Saturday, October 24, 2015

Defender los derechos de los más pobres



Publicada en 20 · oct · 2015


Por Fermín Rodríguez SJ

Soy un jesuita español con 82 años de edad, coronados por los últimos 22 años en la selva peruana. Escribo desde la parroquia de Chiriaco, provincia de Bagua y departamento de Amazonas, a la que me destinaron el año 2009. Este es mi segundo destino en la selva, después de 16 años a cargo de la parroquia de Santa María de Nieva en el mismo departamento del Perú.



Toda mi vida y actividades en esta nueva parroquia están influenciadas por los sucesos que conmovieron al Perú el 5 de junio del 2009: por radio y televisión se oyeron los disparos de armas de guerra contra los manifestantes nativos que participaban en un paro amazónico indefinido y que habían ocupado la carretera Fernando Belaunde Terry en la llamada “curva del diablo”.

De pronto llegó a Santa María de Nieva una terrible noticia: “¡Han matado a Santiago Manuin!”, me dijo un indígena amigo, miembro del Comité de Lucha que Santiago presidía. Habían decidido reunir a la población y me invitaron a que yo diese la noticia. Nunca me fue más difícil expresarme en público conteniendo mis lágrimas. Santiago no era solo mi amigo y amigo de todos, sino el líder luchador y pacífico por un pueblo que amaba y por quien había dado su vida. Su muerte suponía el derrumbe de un proyecto de construir un mundo sobre la justicia y el respeto a los derechos humanos de todos. Afortunadamente Santiago fue intervenido quirúrgicamente y, aunque ha quedado enfermo de por vida, nos sigue acompañando y representa lo mejor de aquel “baguazo” (así se ha llamado en Perú a estos sucesos en Bagua). Santiago ha sido merecedor el año pasado del más importante premio de derechos humanos.

Aquella noche del viernes 5 de junio escribí en la Hoja Parroquial del domingo mi primer artículo sobre este acontecimiento. Dos días después, cuando se repartían estas hojas parroquiales aparecieron en Nieva, con gran estruendo, dos helicópteros militares. Venían a buscar armas y establecieron su cuartel en Santa María de Nieva. El martes 9 llegó un bote con manifestantes y 4 heridos de bala, y el 11 se celebró una misa ante los cadáveres de dos jóvenes del río Nieva muertos en el enfrentamiento: Romel (27 años) y Jesús (19). Nadie se preocupó de disimular sus lágrimas al ver a la joven viuda de Romel con sus dos niñas pequeñas, y a la madre de Jesús y sus hermanas. Así tuve la gracia de vivir aquel gran momento de mi vida cerca del pueblo, solidario de su dolor y animando la confianza en Dios y en nuestro futuro.

Al nombrarme párroco en Chiriaco me di cuenta de que me había acercado a sus 4 lugares “sagrados”: la curva del diablo (16 muertos: 12 policías y 4 nativos más el desaparecido), Bagua capital (3 muertos: 2 mestizos y un nativo), Bagua Grande (3 mestizos muertos) y la Estación 6 de Petroperú (11 policías muertos).

Durante los 6 años trascurridos entre el “baguazo” y el juicio oral celebrado en 2014, tres nativos han sido castigados con extrema dureza a través de una resolución judicial que ilegalmente encerró a uno de ellos (a él y a su familia), Asterio Pujupat, en una casa-cárcel en el radio urbano de Bagua. Esta Resolución judicial absolutamente inconstitucional se tomó como modelo para condenar a otros dos nativos acusados: Danny López y Feliciano Cahuasa, quienes tenían derecho a la libertad inmediata después de cumplir en el penal de Huancas el plazo legal de detención preventiva. Durante 5 años los tres han sido injustamente los únicos presos del “baguazo”, como si hubieran sido los principales responsables.

Otro documento oficial rechazable es el Dictamen de la Fiscalía de Bagua, que ha servido como base acusatoria contra los 53 procesados (30 campesinos de la zona y 23 nativos), que, en su mayoría, la policía apresó en la carretera y que pide contra ellos penas durísimas sin pruebas objetivas individualizadas. Las más escandalosas son las 9 cadenas perpetuas con las que el Dictamen iguala a 9 procesados con el más famoso terrorista peruano, Abimael Guzman, fundador de Sendero Luminoso.

Desde 2009 hemos realizado el debido acompañamiento a los pueblos indígenas, subrayado por el documento de Aparecida. En este trabajo contamos con las “hojas parroquiales”, que cada semana se acercan a acompañar a muchos. Lo más bonito que hemos hecho con ellas, con la colaboración de buenos amigos, es el boletín “una herida abierta”, en el que se recogían las historias personales de los tres presos y sus familias, que sirvió para liderar en Lima (marzo de 2013) una campaña por su libertad que llegó hasta el Congreso, donde fue muy bien acogida. Actualmente los 53 procesados del juicio de Bagua reciben en cada audiencia las hojas parroquiales que les acompañan.

“¡Dios es grande!” dijo Feliciano Cahuasa, solemne y lentamente antes de sentarse a comer por primera vez fuera del penal de Huancas, después de cinco años de prisión injusta. “Sí, Feliciano, Dios es grande” -le dije- “y después del baguazo lo es mucho más”. Como que ha crecido y se ha multiplicado. Está en ti, preso todavía (Mateo 25, 36), en los 53 procesados y más, si cabe, en los 9 amenazados de cadena perpetua. Está también en quienes les visitan, en todos los que les están acompañando internacionalmente con generosas ayudas y en muchos más que se sienten animados a colaborar. Así podemos decir que ha crecido el poder de Dios y su misericordia, que se multiplica acompañándonos a todos: las víctimas y cuantos se solidarizan con ellas, los cuales somos, más que una multitud, un cuerpo vivo lleno del amor de Dios que se compadece de todos y especialmente de los más pobres. ¡Gracias!

Fuente: Secretariado para la Justicia Social y la Ecología


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