Lo concreto es que, algunos de estos jesuitas mas osados planifican penetrar organizaciones que gusten de los temas secretos, y de las llaves, y de los temas ocultistas.
Es así como algunos agudos estrategas jesuitas alemanes vieron que los gremios de los canteros y albañiles formaban grupos bastante "cerrados", con códigos y simbolismos para guardar algunos de sus aportes técnicos a la construcción de edificios e iglesias, pero que no revestían peligro alguno, ya que estos gremios sólo buscaban proteger sus secretos de construcción frente a otros gremios, tener trabajo para todos los miembros de la Logia, y realizar grandes actividades sociales.
Este simplicidad y debilidad de los grupos canteros, en inglés masones, fue utilizado por los jesuitas para "ingresar" o "penetrar" a dichas logias con todo el conocimiento y la erudición de siglos de saber, en sus exploraciones tanto hacia América como en dirección a los países de Oriente, donde Francisco Javier y Mateo Ricci habían sido los precursores.
En comparación a los Jesuitas del siglo XVIII, los Masones de esa época eran locales, simples, amantes de las actividades sociales, departir una "buena mesa", pero sin ambiciones otras que "tener trabajo y dinero para ellos y sus familias". Los jesuitas, en cambio, con su natural "peso histórico" y sus avanzados estudios lingüísticos, y el saber de antiguas civilizaciones y culturas, no tardaron en subyugar a los cándidos e ingenuos Masones y a todas sus cofradías, y ni siquiera las Logias de Londres y de Irlanda pudieron "escapar" al "empuje" jesuita.
Los propios japoneses y chinos, de una prestigiosa cultura ancestral, habían sucumbido al arte y a las ciencias de los misioneros de la Cia de Jesús, ¿podrían los Masones haberse resistido a estos conocimientos, que se les abría ante sus ojos gratuitamente?. Evidentemente, No.
Con el adiestramiento que los jesuitas y clérigos católicos hicieron sobre las logias masónicas, también existieron algunos Masones que se interesaron en algo mas que "comer y beber, y tener trabajo seguro".
Estos masones fueron enseñados secretamente por eximios jesuitas principalmente alemanes, en las ciencias y las artes que dentro de la Iglesia Católica estaban prohibidas, de modo que ya hacia 1750 los conocimientos de la Masonería se acercaban fuertemente a los que hasta hacía unas décadas atrás les eran propios sólo a los Altos Miembros de la Cia. de Jesús. Hasta los simbolismos entre ambas corrientes fueron idénticos.
Por ejemplo, el Ojo inscrito sobre un Triángulo fue un símbolo netamente usado por los Jesuitas, y sólo por ellos interpretado. Con las disenciones surgidas al interior de la Orden Jesuita, los jesuitas bávaros trasladaron todo este lenguaje simbólico hacia las Logias Masónicas inglesas e irlandesas, propagándose hacia el 1760 al resto de Europa.
Por ello, cuando Adam Weishaupt, educado e instruido por jesuitas en instituciones también de la Compañía, funda en 1776 la Orden de los Iluminati de Bavaria, en realidad lo que forma es sólo un atisbo o "punta de Iceberg" del proceso de migración secreta de muchos jesuitas desde seno de la Iglesia hacia las Logias Masónicas también ahora controladas por ellos.
Así, parte de los secretos guardados por siglos y que eran de propiedad de los Jesuitas, quedan ahora en manos de las Logias Masónicas, resultando en una "pérdida de memoria" para los nuevos miembros de la Orden de Jesús que ingresan luego de ser nuevamente autorizada en 1815.
Estos nuevos jesuitas y los que seguirían durante todo el siglo XIX y XX, ya no poseían los grandes conocimientos y los secretos de sus pares de antaño, quienes con su muerte o expulsión en 1767, y luego excomulgados por el papa en 1772, quedaron fuera del recuerdo de la Historia.
Es así como algunos agudos estrategas jesuitas alemanes vieron que los gremios de los canteros y albañiles formaban grupos bastante "cerrados", con códigos y simbolismos para guardar algunos de sus aportes técnicos a la construcción de edificios e iglesias, pero que no revestían peligro alguno, ya que estos gremios sólo buscaban proteger sus secretos de construcción frente a otros gremios, tener trabajo para todos los miembros de la Logia, y realizar grandes actividades sociales.
Este simplicidad y debilidad de los grupos canteros, en inglés masones, fue utilizado por los jesuitas para "ingresar" o "penetrar" a dichas logias con todo el conocimiento y la erudición de siglos de saber, en sus exploraciones tanto hacia América como en dirección a los países de Oriente, donde Francisco Javier y Mateo Ricci habían sido los precursores.
En comparación a los Jesuitas del siglo XVIII, los Masones de esa época eran locales, simples, amantes de las actividades sociales, departir una "buena mesa", pero sin ambiciones otras que "tener trabajo y dinero para ellos y sus familias". Los jesuitas, en cambio, con su natural "peso histórico" y sus avanzados estudios lingüísticos, y el saber de antiguas civilizaciones y culturas, no tardaron en subyugar a los cándidos e ingenuos Masones y a todas sus cofradías, y ni siquiera las Logias de Londres y de Irlanda pudieron "escapar" al "empuje" jesuita.
Los propios japoneses y chinos, de una prestigiosa cultura ancestral, habían sucumbido al arte y a las ciencias de los misioneros de la Cia de Jesús, ¿podrían los Masones haberse resistido a estos conocimientos, que se les abría ante sus ojos gratuitamente?. Evidentemente, No.
Con el adiestramiento que los jesuitas y clérigos católicos hicieron sobre las logias masónicas, también existieron algunos Masones que se interesaron en algo mas que "comer y beber, y tener trabajo seguro".
Estos masones fueron enseñados secretamente por eximios jesuitas principalmente alemanes, en las ciencias y las artes que dentro de la Iglesia Católica estaban prohibidas, de modo que ya hacia 1750 los conocimientos de la Masonería se acercaban fuertemente a los que hasta hacía unas décadas atrás les eran propios sólo a los Altos Miembros de la Cia. de Jesús. Hasta los simbolismos entre ambas corrientes fueron idénticos.
Por ejemplo, el Ojo inscrito sobre un Triángulo fue un símbolo netamente usado por los Jesuitas, y sólo por ellos interpretado. Con las disenciones surgidas al interior de la Orden Jesuita, los jesuitas bávaros trasladaron todo este lenguaje simbólico hacia las Logias Masónicas inglesas e irlandesas, propagándose hacia el 1760 al resto de Europa.
Por ello, cuando Adam Weishaupt, educado e instruido por jesuitas en instituciones también de la Compañía, funda en 1776 la Orden de los Iluminati de Bavaria, en realidad lo que forma es sólo un atisbo o "punta de Iceberg" del proceso de migración secreta de muchos jesuitas desde seno de la Iglesia hacia las Logias Masónicas también ahora controladas por ellos.
Así, parte de los secretos guardados por siglos y que eran de propiedad de los Jesuitas, quedan ahora en manos de las Logias Masónicas, resultando en una "pérdida de memoria" para los nuevos miembros de la Orden de Jesús que ingresan luego de ser nuevamente autorizada en 1815.
Estos nuevos jesuitas y los que seguirían durante todo el siglo XIX y XX, ya no poseían los grandes conocimientos y los secretos de sus pares de antaño, quienes con su muerte o expulsión en 1767, y luego excomulgados por el papa en 1772, quedaron fuera del recuerdo de la Historia.
Se dice que una de las actividades famosas y secretas de los jesuitas de Baviera, Suiza y Holanda (desconocidas por los Jesuitas de España, Francia e Inglaterra) era la de grabar sus importantes descubrimientos en los cálices y copones de Misa, o en las Custodias.
El procedimiento era aparentemente simple:
Se confeccionaba una masa de metal, acero o fierro de gran pureza, se procedía a grabar la información en clave y algunos dibujos (generalmente relacionando ciertos aspectos geológicos o formaciones naturales distinguibles). Las imágenes grabadas o los textos, o siglas, dibujos de llaves, etc. imposibles de interpretar para cualquiera, podían ser perfectamente leídas por otros jesuitas con similares conocimientos, y por ejemplo, ubicar la zona o la montaña a la que se hacía alusión sin necesidad de intercambiar una sólo palabra.
Finalizado el lento y laborioso copiado-grabado en la superficie metálica maciza del Cáliz, el jesuita procedía a recubrir toda la superficie externa con plata (nunca con oro, pera evitar su robo), recubriendo también las figuras grabadas, en dicho Copón, para finalmente proceder nuevamente a grabar sobre la película de plata, figuras sólo decorativas y con alusión a motivos bíblicos.
De esta manera, cuando un sacerdote era trasladado de un país a otro, podía llevarse su Misal, su Patena, y su Cáliz para consagración. Y en caso que el Cáliz fuera robado, que era sólo de metal con recubrimiento en plata, pocos se atreverían a fundirlo (si es que podían), y sólo lograrían extraer la plata, pero el metal de acero quedaría intacto, no existiendo en aquel entonces tecnología para refundir el material acerado, a excepción del Horno donde se forjó. Así, la información perduraría con el tiempo, aún después de la muerte del fraile o sacerdote.
Es así como, en la Hacienda de Calera de Tango, por un espacio de 19 años, pacientemente un hermano jesuita, entre 1748 y 1767, confeccionó lo que se conocería como la Obra de Arte más Perfecta jamás efectuada en toda América (norte y sur de América); Cáliz que se confeccionó en un Horno de Platería que hoy puede ser visitado en la Hacienda de Calera de Tango, y que se ubica en el extremo sur-este de dicha propiedad.
Aunque muchos se admiran del trabajo arduo del hermano jesuita que confeccionó el Cáliz, y por la belleza de los grabados efectuados en el recubrimiento de plata del mismo por espacio de 19 años, algunos piensan que la explicación puede ser otra que la de solamente efectuar una obra de arte: la batalla que se libraba desde el Vaticano en contra de los sacerdotes y clérigos que habían abrazado la Masonería estaba por alcanzar el territorio del Reino de Chile, y quizá los hermanos albañiles y plateros, y arquitectos, traídos en 1748 por Karl von Haimbhausen a territorios del Reino de Chile, no eran del agrado de muchos obispos y cardenales que para entonces ya comenzaban a ver con malos ojos la tremenda expansión de la Compañía de Jesús por todo el Mundo.
El padre Haimbhausen debió conocer lo sucedido, mas de un siglo antes, en 1616, cuando el General de la Orden, el jesuita Mucio Vitellechi, quemó toda la documentación de la Compañía, para evitar un ataque sobre ella, y preservar la continuidad de la misma.
Evidentemente, la envidia y el resentimiento hacia quienes tenían grandes conocimientos en las ciencias y en las artes, además de grandes sumas de dinero, no era desconocida por el padre Haimbhausen, quien provenía de una familia noble, y quizá en forma muy inteligente planificó cuidadosamente la acción de ocultar la información obtenida, por él y su grupo selecto de hombres, de toda esta Región de las Indias, y decidió entonces escribir textos impresos haciendo uso de la Imprenta traída en 1748 y cuyas copias se confeccionaban tanto en Chile como en Córdoba.
Cuando "la Caída de los Jesuitas" estaba por concretarse, para entonces los padres bávaros Haimbhausen y Juan Nepomuceno Walther ya habían asegurado sus libros y enciclopedias en diversos puntos y en terrenos probablemente subterráneos y secos, sin humedad que deterioren los textos. Lo que quedaría en las estanterías de las Haciendas Jesuitas serían sólo material común, y sin gran importancia, tales como copias de tratados de matemáticas, física, astronomía, medicina, etc., todas traídas de Europa.
Como una biblioteca vacía sería sospechoso para los Ministros y Oficiales encargados de la incautación e inventario de los bienes de los jesuitas, éstos se habrían asegurado con al menos dos años de antelación, del ocultamiento de las cosas y piezas importantes, reemplazándolas por cosas y libros de menos valor, o de poco interés.
Por ello, cuando el Cáliz de Plata fabricado en Calera de Tango terminó en la Catedral de Santiago, junto con la Custodia y otros numerosos objetos recubiertos en plata, nadie probablemente sospechó que bajo el recubrimiento de plata de dicho Copón estaría guardada cierta información que el padre Haimbhausen no comentó con la comunidad entera, y que probablemente le costó sacrificar su vida por tal silencio (como veremos en el siguiente subtítulo).
En la superficie del acero, bajo el recubierto, podría haber estado las indicaciones geográficas de los lugares explorados por los misioneros jesuitas, como Curicó y la Laguna de Nahuel-Huapi, o las posiciones de cerros donde buscar la documentación oculta.
Habiendo transcurrido casi 215 años desde la Expulsión de los Jesuitas, hacia el año 1982 pocos podrían interesarse en el Cáliz de Plata Jesuita, custodiado en el Museo de la Catedral, sometido a la legislación del Consejo de Monumentos Nacionales, como no sea un eximio conocedor de las técnicas jesuitas bávaras traspasadas a la Masonería Británica.
El procedimiento era aparentemente simple:
Se confeccionaba una masa de metal, acero o fierro de gran pureza, se procedía a grabar la información en clave y algunos dibujos (generalmente relacionando ciertos aspectos geológicos o formaciones naturales distinguibles). Las imágenes grabadas o los textos, o siglas, dibujos de llaves, etc. imposibles de interpretar para cualquiera, podían ser perfectamente leídas por otros jesuitas con similares conocimientos, y por ejemplo, ubicar la zona o la montaña a la que se hacía alusión sin necesidad de intercambiar una sólo palabra.
Finalizado el lento y laborioso copiado-grabado en la superficie metálica maciza del Cáliz, el jesuita procedía a recubrir toda la superficie externa con plata (nunca con oro, pera evitar su robo), recubriendo también las figuras grabadas, en dicho Copón, para finalmente proceder nuevamente a grabar sobre la película de plata, figuras sólo decorativas y con alusión a motivos bíblicos.
De esta manera, cuando un sacerdote era trasladado de un país a otro, podía llevarse su Misal, su Patena, y su Cáliz para consagración. Y en caso que el Cáliz fuera robado, que era sólo de metal con recubrimiento en plata, pocos se atreverían a fundirlo (si es que podían), y sólo lograrían extraer la plata, pero el metal de acero quedaría intacto, no existiendo en aquel entonces tecnología para refundir el material acerado, a excepción del Horno donde se forjó. Así, la información perduraría con el tiempo, aún después de la muerte del fraile o sacerdote.
Es así como, en la Hacienda de Calera de Tango, por un espacio de 19 años, pacientemente un hermano jesuita, entre 1748 y 1767, confeccionó lo que se conocería como la Obra de Arte más Perfecta jamás efectuada en toda América (norte y sur de América); Cáliz que se confeccionó en un Horno de Platería que hoy puede ser visitado en la Hacienda de Calera de Tango, y que se ubica en el extremo sur-este de dicha propiedad.
Aunque muchos se admiran del trabajo arduo del hermano jesuita que confeccionó el Cáliz, y por la belleza de los grabados efectuados en el recubrimiento de plata del mismo por espacio de 19 años, algunos piensan que la explicación puede ser otra que la de solamente efectuar una obra de arte: la batalla que se libraba desde el Vaticano en contra de los sacerdotes y clérigos que habían abrazado la Masonería estaba por alcanzar el territorio del Reino de Chile, y quizá los hermanos albañiles y plateros, y arquitectos, traídos en 1748 por Karl von Haimbhausen a territorios del Reino de Chile, no eran del agrado de muchos obispos y cardenales que para entonces ya comenzaban a ver con malos ojos la tremenda expansión de la Compañía de Jesús por todo el Mundo.
El padre Haimbhausen debió conocer lo sucedido, mas de un siglo antes, en 1616, cuando el General de la Orden, el jesuita Mucio Vitellechi, quemó toda la documentación de la Compañía, para evitar un ataque sobre ella, y preservar la continuidad de la misma.
Evidentemente, la envidia y el resentimiento hacia quienes tenían grandes conocimientos en las ciencias y en las artes, además de grandes sumas de dinero, no era desconocida por el padre Haimbhausen, quien provenía de una familia noble, y quizá en forma muy inteligente planificó cuidadosamente la acción de ocultar la información obtenida, por él y su grupo selecto de hombres, de toda esta Región de las Indias, y decidió entonces escribir textos impresos haciendo uso de la Imprenta traída en 1748 y cuyas copias se confeccionaban tanto en Chile como en Córdoba.
Cuando "la Caída de los Jesuitas" estaba por concretarse, para entonces los padres bávaros Haimbhausen y Juan Nepomuceno Walther ya habían asegurado sus libros y enciclopedias en diversos puntos y en terrenos probablemente subterráneos y secos, sin humedad que deterioren los textos. Lo que quedaría en las estanterías de las Haciendas Jesuitas serían sólo material común, y sin gran importancia, tales como copias de tratados de matemáticas, física, astronomía, medicina, etc., todas traídas de Europa.
Como una biblioteca vacía sería sospechoso para los Ministros y Oficiales encargados de la incautación e inventario de los bienes de los jesuitas, éstos se habrían asegurado con al menos dos años de antelación, del ocultamiento de las cosas y piezas importantes, reemplazándolas por cosas y libros de menos valor, o de poco interés.
Por ello, cuando el Cáliz de Plata fabricado en Calera de Tango terminó en la Catedral de Santiago, junto con la Custodia y otros numerosos objetos recubiertos en plata, nadie probablemente sospechó que bajo el recubrimiento de plata de dicho Copón estaría guardada cierta información que el padre Haimbhausen no comentó con la comunidad entera, y que probablemente le costó sacrificar su vida por tal silencio (como veremos en el siguiente subtítulo).
En la superficie del acero, bajo el recubierto, podría haber estado las indicaciones geográficas de los lugares explorados por los misioneros jesuitas, como Curicó y la Laguna de Nahuel-Huapi, o las posiciones de cerros donde buscar la documentación oculta.
Habiendo transcurrido casi 215 años desde la Expulsión de los Jesuitas, hacia el año 1982 pocos podrían interesarse en el Cáliz de Plata Jesuita, custodiado en el Museo de la Catedral, sometido a la legislación del Consejo de Monumentos Nacionales, como no sea un eximio conocedor de las técnicas jesuitas bávaras traspasadas a la Masonería Británica.
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