XL 3/2009
Jaime Emilio González Magaña, S.J.
Somos de la Compañía de Jesús”, ya que no podían dudar que Cristo era la única cabeza del grupo; que ese nombre le había sido varias veces confirmado a Ignacio en visiones sobrenaturales y que este había sido asumido después de haberlo discernido seriamente entre todos los compañeros. Ver artículo, “Somos de la Compañía de Jesús”. Nuestra identidad y misión.
Francisco José Ruiz Pérez, S.J.
La invitación de la Compañía a cuidar de la Comunidad guarda dentro de si una intención mas que loable: se quiere que los jesuitas hagamos examen de nuestra manera personal de apropiarnos de la misión recibida. Hemos de recuperar visión espiritual sobre nuestra praxis apostólica, cualquiera que sea su forma – ministerio concreto, obra apostólica, servicio interno a la Comunidad. Esta visión espiritual debe redundar en que nos clarifiquemos mejor no tanto sobre el que de nuestra misión, sino sobre el desde donde y porque de ella. Ver artículo, “El camino de retorno. De la vida comunitaria a la misión”.
Mario de França Miranda, S.J.
Podríamos hacernos la pregunta: la emergencia de la subjetividad y el individualismo cultural y la hegemonía del factor económico en cultura actual, ¿moldearán de hecho la configuración de la Compañía en los próximos años? Pudimos verificar como nuestra misión debe ser diversamente concretizada, como nuestras comunidades deben comportarse frente a los nuevos desafíos de la sociedad, y por lo tanto, como la conciencia de que somos jesuitas (identidad) continuará siendo la misma en un nuevo contexto histórico. Si nuestra respuesta es positiva, por haber tenido coraje de introducir mudanzas, estaremos en continuidad con las generaciones anteriores. Ver artículo, “¿Una configuración nueva para la Compañía de Jesús? La institución ante las mudanzas socioculturales”.
Urbano Valero, S.J.
La vida comunitaria paso de ser concebida como una vida en común reglada por múltiples disposiciones disciplinarias, a una vida en común entretejida y vitalizada por hondas relaciones interpersonales a todos los niveles — humano, espiritual, apostólico — entre los miembros de la comunidad, participantes de una misma identidad y misión. Ver artículo, “Reflexiones en torno a una especie de tríptico: identidad, comunidad, misión”.
Simon Decloux, S.J.
Buscar otra identidad que no sea la de “compañeros de Jesús” definimos – como es habitual entre las demás personas – por referencia a aquella actividad que define nuestro lugar en la sociedad (secularizada) de hoy, ¿no equivaldría a correr el riesgo de relegar a un segundo plano la consagración total de nuestra vida a Dios, en respuesta a su llamada? Y ¿no es acaso lo natural que nuestro estar juntos, nuestra pertenencia a una comunidad fraterna haga visible de cada uno de nosotros lo que ha elegido ser y permanecer siendo, como compañero de Jesús? Y ¿no es acaso lo natural también que el compromiso en uno u otro servicio apostólico nos da a su vez el lugar que nos toca al lado del Señor, que no cesa de presentarse a nosotros, “en lugar humilde, hermoso y gracioso? (EE 144) Ver artículo, “Los lazos entre identidad, comunidad y misión en la Compañía de Jesús”.
Rosa Carbonell, RSCJ
Las comunidades han tomado conciencia de que son apostólicas, y en medio de la diversidad de trabajos, todas nos sentimos implicadas en la misión común. Esta misión consiste en comunicar el amor del Corazón de Jesús en todas y cada una de las tareas que desempañamos. Ver artículo, “Quien lo vivió da testimonio. Reflexiones entorno a un cambio de identidad.
Samuel Yañez
El laico ignaciano se encuentra con Cristo en los Ejercicios Espirituales. Me parece muy relevante en este punto la conciencia de proceso de la persona. El laico ignaciano se encuentra con Cristo en la comunidad. Tiene que haber, por tanto, pertenencia de algún modo a una comunidad que vaya más allá de la experiencia individual. El laico ignaciano lleva en comunidad una vida apostólica. A veces se plantea la disyuntiva entre la vida laical cotidiana como misión, o la entrega al servicio apostólico más allá de la vida ordinaria. Me parece que el asunto es mas hondo. Toda la vida esta llamada a ser apostólica. Ver artículo, “Laicado ignaciano: discipulado, en comunidad, para la misión”.
Paul Oberholzer, S.J.
No solo nuestra identidad difiere de la de los primeros padres, y ésta de la de los primeros jesuitas: existe también la diferencia entre la identidad fijada por las fuentes legales o fundadoras, y la identidad percibida en el ambiente social. Todos estos aspectos constituían y constituyen nuestra identidad que sigue siendo un componente dinámico al que debemos referirnos siempre con un nuevo espíritu abierto, conscientes de que la Compañía de Jesús sigue siendo siempre histórica (geschichtlich – se desarrolla continuamente en el tiempo). Ver artículo, “Nuestra identidad y nuestro carisma original. Algunas reflexiones historiográficas”.
* * *
Algunos extractos de los decretos de la CG35
La Congregación General auscultó con cuidado la situación de nuestro cuerpo apostólico para poder dar orientaciones que alienten y hagan crecer la calidad espiritual y evangélica de nuestro modo de ser y proceder, ante todo nuestra íntima unión con Cristo, “secreto del autentico éxito del empeño apostólico y misionero. (CG35, D.1, 2).
Los jesuitas, encontramos nuestra identidad no solos, sino en compañía; en compañía con el Señor, que llama, y en compañía con otros que comparten esa llamada. […] El Hijo, la imagen única de Dios, Cristo Jesús, los une y los envía por el mundo entero. El es la imagen que esta en el corazón mismo de la existencia de cada jesuita hoy día; y es esta imagen suya la que queremos comunicar a los demás lo mejor que podamos. [CG35, D.2, 3].
La tradición de los jesuitas de tender puentes superando las fronteras es algo crucial para el mundo de hoy. Nosotros solo podremos llegar a ser puentes en medio de las divisiones de un mundo fragmentado, (identidad) si estamos unidos por el amor de Cristo nuestro Señor, (comunidad) por vínculos personales como los que unieron a Francisco Javier e Ignacio mas allá de los mares y (misión) por la obediencia que nos envía a todos en misión a cualquier parte del mundo. (GC35, D.3, 17).
La comunidad es también un lugar privilegiado para la práctica del discernimiento apostólico, sea a través de la deliberación comunitaria formalmente estructurada o mediante conversaciones informales cuya meta sea la búsqueda de la mayor eficacia en la misión. Este discernimiento nos ayudará no sólo a aceptar con gusto nuestra misión personal sino también a alegrarnos de la misión recibida por nuestros compañeros y en apoyarles en ella. De este modo nuestra misión se vera reforzada y la unión de mentes y corazones será mas firme y mas profunda. (CG35, D.4, 28).
Edward Mercieca, S.J.
Secretariado de
Espiritualidad Ignaciana
Fuente
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Jaime Emilio González Magaña, S.J.
Somos de la Compañía de Jesús”, ya que no podían dudar que Cristo era la única cabeza del grupo; que ese nombre le había sido varias veces confirmado a Ignacio en visiones sobrenaturales y que este había sido asumido después de haberlo discernido seriamente entre todos los compañeros. Ver artículo, “Somos de la Compañía de Jesús”. Nuestra identidad y misión.
Francisco José Ruiz Pérez, S.J.
La invitación de la Compañía a cuidar de la Comunidad guarda dentro de si una intención mas que loable: se quiere que los jesuitas hagamos examen de nuestra manera personal de apropiarnos de la misión recibida. Hemos de recuperar visión espiritual sobre nuestra praxis apostólica, cualquiera que sea su forma – ministerio concreto, obra apostólica, servicio interno a la Comunidad. Esta visión espiritual debe redundar en que nos clarifiquemos mejor no tanto sobre el que de nuestra misión, sino sobre el desde donde y porque de ella. Ver artículo, “El camino de retorno. De la vida comunitaria a la misión”.
Mario de França Miranda, S.J.
Podríamos hacernos la pregunta: la emergencia de la subjetividad y el individualismo cultural y la hegemonía del factor económico en cultura actual, ¿moldearán de hecho la configuración de la Compañía en los próximos años? Pudimos verificar como nuestra misión debe ser diversamente concretizada, como nuestras comunidades deben comportarse frente a los nuevos desafíos de la sociedad, y por lo tanto, como la conciencia de que somos jesuitas (identidad) continuará siendo la misma en un nuevo contexto histórico. Si nuestra respuesta es positiva, por haber tenido coraje de introducir mudanzas, estaremos en continuidad con las generaciones anteriores. Ver artículo, “¿Una configuración nueva para la Compañía de Jesús? La institución ante las mudanzas socioculturales”.
Urbano Valero, S.J.
La vida comunitaria paso de ser concebida como una vida en común reglada por múltiples disposiciones disciplinarias, a una vida en común entretejida y vitalizada por hondas relaciones interpersonales a todos los niveles — humano, espiritual, apostólico — entre los miembros de la comunidad, participantes de una misma identidad y misión. Ver artículo, “Reflexiones en torno a una especie de tríptico: identidad, comunidad, misión”.
Simon Decloux, S.J.
Buscar otra identidad que no sea la de “compañeros de Jesús” definimos – como es habitual entre las demás personas – por referencia a aquella actividad que define nuestro lugar en la sociedad (secularizada) de hoy, ¿no equivaldría a correr el riesgo de relegar a un segundo plano la consagración total de nuestra vida a Dios, en respuesta a su llamada? Y ¿no es acaso lo natural que nuestro estar juntos, nuestra pertenencia a una comunidad fraterna haga visible de cada uno de nosotros lo que ha elegido ser y permanecer siendo, como compañero de Jesús? Y ¿no es acaso lo natural también que el compromiso en uno u otro servicio apostólico nos da a su vez el lugar que nos toca al lado del Señor, que no cesa de presentarse a nosotros, “en lugar humilde, hermoso y gracioso? (EE 144) Ver artículo, “Los lazos entre identidad, comunidad y misión en la Compañía de Jesús”.
Rosa Carbonell, RSCJ
Las comunidades han tomado conciencia de que son apostólicas, y en medio de la diversidad de trabajos, todas nos sentimos implicadas en la misión común. Esta misión consiste en comunicar el amor del Corazón de Jesús en todas y cada una de las tareas que desempañamos. Ver artículo, “Quien lo vivió da testimonio. Reflexiones entorno a un cambio de identidad.
Samuel Yañez
El laico ignaciano se encuentra con Cristo en los Ejercicios Espirituales. Me parece muy relevante en este punto la conciencia de proceso de la persona. El laico ignaciano se encuentra con Cristo en la comunidad. Tiene que haber, por tanto, pertenencia de algún modo a una comunidad que vaya más allá de la experiencia individual. El laico ignaciano lleva en comunidad una vida apostólica. A veces se plantea la disyuntiva entre la vida laical cotidiana como misión, o la entrega al servicio apostólico más allá de la vida ordinaria. Me parece que el asunto es mas hondo. Toda la vida esta llamada a ser apostólica. Ver artículo, “Laicado ignaciano: discipulado, en comunidad, para la misión”.
Paul Oberholzer, S.J.
No solo nuestra identidad difiere de la de los primeros padres, y ésta de la de los primeros jesuitas: existe también la diferencia entre la identidad fijada por las fuentes legales o fundadoras, y la identidad percibida en el ambiente social. Todos estos aspectos constituían y constituyen nuestra identidad que sigue siendo un componente dinámico al que debemos referirnos siempre con un nuevo espíritu abierto, conscientes de que la Compañía de Jesús sigue siendo siempre histórica (geschichtlich – se desarrolla continuamente en el tiempo). Ver artículo, “Nuestra identidad y nuestro carisma original. Algunas reflexiones historiográficas”.
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Algunos extractos de los decretos de la CG35
La Congregación General auscultó con cuidado la situación de nuestro cuerpo apostólico para poder dar orientaciones que alienten y hagan crecer la calidad espiritual y evangélica de nuestro modo de ser y proceder, ante todo nuestra íntima unión con Cristo, “secreto del autentico éxito del empeño apostólico y misionero. (CG35, D.1, 2).
Los jesuitas, encontramos nuestra identidad no solos, sino en compañía; en compañía con el Señor, que llama, y en compañía con otros que comparten esa llamada. […] El Hijo, la imagen única de Dios, Cristo Jesús, los une y los envía por el mundo entero. El es la imagen que esta en el corazón mismo de la existencia de cada jesuita hoy día; y es esta imagen suya la que queremos comunicar a los demás lo mejor que podamos. [CG35, D.2, 3].
La tradición de los jesuitas de tender puentes superando las fronteras es algo crucial para el mundo de hoy. Nosotros solo podremos llegar a ser puentes en medio de las divisiones de un mundo fragmentado, (identidad) si estamos unidos por el amor de Cristo nuestro Señor, (comunidad) por vínculos personales como los que unieron a Francisco Javier e Ignacio mas allá de los mares y (misión) por la obediencia que nos envía a todos en misión a cualquier parte del mundo. (GC35, D.3, 17).
La comunidad es también un lugar privilegiado para la práctica del discernimiento apostólico, sea a través de la deliberación comunitaria formalmente estructurada o mediante conversaciones informales cuya meta sea la búsqueda de la mayor eficacia en la misión. Este discernimiento nos ayudará no sólo a aceptar con gusto nuestra misión personal sino también a alegrarnos de la misión recibida por nuestros compañeros y en apoyarles en ella. De este modo nuestra misión se vera reforzada y la unión de mentes y corazones será mas firme y mas profunda. (CG35, D.4, 28).
Edward Mercieca, S.J.
Secretariado de
Espiritualidad Ignaciana
Fuente
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