte más condescendiente del libro de Preston en torno a las razones que motivaron al gobierno inglés para la creación de ese Comité de No intervención que beneficiaría a la postre al bando rebelde: "Tras la victoria de la coalición electoral del Frente Popular en febrero de 1936, en los círculos de las clases dominantes británicas, el temor a la inminencia de una revolución social sangrienta en España se vio acrecentado por las exageraciones partidistas de Norman King, cónsul general de Gran Bretaña en Barcelona. Las ejecuciones que siguieron a la derrota de la rebelión del general Manuel Goded en la capital catalana suscitaron una serie de descripciones de Norman King "que rivalizaban con las estampas más horripilantes de Goya". Durante las semanas siguientes, los escabrosos informes que King enviaba a Londres se imprimieron y distribuyeron entre los miembros del Gobierno", se menciona también en La pérfida Albión.
![](https://images.ecestaticos.com/kSAKZPDhzFEX7gPtVZAjLp1Jxe8=/14x8:395x516/1440x1920/filters:fill(white):format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F7b2%2Fcb7%2F5c8%2F7b2cb75c834192c8b38a1bc13eed03c6.jpg)
La pérfida Albión', edita Debate.
El hispanista británico incide además en el carácter claramente pro rebelde del embajador británico durante toda la guerra, Henry Chilton, que se habría mostrado abierta e implacablemente hostil ante el gobierno republicano ante el que estaba acreditado y a quien achaca gran parte la responsabilidad de la idea que se formó en Gran Bretaña sobre el carácter revolucionario y bolchevique del bando republicano y que ayudarían a amplificar los aristócratas y terratenientes educados en los colegios jesuitas ingleses y poco después de que el mismo Manuel Azaña hubiera expulsado a la orden en España en 1931.
Lo cierto es que las noticias del verano sangriento en España llegaron a Londres, que junto a las predisposiciones que existían con anterioridad antirrepublicanas, y el temor a unas consecuencias negativas para sus intereses económicos, provocaron que nunca se considerara la condición de esa "democracia en peligro" que reclamaron con insistencia las autoridades republicanas, sin éxito, a Gran Bretaña y Francia. Otra cuestión es si fue realmente decisivo el bloqueo de la ayuda a la II República, que según esa clásica teoría se tuvo que "echar en manos de traficantes de armas sin escrúpulos", a diferencia de los rebeldes franquistas que recibían la ayuda de Alemania e Italia mientras los ingleses hacían la vista gorda siguiendo la política de apaciguamiento. Hubo otros factores.
Sea como fuere, la batalla política y propagandística en Gran Bretaña la ganaron, más que los franquistas, los monárquicos, por mucho que luego algunos corresponsales británicos tuvieran que salir por patas del frente franquista amenazados, precisamente, por los exalumnos del Stonyhurst, Luis Antonio Bolín, o Gonzalo Aguilera, quien según Herbert Soutworth expulsó a F. A. Rice del Morning Post por escribir en un reportaje: "Veo a Aguilera como a un padre prefecto de Stonyhurst, muy respetado pero no muy popular".
El hispanista británico incide además en el carácter claramente pro rebelde del embajador británico durante toda la guerra, Henry Chilton, que se habría mostrado abierta e implacablemente hostil ante el gobierno republicano ante el que estaba acreditado y a quien achaca gran parte la responsabilidad de la idea que se formó en Gran Bretaña sobre el carácter revolucionario y bolchevique del bando republicano y que ayudarían a amplificar los aristócratas y terratenientes educados en los colegios jesuitas ingleses y poco después de que el mismo Manuel Azaña hubiera expulsado a la orden en España en 1931.
Lo cierto es que las noticias del verano sangriento en España llegaron a Londres, que junto a las predisposiciones que existían con anterioridad antirrepublicanas, y el temor a unas consecuencias negativas para sus intereses económicos, provocaron que nunca se considerara la condición de esa "democracia en peligro" que reclamaron con insistencia las autoridades republicanas, sin éxito, a Gran Bretaña y Francia. Otra cuestión es si fue realmente decisivo el bloqueo de la ayuda a la II República, que según esa clásica teoría se tuvo que "echar en manos de traficantes de armas sin escrúpulos", a diferencia de los rebeldes franquistas que recibían la ayuda de Alemania e Italia mientras los ingleses hacían la vista gorda siguiendo la política de apaciguamiento. Hubo otros factores.
Sea como fuere, la batalla política y propagandística en Gran Bretaña la ganaron, más que los franquistas, los monárquicos, por mucho que luego algunos corresponsales británicos tuvieran que salir por patas del frente franquista amenazados, precisamente, por los exalumnos del Stonyhurst, Luis Antonio Bolín, o Gonzalo Aguilera, quien según Herbert Soutworth expulsó a F. A. Rice del Morning Post por escribir en un reportaje: "Veo a Aguilera como a un padre prefecto de Stonyhurst, muy respetado pero no muy popular".
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