Wednesday, October 1, 2014

De estudiar en los jesuitas a abrazar el islam en Egipto



Lola Martínez: "Sentía que en mi religión había cosas superficiales, mi marido me enseñó el islam y me sentí en paz" imane rachidi/efe el cairo 30.09.2014 | 09:09




De los jesuitas de Valencia a abrazar el islam

Numerosas mujeres se marcharon por amor al país del norte de África y han cambiado su ateísmo o catolicismo por la religión de Alá. Una valenciana relata su conversión.

Se llaman «hermanas» entre ellas y terminan agradeciendo a Alá (Dios) cada cosa que dicen o hacen. Rezan cinco veces al día, ayunan y se cubren el pelo como parte de su vida musulmana, aunque detrás hay una larga historia española.

Pueden ser de La Rioja, Valencia, Lleida o Barcelona, pero tienen algo en común: el islam. Desde que estas mujeres se convirtieron, su rutina diaria ha cambiado y su forma de ver la vida también.

Algunas decidieron abrazar esta religión por convicción, mientras que otras se vieron un poco obligadas por las circunstancias sociales o las presiones de las familias de sus esposos.

«Mi vida ha dado un giro de 180 grados, pero no me tapé de un día para otro, ni me levanté un día y me dije venga, hoy voy a taparme la cara, ha sido un proceso de siete años», relata a Leticia Tirado, de 30 años, que vive en Egipto con su marido Aiman y su hijo Karim.

Eligió el nombre de Malak (ángel) para su nueva vida musulmana que comenzó cuando, en 2008, su curiosidad por conocer más sobre el islam le hizo coger sus maletas y trasladarse a El Cairo para encontrar aquello que «la llenaba por dentro», dice.

Leticia viste el «niqab», un velo integral que cubre su joven y dulce rostro, y que le permite comunicarse con los hombres egipcios sin arriesgarse a que estos se piensen que es una «atrevida», y que la gente «la valore por su persona y no por su apariencia», como ella misma enfatiza.

Sin el «niqab» se vería «desnuda», explica, porque considera que la belleza y la dulzura natural de una mujer «es algo tan valioso como un tesoro», y como tal hay que esconderlo de la gente.

Antes de abrazar el islam, ella no tenía una religión definida, al contrario que Lola Martínez, de 40 años, quien era cristiana católica, de familia religiosa y había estudiado toda su vida en colegios jesuitas de Valencia, su ciudad de procedencia.

«Sentía que en mi religión había cosas muy superficiales y cuando conocí a mi marido, me empezó a explicar más sobre el islam y me sentía en paz conmigo misma», relata Martínez, profesora de inglés.

Rezar, ayunar, y hablar mencionando a Alá en cada momento han pasado a formar parte de su rutina y lo hace «con mucho gusto» porque, acentúa, se siente más segura de sí misma y «tener cerca a Dios» ha cambiado a mejor su relación con los demás.

Tanto Lola como Leticia aseguran que su familia y su gente más cercana se han tomado bien su decisión de trasladarse a Egipto y vivir el islam en un país musulmán, porque, reconocen, en España la gente tiene ideas preconcebidas.

Marisol Centenar, de 44 años, conoció al que es su marido hace veintitrés años. «Me he convertido porque me gusta rezar y creer en algo. No sigo la religión al pie de la letra. Este es el primer año que hago el ramadán, tampoco he viajado a la Meca ni llevo velo. Rezo la primera oración del día, las otras me cuestan un poco», detalla. Su decisión de tomar el camino del islam llegó al conocer a la familia de su marido «que es muy practicante» y ella decidió sumarse.


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