Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse. Mateo 10:26
Tuesday, March 30, 2021
Saturday, March 27, 2021
El sacerdote jesuita y amigo cercano de Biden está bajo investigación
La congregación religiosa no detalla los motivos que "rompen con los protocolos" por los que indaga a Kevin O'Brien

21 de Marzo 2021
Kevin O’Brien, sacerdote jesuita que presidió una misa inaugural para el presidente Joe Biden, está bajo investigación.
Las acusaciones no han sido especificadas por su congregación, pero como presidente de la Universidad de Santa Clara en el norte de California, según un comunicado de la junta directiva de la universidad, tuvo comportamientos inapropiados.
“Exhibió comportamientos en entornos de adultos, que consistían principalmente en conversaciones, que pueden ser inconsistentes con los protocolos y límites establecidos por los jesuitas”, según la declaración de John M. Sobrato, presidente de la junta.
O’Brien ofreció una misa en la Catedral de San Mateo el Apóstol, a la que acudieron la vicepresidenta Kamala Harris, sus familias y otros funcionarios electos.
El sacerdote conoce a la familia de Biden desde hace unos 15 años, según los reportes de cuando O’Brien acudió a Washington, D.C. Cuando se conocieron laboraba en la Universidad de Georgetown, otro colegio jesuita
Sobrato dijo que la universiad atiende las quejas que se presentan, sobre las cuales investiga.
O’Brien pidió licencia en su cargo y cooperará con la investigación independiente, la cual no tiene fecha de conclusión.
“Los jesuitas están sujetos a un código de conducta profesional y la provincia investiga las acusaciones que pueden violar o comprometer los límites establecidos”, dijo Tracey Primrose, portavoz de los jesuitas, a The Mercury News.
FuenteKevin O’Brien, sacerdote jesuita que presidió una misa inaugural para el presidente Joe Biden, está bajo investigación.
Las acusaciones no han sido especificadas por su congregación, pero como presidente de la Universidad de Santa Clara en el norte de California, según un comunicado de la junta directiva de la universidad, tuvo comportamientos inapropiados.
“Exhibió comportamientos en entornos de adultos, que consistían principalmente en conversaciones, que pueden ser inconsistentes con los protocolos y límites establecidos por los jesuitas”, según la declaración de John M. Sobrato, presidente de la junta.
O’Brien ofreció una misa en la Catedral de San Mateo el Apóstol, a la que acudieron la vicepresidenta Kamala Harris, sus familias y otros funcionarios electos.
El sacerdote conoce a la familia de Biden desde hace unos 15 años, según los reportes de cuando O’Brien acudió a Washington, D.C. Cuando se conocieron laboraba en la Universidad de Georgetown, otro colegio jesuita
Sobrato dijo que la universiad atiende las quejas que se presentan, sobre las cuales investiga.
O’Brien pidió licencia en su cargo y cooperará con la investigación independiente, la cual no tiene fecha de conclusión.
“Los jesuitas están sujetos a un código de conducta profesional y la provincia investiga las acusaciones que pueden violar o comprometer los límites establecidos”, dijo Tracey Primrose, portavoz de los jesuitas, a The Mercury News.
Friday, March 12, 2021
Friday, March 5, 2021
Saturday, February 20, 2021
Friday, February 19, 2021
Mario Draghi, hijo de la escuela de los jesuitas
Rossend Domènech
Roma - Miércoles, 17/02/2021 - 20:03
El nuevo primer ministro italiano ha estado involucrado en la historia política reciente de su país
El nuevo primer ministro italiano ha estado involucrado en la historia política reciente de su país

Mario Draghi. / FRANCOIS WALSCHAERTS (AFP)
"Dadnos para educar a un joven hasta que cumpla los 18 años y después haced de él lo que queráis". Una vez formado, ya no se le podrá cambiar. Esta máxima, que se atribuye a los colegios de los jesuitas, se ajusta como un traje a medida a la carrera de Mario Draghi, destacado exalumno del famoso colegio Massimo de Roma, conocido por haber sido la escuela de destacados directivos nacionales y mundiales.
Draghi adquirió renombre mundial como presidente del Banco Central Europeo (BCE), cargo que ocupó durante los años más duros de la crisis financiera. 'Whatever it takes', traducible como "cueste lo que cueste", fue una de sus frases más celebres en esa época. El economista italiano hizo que el BCE comprara sin límite deuda soberana de los países de la Unión Europea, dejando sin medios a los especuladores. Draghi salvó el euro.
La famosa frase 'Whatever it takes' está inspirada en las dos primeras palabras de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas: "Todo modo". Es decir "cueste lo que cueste" y también "lo haré todo". En el libro están escritas las reglas y prácticas para lograr la perfección espiritual y moral que harán posible formar al "soldado" jesuita. El objetivo es que los seguidores del fundador sean prácticamente capaces de realizar lo que es necesario en un momento determinado. "Desarrollar el pensamiento crítico", dicen los jesuitas. Y sin pedir nunca un puesto, sino esperando a que te lo ofrezcan.
Capacidad de los mercados
El tecnócrata Draghi ha estado involucrado en las cuestiones y enredos más importantes de la historia reciente de Italia, antes y durante su mandato como gobernador del Banco Central de su país. Aconsejó a Romano Prodi cómo actuar con vistas a la entrada en el euro. También estuvo detrás de la decisión que tomó el también exprimer ministro Massimo D’Alema de privatizar la telefónica italiana (Telecom).
Durante su mandato obligó a los presidente des sociedades cotizadas en bolsa a hacer públicas las prebendas que recibían. Fue un abanderado de las denuncias a las 'stock option' que cobran los banqueros, una práctica que calificó de "éticamente intolerable", y fue critico con la capacidad de los mercados de autorregularse.
Poco antes de que fuera publicada, Draghi leyó (críticamente) la encíclica de Benedicto XVI 'Caritas in veritate'. Como dijo el analista Giorgio Meletti, "ejercer el liderazgo sin querer ser el capo".
Saturday, February 13, 2021
Sunday, January 31, 2021
Los jesuitas en el Capitolio de Biden y las contradicciones españolas

6'

El mantra de esa derecha de Vox que aplaudía a Aznar y vivió de su mandato hoy sufre un ataque de coherencia y avisa sobre los peligros de Lucifer instalado en el Capitolio
31/01/2021 05:00
Siempre me ha fascinado la rapidez, la claridad y sobre todo la displicencia de ciertos sectores de la sociedad que desde la barrera siempre saben lo que tiene que hacer el torero, pero cuando les toca ponerse delante de él ni hay faena, ni ruedo, ni siquiera arena que pisar y se vuelven hasta comprensivos con los antitaurinos. Siempre encuentran justificaciones para la propia incompetencia e ineficacia, abusan del victimismo y son implacables con el paisano de enfrente. Esquizofrenia compleja.
Leía esta semana cómo, por tercera legislatura, exalumnos educados por los jesuitas representan el diez por ciento del Congreso americano. Entre los 535 miembros del 117º Congreso de los Estados Unidos, 55 se graduaron en colegios y universidades jesuitas: 13 ocupan puestos en el Senado y 42 en la Cámara de Representantes. Este año, como novedades, han sido elegidos en 2020 el representante Mike García (republicano por California), Chris Jacobs (republicano por Nueva York) y August Pfluger (republicano por Texas). Asimismo, el senador Jon Ossoff (demócrata por Georgia) fue elegido en enero y juró el pasado miércoles 20 de enero. Aparte del encanto que tiene en este país reivindicar constantemente los orígenes, me sorprendió ver publicada en varios medios una nota de prensa en la que la asociación de antiguos alumnos de colegios y universidades de la Compañía de Jesús reivindicaban su red en puestos relevantes de la Administración americana. He mirado con detalle la larga lista de miembros y suma cerca de un 11% de los cargos en el Capitolio.
"Tengo la mente abierta y busco la verdad. Esas dos cosas, en las que definitivamente creo, provienen de los jesuitas"
El congresista demócrata por California Mark De Saulnier hablaba hace dos semanas del servicio público, la política y su educación: "Tengo la mente abierta y busco la verdad. Esas dos cosas, en las que definitivamente creo, provienen de los jesuitas. Creo que el servicio público es muy espiritual; lo he dicho a menudo. Creo que la Cámara de Representantes (el Congreso) es un sanctasanctórum de la evolución humana, y una educación jesuita tiene mucho que me ha impactado a mí y a mi sistema de creencias: que lo que hago no es un trabajo. No es solo un servicio público: está conectado con Dios". Como a muchos, me producen cierto pudor las confesiones públicas de este tipo en boca de políticos. Pero aquí, en Estados Unidos, es absolutamente normal, añade valor como dicen los cursis y he empezado a pensar que quizá lo 'anormal' sean las tragaderas relativistas que se han desarrollado entre diferentes sectores de la sociedad española. Y digo relativistas, porque con diferencia de pocos años, demasiado pocos, los púlpitos políticos, laicos y eclesiásticos se han convertido en una especie de selección natural entre los limpios y los impuros. Entre los de derechas 'de verdad' y los 'acomplejados'. Entre los que piensan que para ser español, la bandera hay que llevarla en la muñeca y el papa Francisco es un progre que pronto será sustituido por el cardenal Sarah, en esa suerte de cónclave nacional en el que ponen y quitan credos, fondos europeos y señalan a los tibios. Niegan la pandemia, te explican con una precisión científica al nivel de Lancet cómo con la vacuna van a insertarnos (o ensartarnos) un chip porque Bill Gates, Soros y ahora el 'senil' Biden y la 'maléfica' Kamala Harris están en el poder.

Detalle del templo jesuita de la Compañía de Jesús en Oaxaca México. (iStock)
Y leo y veo a gente de cierto nivel intelectual repetirlo una y otra vez, convertir estos nuevos mandamientos en mensajes de WhatsApp. Poco se habla, por cierto, de esa moda de si no estás en Signal o Telegram te ha poseído el espíritu de Lenin y formas parte de ese grupo de pobre gente manipulada, buenista e ignorante a la que todavía, ellos, no han podido iluminar. Y me quedo alucinada cuando me dicen por mensajes (anónimos o privados) que el confinamiento es una maravillosa experiencia familiar, que no valoro el regalo de poder ser la maestra de mis hijos; y así, como una butifarra eterna de chorradas, me reprenden y de paso hacen que se me caigan las pestañas de dos en dos cada vez que leo esas estupideces. Y empiezo a darle vueltas y vueltas y acabo siempre en un bucle en el que me siento como quieren que me vea: una rata de laboratorio, indefensa dando vueltas mientras el nuevo orden mundial dirige mi vida.
Confieso que he llegado al tope de gilipolleces. Con la edad me sube la tensión y al mismo tiempo la intolerancia a los profetas que se santiguan y aplastan. Cogen el incienso y con caídas de ojos y en medio de un éxtasis místico hablan de la manida unidad de España y señalan al católico Biden (y san Donald Trump) como la nueva clase política vendida al sistema imperante. El tema es que si él está de saldo, cómo estaba todo el gabinete de Gobierno de José María Aznar, todos a una, aquellos católicos del Majestic de 1996 reconvertidos en una aplastante mayoría absoluta que no hizo absolutamente nada en ese campo moral que ahora le exigen al presidente de Estados Unidos. Me pregunto por qué a toda esta nueva generación de seguidores de la cruzada de Vox no se les atragantaban las nóminas de entonces mientras nada de lo que supuestamente creían se materializaba en política. Y no hablo solo de ministros, diputados, sino de obispos y de laicos que entonces montaron sus grandes chiringuitos mediáticos y ahora escupen en la Cadena Cope sin ningún rastro de memoria ni pudor. Me irritan los sermones de los que miden los tiempos y juzgan según les sople el viento del éxito mundano. Y es que cuando se está fuera del terreno de juego, no hay nada más fácil que titular o escribir en las redes sociales. La gestión de lo público no ha sido, es ni será nunca un estado de pureza, primero por la condición humana de los que la protagonizan y segundo porque el poder suele, por lo general, corromper. Antes para conseguirlo y después para mantenerlo. Y no se me pongan las mantillas, se arrodillen y agarren los misales como si fuera esto el apocalipsis, porque esto es una realidad tan antigua como el Imperio romano. San Ignacio decía de manera demoledora que "mucha sabiduría unida a mediana santidad es preferible a mucha santidad con poca sabiduría". Urge, más que nunca, rescatarla.
Fuente
Y leo y veo a gente de cierto nivel intelectual repetirlo una y otra vez, convertir estos nuevos mandamientos en mensajes de WhatsApp. Poco se habla, por cierto, de esa moda de si no estás en Signal o Telegram te ha poseído el espíritu de Lenin y formas parte de ese grupo de pobre gente manipulada, buenista e ignorante a la que todavía, ellos, no han podido iluminar. Y me quedo alucinada cuando me dicen por mensajes (anónimos o privados) que el confinamiento es una maravillosa experiencia familiar, que no valoro el regalo de poder ser la maestra de mis hijos; y así, como una butifarra eterna de chorradas, me reprenden y de paso hacen que se me caigan las pestañas de dos en dos cada vez que leo esas estupideces. Y empiezo a darle vueltas y vueltas y acabo siempre en un bucle en el que me siento como quieren que me vea: una rata de laboratorio, indefensa dando vueltas mientras el nuevo orden mundial dirige mi vida.
Confieso que he llegado al tope de gilipolleces. Con la edad me sube la tensión y al mismo tiempo la intolerancia a los profetas que se santiguan y aplastan. Cogen el incienso y con caídas de ojos y en medio de un éxtasis místico hablan de la manida unidad de España y señalan al católico Biden (y san Donald Trump) como la nueva clase política vendida al sistema imperante. El tema es que si él está de saldo, cómo estaba todo el gabinete de Gobierno de José María Aznar, todos a una, aquellos católicos del Majestic de 1996 reconvertidos en una aplastante mayoría absoluta que no hizo absolutamente nada en ese campo moral que ahora le exigen al presidente de Estados Unidos. Me pregunto por qué a toda esta nueva generación de seguidores de la cruzada de Vox no se les atragantaban las nóminas de entonces mientras nada de lo que supuestamente creían se materializaba en política. Y no hablo solo de ministros, diputados, sino de obispos y de laicos que entonces montaron sus grandes chiringuitos mediáticos y ahora escupen en la Cadena Cope sin ningún rastro de memoria ni pudor. Me irritan los sermones de los que miden los tiempos y juzgan según les sople el viento del éxito mundano. Y es que cuando se está fuera del terreno de juego, no hay nada más fácil que titular o escribir en las redes sociales. La gestión de lo público no ha sido, es ni será nunca un estado de pureza, primero por la condición humana de los que la protagonizan y segundo porque el poder suele, por lo general, corromper. Antes para conseguirlo y después para mantenerlo. Y no se me pongan las mantillas, se arrodillen y agarren los misales como si fuera esto el apocalipsis, porque esto es una realidad tan antigua como el Imperio romano. San Ignacio decía de manera demoledora que "mucha sabiduría unida a mediana santidad es preferible a mucha santidad con poca sabiduría". Urge, más que nunca, rescatarla.
Fuente
Saturday, January 30, 2021
Tuesday, January 26, 2021
Los jesuitas indemnizarán a las víctimas de abusos cometidos por miembros de su orden en España
PEDERASTIA EN LA IGLESIA ESPAÑOLA
Los jesuitas indemnizarán a las víctimas de abusos cometidos por miembros de su orden en España
Es la primera vez que una institución religiosa del país afronta el reto de que salgan a la luz todos los casos del pasado. Pondrán en marcha un sistema de compensaciones que aplicarán caso por caso

Participantes en la concentración para denunciar la pederastia en los colegios en Barcelona, en 2016.ALBERT GARCÍA
IÑIGO DOMÍNGUEZ|JULIO NÚÑEZ
Madrid - 25 ENE 2021 - 09:13 CET
La Compañía de Jesús en España ha decidido pagar “compensaciones” económicas a las personas que hayan sido víctimas de abusos sexuales por miembros de su orden, en un paso sin precedentes en la Iglesia española, que hasta ahora se ha negado tanto a investigar los casos del pasado como a asumir el pago de indemnizaciones. El único caso puntual registrado hasta ahora fue el acuerdo de los Maristas de Cataluña con las familias de 25 víctimas de abusos en colegios, que pactaron el pago de 400.000 euros el mes pasado.
IN ENGLISH
In a first in Spain, Jesuits to pay compensation to victims of sexual abuse
La trascendencia de este paso estriba en que la congregación afronta, por primera vez en la Iglesia católica española, la vertiginosa posibilidad de que este anuncio haga salir a la luz numerosos casos que hasta ahora permanecían ocultos, como ha ocurrido en Estados Unidos y otros países. Varias diócesis norteamericanas han quebrado por hacer frente a las indemnizaciones y han tenido que vender edificios y propiedades. También los boy scouts de EE UU anunciaron hace un año su propósito de indemnizar a víctimas de abusos y en diez meses recibieron denuncias de 92.000 personas.
Los jesuitas, que en la actualidad gestionan 68 colegios y centros educativos en España, han sido los primeros y los únicos hasta ahora en hacer una investigación interna en profundidad. La presentaron el jueves tras dos años de trabajo y admite abusos sobre 81 menores y 37 adultos desde 1927.
Pidieron perdón a las víctimas y han puesto en marcha un plan de medidas para que no vuelva a ocurrir, llamado Sistema de Entorno Seguro, pero están dispuestos a ir más allá: “Estamos trabajando en cómo establecer un sistema de reparación, que esperamos tener listo próximamente, para ofrecer una compensación económica. Hay personas cuyos casos han prescrito y no pueden acudir a la justicia civil, y en ese caso estudiaremos caso por caso cómo hacerlo, con un abanico de opciones que se ajuste a las indemnizaciones de la justicia civil”, explica un portavoz.
Los jesuitas han reconocido que en siete casos ya han aportado “ayudas económicas” —prefieren esta expresión a “indemnizaciones”, más propio de una resolución judicial—. En uno de ellos, desvelado por este periódico, pagaron 72.000 euros en 2002 a Ángel Plaza, una víctima que sufrió abusos en Salamanca en los años ochenta. Es la única compensación cuya cuantía ha trascendido, y el importe lo fijó la propia víctima. Calculó dos millones de pesetas por gastos de terapia y 10 millones de indemnización, según su relato.
En los otros seis casos, asegura la orden, ya no se trató de desembolsos directos, sino que costearon terapias psicológicas. En la orden admiten que aún están ultimando la fórmula y resolviendo las dudas sobre cómo gestionar las solicitudes, ante la perspectiva de que surjan casos muy antiguos y difíciles de verificar. También se pretende actuar en casos en que las víctimas “no puedan o no quieran acudir a una reclamación judicial, de acuerdo con un convenio específico”. El correo electrónico de los jesuitas a disposición de las víctimas es: proteccion@jesuitas.es.
IÑIGO DOMÍNGUEZ|JULIO NÚÑEZ
Madrid - 25 ENE 2021 - 09:13 CET
La Compañía de Jesús en España ha decidido pagar “compensaciones” económicas a las personas que hayan sido víctimas de abusos sexuales por miembros de su orden, en un paso sin precedentes en la Iglesia española, que hasta ahora se ha negado tanto a investigar los casos del pasado como a asumir el pago de indemnizaciones. El único caso puntual registrado hasta ahora fue el acuerdo de los Maristas de Cataluña con las familias de 25 víctimas de abusos en colegios, que pactaron el pago de 400.000 euros el mes pasado.
IN ENGLISH
In a first in Spain, Jesuits to pay compensation to victims of sexual abuse
La trascendencia de este paso estriba en que la congregación afronta, por primera vez en la Iglesia católica española, la vertiginosa posibilidad de que este anuncio haga salir a la luz numerosos casos que hasta ahora permanecían ocultos, como ha ocurrido en Estados Unidos y otros países. Varias diócesis norteamericanas han quebrado por hacer frente a las indemnizaciones y han tenido que vender edificios y propiedades. También los boy scouts de EE UU anunciaron hace un año su propósito de indemnizar a víctimas de abusos y en diez meses recibieron denuncias de 92.000 personas.
Los jesuitas, que en la actualidad gestionan 68 colegios y centros educativos en España, han sido los primeros y los únicos hasta ahora en hacer una investigación interna en profundidad. La presentaron el jueves tras dos años de trabajo y admite abusos sobre 81 menores y 37 adultos desde 1927.
Pidieron perdón a las víctimas y han puesto en marcha un plan de medidas para que no vuelva a ocurrir, llamado Sistema de Entorno Seguro, pero están dispuestos a ir más allá: “Estamos trabajando en cómo establecer un sistema de reparación, que esperamos tener listo próximamente, para ofrecer una compensación económica. Hay personas cuyos casos han prescrito y no pueden acudir a la justicia civil, y en ese caso estudiaremos caso por caso cómo hacerlo, con un abanico de opciones que se ajuste a las indemnizaciones de la justicia civil”, explica un portavoz.
Los jesuitas han reconocido que en siete casos ya han aportado “ayudas económicas” —prefieren esta expresión a “indemnizaciones”, más propio de una resolución judicial—. En uno de ellos, desvelado por este periódico, pagaron 72.000 euros en 2002 a Ángel Plaza, una víctima que sufrió abusos en Salamanca en los años ochenta. Es la única compensación cuya cuantía ha trascendido, y el importe lo fijó la propia víctima. Calculó dos millones de pesetas por gastos de terapia y 10 millones de indemnización, según su relato.
En los otros seis casos, asegura la orden, ya no se trató de desembolsos directos, sino que costearon terapias psicológicas. En la orden admiten que aún están ultimando la fórmula y resolviendo las dudas sobre cómo gestionar las solicitudes, ante la perspectiva de que surjan casos muy antiguos y difíciles de verificar. También se pretende actuar en casos en que las víctimas “no puedan o no quieran acudir a una reclamación judicial, de acuerdo con un convenio específico”. El correo electrónico de los jesuitas a disposición de las víctimas es: proteccion@jesuitas.es.
EL PAÍS contabiliza por primera vez los casos de abusos conocidos, lo que incluye sentencias, investigaciones periodísticas y denuncias públicas que hayan destapado los posibles delitos de un religioso español.
Ángel Plaza, aquella primera víctima indemnizada en 2002 por los jesuitas, valora así el anuncio de la congregación: “El daño del abuso no se puede reparar con dinero, es para toda la vida. Una vez que hemos perdido la infancia y la inocencia, ya no son recuperables. La capacidad de tener una vida normal para una persona que ha sufrido abusos sexuales en la infancia depende de muchos factores, su entorno, su capacidad de resiliencia… pero tenemos que aceptar que nunca será la misma vida que hubiera sido sin el abuso. Esto es fácilmente comprensible en el caso de personas que sufren accidentes que les dejan con minusvalías físicas, pero más difícil de entender cuando los daños son en la personalidad y en la psique. Los daños no son los mismos para todas las personas porque dependen de muchas circunstancias, por tanto, las indemnizaciones no deberían ser las mismas necesariamente”.
En cuanto a la investigación interna, opina que “desde 1927 son muchos años para pensar que nadie nunca supo nada en la orden”. “Los jesuitas deberían no solamente hacer un ejercicio para contar casos de abusos, sino un verdadero examen de conciencia para saber qué ha pasado en sus conciencias para no escandalizarse de lo que muchos superiores, y muchos jesuitas con un poco de inteligencia y perspicacia, podían observar todos los días sentados en su mesa de comunidad. Sin duda no todos los jesuitas son unos pedófilos, sin duda hay verdaderos santos, pero ha llegado la hora de siega, que cuenten con calma sus depravados, y cuántos santos quedan”, concluye.
Para Juan Cuatrecasas, padre de una víctima en el caso del colegio Gaztelueta del Opus Dei, en Bizkaia, y presidente de la asociación Infancia Robada, la decisión de los jesuitas es un paso muy grande en la lucha contra la pederastia en la Iglesia, “que deben imitar otras instituciones religiosas, como el Opus Dei o la propia Conferencia Episcopal (CEE), que hasta ahora han guardado silencio sobre este tema”. Cuatrecasas, no obstante, insiste en que la entrega de estas ayudas debe estudiarse de manera individual y según la situación de cada afectado: “No es lo mismo una víctima de 20 años que una de 80. La primera aún tiene la vida por delante y necesitará de un apoyo constante. De ahí que sea necesario un seguimiento continuo de su situación. La indemnización, más allá de un dinero equis, debe incluir otros elementos que faciliten la integración social, laboral y emocional de las víctimas”.
“ES JUSTO QUE ALGUNAS VÍCTIMAS PIDAN AHORA CANTIDADES ASTRONÓMICAS”
Los jesuitas ya han pagado al menos una vez, según han admitido, una compensación económica a una víctima. Fue en 2002 y abonaron 72.000 euros a Ángel Plaza, que hoy tiene 51 años y sufrió abusos en Salamanca del jesuita José María Sánchez Nieto (en la imagen). En otros seis casos han admitido que han costeado las terapias de las víctimas. En el caso de Plaza, fue su psicóloga la que le sugirió que debería pedir una compensación, como una forma de que los jesuitas asumieran su responsabilidad. Que lo hicieran tuvo un efecto terapéutico, le ayudó en su recuperación: “El hecho de pedir una indemnización es una forma para la víctima de reconocer interiormente la importancia del daño y la capacidad de enfrentarlo. Si los jesuitas reparten limosnas sin que las víctimas hayan participado en ese proceso de forma activa, no creo que el proceso vaya a ser curativo. La pregunta que me hizo mi terapeuta fue: ¿cuánto dinero pedirías por el daño sufrido? Creo que es justo que algunas víctimas pidan cantidades astronómicas, porque el daño es fundamentalmente irreparable y en algunos casos les ha conducido al suicidio”.“La primera vez que un jesuita habló de dinero conmigo fue en Salamanca, en 1996. Me dijo: “Estas cosas se solucionan como en EE UU, con dinero”. A mí me pareció una reflexión obscena viniendo de un jesuita que se había significado por la opción preferencial de los pobres. Pero en 2002 empecé una terapia. Mi terapeuta vivía en otro país y la factura era considerable. Yo pensé que todos esos gastos deberían de ser pagados por los jesuitas, siendo ellos los únicos responsables de todo aquel lío”. Su terapeuta le pidió que calculara una cantidad que considerara justa y pidió 12 millones de pesetas, unos 72.000 euros. Pero pidió tres cosas más: una carta oficial escrita por la Compañía donde reconocieran los hechos; otra del agresor en la que le pidiera perdón a él y a sus padres; y por último, que le informaran de lo que iban a hacer con el religioso a partir de ese momento y que no estuviera nunca más en contacto con menores. “Solo se ocuparon del punto 1, el dinero”.
Las cifras del estudio suponen que el 1% de los jesuitas que han pasado por la orden desde 1927 en España cometieron abusos, pero las asociaciones de víctimas las consideran “ridículas”, aunque sea el primer paso en la buena dirección. El informe se basa en la revisión de archivos, con casos que fueron encubiertos en su día, y los testimonios de víctimas y testigos que han acudido a la congregación. En todo caso, la investigación ha hecho saltar las escasas estadísticas de abusos en la Iglesia española. El recuento que lleva este periódico, ante la ausencia de datos oficiales y solo a través de sentencias conocidas y hemerotecas, contabiliza únicamente 123 casos desde 1986, con cerca de 400 víctimas. La gran mayoría han salido a la luz en los últimos dos años, a partir de octubre 2018, cuando empezaron las investigaciones de EL PAÍS. Se estima que ocho de los casos del informe, con 11 víctimas, ya habían trascendido, luego la investigación de los jesuitas, por sí sola, dispara los datos en un 56%.
Las contadas indemnizaciones de la Iglesia que se conocen en casos que han llegado a los tribunales han sido variables. En 2007, el Tribunal Supremo condenó al arzobispado de Madrid como responsable subsidiario en el caso del cura pederasta del barrio madrileño de Aluche a pagar una multa de 30.000 a la víctima. Respecto a las 70 diócesis españolas, solo la de Cartagena anunció en mayo de 2020 que pagará indemnizaciones a las víctimas de abusos de casos prescritos. Las cantidades, precisó, no serían impuestas por la diócesis, sino que se establecerían tras un acuerdo entre el abogado del obispado y el de la víctima. Otros obispos, como el de Bilbao, Mario Iceta, han declarado que ven “valioso” que la Iglesia española estudie indemnizar a sus víctimas con fondos propios. Pero son casos aislados. Es Francia, los obispos aprobaron en 2019 entregar compensaciones económicas con una cuantía fija, aunque no precisaron la cifra. Para ello, pidieron a los fieles ayudar con donaciones.
En EE UU, algunas diócesis y asociaciones han recibido una avalancha de peticiones tras el anuncio del pago de indemnizaciones. Las cantidades pagadas son heterogéneas. Una de las más altas es la promesa de la diócesis de Brooklyn en Nueva York de 27,5 millones de dólares (unos 22,5 millones de euros) a cuatro víctimas de un profesor laico de religión contratado por la parroquia de St. Lucy-St. Patrick. Cifras millonarias que han llevado a otros obispados estadounidenses a la quiebra, como los de Portland (Oregón), San Diego (California) o la diócesis de Rockville Centre (en Nueva York) que no puede hacer frente a las demandas de más de 300 víctimas.
La Conferencia Episcopal se niega a investigar el pasado
La Conferencia Episcopal Española (CEE), a diferencia de la Iglesia de Irlanda, Francia o Alemania, se ha negado hasta ahora tanto a emprender una investigación interna y revelar la verdad de lo ocurrido, como a asumir compensaciones. Tampoco ninguna otra orden religiosa, al margen de los jesuitas, ha querido hacerlo. El único precedente es el de los Maristas de Cataluña, que constituyeron en febrero de 2020 una comisión independiente junto con la Fundación Mans Petites, creada por Manuel Barbero, padre de una de las víctimas. Investigaron caso por caso y establecieron los daños sufridos, las secuelas y el derecho a recibir indemnización. Acordaron pagar unos 400.000 euros a 25 antiguos alumnos que fueron abusados por miembros de la congregación en colegios catalanes. Algunos de los casos se remontan a 1960 y todos estaban prescritos en la justicia civil. Un total de 18 profesores o monitores de colegios Maristas habían sido denunciados por abusos cometidos desde los años 60, tras una investigación de El Periódico, pero solo uno de ellos, el profesor de Educación Física Joaquín Benítez, fue condenado a 21 años de cárcel el año pasado.
Expertos canónicos han explicado que las diócesis tienen la obligación de informar a las víctimas de que tienen derecho a pedir una compensación económica antes de que se inicie el proceso eclesiástico. Sin embargo, la mayoría de las víctimas entrevistadas por EL PAÍS aseguran que nunca se les habló de esta posibilidad.
Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es
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Los jesuitas admiten abusos a 81 menores desde 1927

5. 26-01-2021 08:59
Kiko Neville
Yo recomiendo desconfiar del cura progre y del demasiado conservador. Y sobre todo del plumas. Hay aves que vuelan en cuanto pueden. Enciérrate en un palomar.

4. 25-01-2021 13:59
ANTONIO MORALES
Malo sera que las indemnizaciones no las termine pagando el estado como los IBI,los sueldos de los curas y maestros de religion y los despidos improcedentes.La iglesia en España siempre se va de rositas.

3. 25-01-2021 11:22
ECOS ECO
La actual Iglesia Católica está podrida, es un nido de víboras, un foco de degeneración y abusos, gobernada desde el Vaticano. Que paguen indemnizaciones está bien, pero también la sociedad debe exigir que asuman responsabilidades ante la justicia terrenal como todo hijo de vecino, pues como tal se han comportado.

2. 25-01-2021 08:10
Carlos Martinez
Demostrarán que las victimas son los abusadores, y para entonces habrán prescrito. Lo que leyeron de que "lo que hagáis a uno de estos niños, me lo hacéis a mi" dicho por el mismo Jesucristo no lo han entendido.

1. 25-01-2021 07:16
Fernando Torres
En cierta manera el verdadero problema no son los abusos en sí mismos (siempre ha habido y siempre habrá, como siempre ha habido criminales). El otro problema, tan grande o más que el anterior, es la capa de encubrimientos y mentiras que han hecho las instituciones para proteger su imagen pública y para protegerse a sí mismas en la persona de sus responsables. Han sido años de encubrimientos y poner difícil la vida a las víctimas, años en los que las víctimas han sido revictimizadas, mareadas, ignoradas, escondidas. Y eso no por obra de aquel abusador de su infancia sino por obra de la institución. O las instituciones religiosas (o de cualquier tipo) se enfrentan a este segundo aspecto del problema o lo que estarán haciendo es simplemente buscar un chivo expiatorio (el abusador) para no pensar en esos años y acciones directas de encubrimiento.
Saturday, January 23, 2021
Los jesuitas, la orden del papa Francisco, pidieron también el juicio político de Donald Trump
La publicación “America”, la voz de la Compañía de Jesús en los Estados Unidos, solicitó en un editorial que el Congreso someta a un proceso de impeachment al presidente por haber “incitado” a “una turba sediciosa” a irrumpir en el Capitolio el 6 de enero, cuando se realizaba la certificación de Joe Biden
11 de Enero de 2021
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"Minutos antes de esta calamidad previsible, el presidente Donald J. Trump dio uno de sus habituales discursos demagógicos en un acto frente a la Explanada Nacional", describió la publicación de la Compañía de Jesús al acto "Save America" del 6 de enero. (Eric Lee/Bloomberg)
“Donald J. Trump debería ser sometido a juicio político, destituido y excluido de cualquier cargo federal futuro, inmediatamente”: en un artículo firmado por el conjunto de sus editores, America, la publicación semanal de los jesuitas en los Estados Unidos, se sumó a las voces que solicitan que el Congreso someta a impeachment al presidente por haber “incitado” a “una turba sediciosa” a irrumpir en el Capitolio el 6 de enero, en el momento en que se realizaba la certificación de Joe Biden como presidente electo.
La publicación de la orden religiosa a la que pertenece el papa Francisco subrayó que “el asalto a la capital nacional será recordado como uno de los acontecimientos más viles de la historia estadounidense” y que “no deberían quedar dudas sobre por qué sucedió y quién lo causó”.
Con el título “Someter a juicio político y condenar, ahora mismo”, el editorial de la publicación que dirige Matt Malone —que está asociada a la web The Jesuit Post y al podcast Jesuitical— recordó en su primer párrafo que “al menos cinco personas han muerto, incluido un policía del Capitolio que fue apaleado mientras defendía la casa del pueblo” y que “un segundo oficial de la policía del Capitolio, que respondió al salto, se suicidó el 10 de enero”.
“Donald J. Trump debería ser sometido a juicio político, destituido y excluido de cualquier cargo federal futuro, inmediatamente”: en un artículo firmado por el conjunto de sus editores, America, la publicación semanal de los jesuitas en los Estados Unidos, se sumó a las voces que solicitan que el Congreso someta a impeachment al presidente por haber “incitado” a “una turba sediciosa” a irrumpir en el Capitolio el 6 de enero, en el momento en que se realizaba la certificación de Joe Biden como presidente electo.
La publicación de la orden religiosa a la que pertenece el papa Francisco subrayó que “el asalto a la capital nacional será recordado como uno de los acontecimientos más viles de la historia estadounidense” y que “no deberían quedar dudas sobre por qué sucedió y quién lo causó”.
Con el título “Someter a juicio político y condenar, ahora mismo”, el editorial de la publicación que dirige Matt Malone —que está asociada a la web The Jesuit Post y al podcast Jesuitical— recordó en su primer párrafo que “al menos cinco personas han muerto, incluido un policía del Capitolio que fue apaleado mientras defendía la casa del pueblo” y que “un segundo oficial de la policía del Capitolio, que respondió al salto, se suicidó el 10 de enero”.
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“Donald J. Trump debería ser sometido a juicio político, destituido y excluido de cualquier cargo federal futuro, inmediatamente”, demandaron en el editorial de America los jesuitas de EEUU
Tras calificar de “insurrectos” a los fanáticos de Trump que forzaron la evacuación de los legisladores a un lugar seguro, el editorial de la Compañía de Jesús en los Estados Unidos destacó que muchos de ellos llevaban “equipo de combate y armas automáticas” y que aun aquellos que no llegaron así preparados “convirtieron las vallas metálicas, los escudos de la policía, las astas de las banderas y los extintores de incendios en armas improvisadas, que esgrimieron con ferocidad mientras gritaban invectivas racistas y antisemitas”.
El ataque, “horrible y repugnante”, según el medio de noticias y opinión sobre catolicismo y política en los Estados Unidos, “podría haber sido peor”. Desarrolló: “Docenas de los sediciosos que rondaron por el Capitolio también llevaban bolsos de lona, cualquiera de los cuales podría haber contenido los medios para asesinar a la rama legislativa del gobierno federal en su conjunto, incluidas las primeras tres personas en la línea de sucesión presidencial. Algunos de ellos cantaban ‘Cuelguen a Mike Pence’; otros habían erigido una horca improvisada cerca del estanque reflectante del monumento a Lincoln”.
El semanario fundado en 1909 argumentó: “Minutos antes de esta calamidad previsible, el presidente Donald J. Trump dio uno de sus habituales discursos demagógicos en un acto frente a la Explanada Nacional. Más de una docena de veces en apenas 90 minutos, el presidente afirmó, osadamente y sin fundamento, que le habían robado las elecciones presidenciales de 2020: la misma mentira que ha repetido a diario desde el 4 de noviembre”.
Tras calificar de “insurrectos” a los fanáticos de Trump que forzaron la evacuación de los legisladores a un lugar seguro, el editorial de la Compañía de Jesús en los Estados Unidos destacó que muchos de ellos llevaban “equipo de combate y armas automáticas” y que aun aquellos que no llegaron así preparados “convirtieron las vallas metálicas, los escudos de la policía, las astas de las banderas y los extintores de incendios en armas improvisadas, que esgrimieron con ferocidad mientras gritaban invectivas racistas y antisemitas”.
El ataque, “horrible y repugnante”, según el medio de noticias y opinión sobre catolicismo y política en los Estados Unidos, “podría haber sido peor”. Desarrolló: “Docenas de los sediciosos que rondaron por el Capitolio también llevaban bolsos de lona, cualquiera de los cuales podría haber contenido los medios para asesinar a la rama legislativa del gobierno federal en su conjunto, incluidas las primeras tres personas en la línea de sucesión presidencial. Algunos de ellos cantaban ‘Cuelguen a Mike Pence’; otros habían erigido una horca improvisada cerca del estanque reflectante del monumento a Lincoln”.
El semanario fundado en 1909 argumentó: “Minutos antes de esta calamidad previsible, el presidente Donald J. Trump dio uno de sus habituales discursos demagógicos en un acto frente a la Explanada Nacional. Más de una docena de veces en apenas 90 minutos, el presidente afirmó, osadamente y sin fundamento, que le habían robado las elecciones presidenciales de 2020: la misma mentira que ha repetido a diario desde el 4 de noviembre”.
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El ataque, “horrible y repugnante”, según los jesuitas de los Estados Unidos, “podría haber sido peor”: recordaron que muchos asaltantes iban armados y gritaban "Cuelguen a Mike Pence". (REUTERS/Leah Millis)
Con la inclinación política liberal que los identifica, los editores de America acusaron: “Para avivar la ira de la multitud con su deshonestidad calculada, Trump dijo a la turba que ‘nuestro país ya ha tenido suficiente, no lo aguantaremos más’. Luego animó a la multitud a marchar hacia el Capitolio para darles a los republicanos que allí estaban ‘la clase de orgullo y audacia que necesitan para recuperar nuestro país’”.
Para argumentar que no se trataba de un mero ejercicio de la libertad de expresión, los jesuitas agregaron que el presidente “organizó un grupo de oradores que a sabiendas gritaron ‘fuego’ en un teatro lleno”. Aludieron así al famoso fallo de la Corte Suprema estadounidense, Schenck v. Estados Unidos, que estableció: “La protección más estricta de la libertad de expresión no protegería a un hombre que gritara falsamente fuego en un teatro y causara pánico”, por lo cual las acusaciones engañosas no cuentan como expresión protegida por el derecho.
“Momentos antes de la presentación de Trump, su abogado personal y ex alcalde de la ciudad de Nueva York, Rudolph W. Giuliani, se dirigió a la misma multitud y pidió un ‘juicio con combate’ contra los demócratas: una referencia escandalosamente abierta a resolver una disputa mediante la confrontación física”, siguió el editorial. “El hijo del presidente, Donald J. Trump Jr., usó la misma plataforma para hacer pública una advertencia a los miembros del Congreso republicanos indecisos: ‘Vamos a por ustedes’. Junta a todas estas frases provocadoras, la sugerencia dudosamente sincera y efímera de Trump a la multitud, de ‘hacer escuchar sus voces pacífica y patrióticamente’, fue manifiestamente insuficiente en el mejor de los casos”.
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“Para avivar la ira de la multitud con su deshonestidad calculada, Trump dijo a la turba que ‘nuestro país ya ha tenido suficiente, no lo aguantaremos más’. Luego animó a la multitud a marchar hacia el Capitolio", expresó el editorial de los jesuitas (Bloomberg)
El editorial —promovido en Twitter por James Martin, consultor del Dicasterio para la Comunicación de Vatican News y una firma habitual de America— recordó también el uso que el presidente saliente dio a su cuenta de Twitter, luego suspendida.
“En un mensaje grabado que se difundió esa tarde, Trump dijo a la turba amotinada ‘los amamos’ y repitió una vez más la mentira de que le habían quitado su victoria electoral con un engaño. Sin dudas, el presidente dijo palabras bonitas en Twitter y en el video para pedir paz, pero cualquier persona razonable habría visto allí el guiño que eso fue en realidad. Y aun si finalmente, a regañadientes, reconoció que el 20 de enero asumirá un nuevo gobierno, Trump no ha asumido la responsabilidad ni ha expresado su arrepentimiento por instigar el asalto, y ha confirmado que él no asistirá a la toma de posesión de su sucesor debidamente elegido”.
Tras señalar que en los 244 años de historia estadounidense no sucedió un hecho como el del 6 de enero de 2021, el editorial concluyó: “Donald J. Trump debería ser sometido a juicio político, destituido y excluido de cualquier cargo federal futuro, inmediatamente”.
The Jesuit and lay editors of America Media @americamag add our voices to the chorus: "Impeach. Convict. Now." https://t.co/Qls5cEzWUE— James Martin, SJ (@JamesMartinSJ) January 11, 2021
Los jesuitas reconocieron que el impeachment y la condena de Trump son algo improbable dados los escasos días que restan del gobierno del republicano. “Pero tal resultado no es imposible”, agregaron, “y cualquier demora, sea cual sea, sería una sustitución profundamente insensata de un cálculo táctico en lugar de un principio constitucional. El daño que Trump ha causado no tiene precedentes y nuestros legisladores no deberían demorarse en hacerle rendir cuentas y establecer así una norma de conducta aceptable para los presidentes futuros”.
La revista de la orden religiosa del papa Francisco cerró su editorial urgiendo al Congreso a actuar de inmediato, “sin otra razón que registrar ante el tribunal superior de la historia la repugnancia colectiva de la nación” y asegurar que “semejante abuso depravado y pérfido del cargo presidencial” no vuelva a “mancillar el carácter” del país.
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Friday, January 15, 2021
Saturday, January 9, 2021
Jesuita Leo O´Donovan bendecirá el comienzo de la era Biden
Por: Christian Redondo - Enero 08, 2021 - 08:33 p.m.
INTERNACIONAL

Foto: @jesuitswest
El padre jesuita Leo O´Donovan, expresidente de la Universidad de Georgetown, y amigo de la familia Biden, será el encargado de hacer la oración de la inauguración presidencial de Joe Biden el 20 de enero.
De acuerdo con el portal estadounidense, National Catholic Reporter, Biden lo llamó personalmente y le ofreció ser la persona encargada de realizar la oración del inicio de la Presidencia del segundo católico que se va a sentar en el despacho oval en la historia de Estados Unidos.
O´Donovan ha estado muy de cerca con la familia Biden, incluso en 2015, presidió la misa fúnebre del hijo mayor de Biden, Beau, después de fallecer de cáncer cerebral a la edad de 46 años.
Además, a Biden se le ha visto con frecuencia en la iglesia de la universidad jesuita de Georgetown, donde estudió otro de sus hijos. Estando allí, O´Donovan lo invitó a ofrecer su testimonio como católico cuando éste era senador por el estado de Delaware.
O´Donovan es ahora director en el Servicio Jesuita a Refugiados, donde también Biden ha colaborado recaudando fondos.
Saturday, January 2, 2021
Tuesday, December 22, 2020
Saturday, December 12, 2020
Los jesuitas: los milicianos intelectuales de la Iglesia

Fuente: María Canora.
9 agosto, 2020
María Canora
@MariaCanora
La Compañía de Jesús es una de las órdenes religiosas más influyentes de la Iglesia católica. Siempre objeto de controversia y conflicto, desde sus orígenes los jesuitas han estado a la vanguardia del catolicismo como verdaderos agentes políticos e intelectuales. En otros tiempos la orden fue la oveja negra de la Iglesia, fue expulsada de muchos países en varias ocasiones y llegó a ser disuelta, pero hoy tiene el orgullo de estar representada en lo más alto: el papa Francisco es jesuita.
Dentro de la Iglesia Católica existen múltiples corrientes, órdenes y congregaciones que viven su fe y se expresan espiritual y políticamente de formas diversas. Varias de estas órdenes han destacado a lo largo de la historia, ya fuera por su poder e influencia, sus costumbres o sus ideas. Pero existe una especialmente controvertida, amada y odiada a partes iguales, que ha resultado decisiva en la evolución de la Iglesia: la Compañía de Jesús, los jesuitas.
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Agentes sospechosos para la Inquisición, pioneros evangelizadores en Asia y Latinoamérica, milicianos del Papa y castigados por él, intelectuales y científicos, confesores de príncipes, educadores de élites, obreros del pueblo y defensores de migrantes. Los jesuitas han encarnado un cristianismo de múltiples caras a las que desde el año 2013 se le añade una más: la dignidad papal. El papa Francisco, jesuita argentino, está imprimiendo un cambio radical en la Iglesia. Y entenderlo requiere mirar hacia atrás. Quinientos años atrás, concretamente.
Orígenes
La Compañía de Jesús fue fundada en 1534 por el militar español Ignacio de Loyola tras ser herido en batalla y experimentar una reconversión a la fe. Junto a tres compañeros estudiantes de filosofía en París, Loyola desarrolló una espiritualidad moderna de inspiración renacentista que en sus primeros años le valió la desconfianza de la Inquisición. Sin embargo, fue precisamente este carácter moderno y su voluntad de obediencia absoluta a la jerarquía eclesiástica lo que hizo que el papa Pablo III reconociera a la Compañía en 1540 en un contexto de profunda inestabilidad en el cristianismo: el movimiento reformista liderado por Martín Lutero amenazaba la unidad de la hasta entonces todopoderosa Iglesia romana.
Entre otras críticas a la doctrina católica, Lutero negaba la jurisdicción del Papa sobre toda la cristiandad. Esta tensión acabó provocando un cisma en la Iglesia, de la que nacieron numerosas iglesias protestantes. Como respuesta, la Iglesia de Roma inició un proceso de renovación conocido como Contrarreforma, en la que la Compañía de Jesús fue un instrumento fundamental. Los jesuitas destacaron en el Concilio de Trento —convocado como respuesta a la Reforma luterana— por su intelectualidad, combatiendo el movimiento protestante desde la teología. Por otro lado, la Compañía de Jesús consagró su fidelidad al Papa añadiendo un cuarto voto de obediencia absoluta al sumo pontífice a los habituales de pobreza, obediencia y castidad, comunes a todas las órdenes católicas. Los jesuitas se transformaron así en los milicianos del santo padre, reafirmando su autoridad frente a la Reforma y las continuas limitaciones que le imponían las monarquías católicas de España y Francia.
Tras la Reforma el cristianismo occidental se escindió en varias corrientes protestantes, lo que supuso un duro golpe para la autoridad papal.
La Compañía pronto comenzó a aumentar. A su cabeza se situó el padre general, elegido con carácter vitalicio por la Congregación General, máximo órgano de gobierno de la orden, que únicamente se convocaba para tomar decisiones de gran trascendencia. Además, la Compañía se diferenció de otras órdenes religiosas por la larga formación intelectual que tenían que superar sus novicios, que estudiaban filosofía, teología, artes, ciencias y política durante unos siete años.
Educación y misiones
Durante los siglos XVI y XVII los jesuitas se expandieron por Europa, Asia y América con vocación educativa, evangelizadora y misionera. En Europa fundaron cientos de seminarios, colegios y universidades que rápidamente adquirieron gran prestigio. Su sólida preparación teológica y cultural les permitió ascender a posiciones de importancia en el clero y a los consejos de reyes y príncipes, conquistando privilegios especiales y un alto grado de independencia dentro de la jerarquía católica.
Su ambición evangelizadora también los llevó a Asia y Latinoamérica en el contexto de la expansión y colonización española, cuando los jesuitas actuaron como agentes del cristianismo en las actuales India, Japón, China, Filipinas, Brasil, Paraguay, Perú o México. Pronto destacaron por su peculiar manera de evangelizar a los paganos. Al contrario que otras órdenes religiosas que imponían el modo de vida y la religión europea por la fuerza, los jesuitas abordaron su misión desde una perspectiva más antropológica. Su método, conocido como “inculturación”, consistía en sumergirse en la cultura local, aprender su lengua, estudiar sus costumbres e integrarse en su sociedad para después establecer un diálogo religioso con el objetivo de conseguir la conversión al cristianismo de la población nativa. Su defensa de la adaptación del culto cristiano a la cultura local —con la celebración de la misa en chino, cantos litúrgicos en guaraní o indumentaria budista— les hizo ser muy criticados dentro de algunos sectores de la Iglesia.
La Compañía pronto comenzó a aumentar. A su cabeza se situó el padre general, elegido con carácter vitalicio por la Congregación General, máximo órgano de gobierno de la orden, que únicamente se convocaba para tomar decisiones de gran trascendencia. Además, la Compañía se diferenció de otras órdenes religiosas por la larga formación intelectual que tenían que superar sus novicios, que estudiaban filosofía, teología, artes, ciencias y política durante unos siete años.
Educación y misiones
Durante los siglos XVI y XVII los jesuitas se expandieron por Europa, Asia y América con vocación educativa, evangelizadora y misionera. En Europa fundaron cientos de seminarios, colegios y universidades que rápidamente adquirieron gran prestigio. Su sólida preparación teológica y cultural les permitió ascender a posiciones de importancia en el clero y a los consejos de reyes y príncipes, conquistando privilegios especiales y un alto grado de independencia dentro de la jerarquía católica.
Su ambición evangelizadora también los llevó a Asia y Latinoamérica en el contexto de la expansión y colonización española, cuando los jesuitas actuaron como agentes del cristianismo en las actuales India, Japón, China, Filipinas, Brasil, Paraguay, Perú o México. Pronto destacaron por su peculiar manera de evangelizar a los paganos. Al contrario que otras órdenes religiosas que imponían el modo de vida y la religión europea por la fuerza, los jesuitas abordaron su misión desde una perspectiva más antropológica. Su método, conocido como “inculturación”, consistía en sumergirse en la cultura local, aprender su lengua, estudiar sus costumbres e integrarse en su sociedad para después establecer un diálogo religioso con el objetivo de conseguir la conversión al cristianismo de la población nativa. Su defensa de la adaptación del culto cristiano a la cultura local —con la celebración de la misa en chino, cantos litúrgicos en guaraní o indumentaria budista— les hizo ser muy criticados dentro de algunos sectores de la Iglesia.

El jesuita Matteo Ricci con Xu Guangqi, burócrata chino de la dinastía Ming, en una publicación china de 1607. Fuente: Wikimedia
Los siglos XVII y XVIII fueron un periodo de expansión, estructuración y consolidación misionera en los territorios de ultramar, especialmente en América. La Compañía de Jesús jugó un papel clave en la colonización española, conteniendo la expansión portuguesa a lo largo de una frontera poco definida, viajando por el territorio y fundando misiones en las zonas limítrofes. El propósito de los jesuitas era aprovechar la fundación de los poblados indígenas, las “reducciones”, para construir una sociedad desde cero alejada de los males y la corrupción moral de la sociedad europea. Las reducciones jesuíticas se convirtieron en poblados comunitarios con estructuras administrativas, económicas y culturas muy avanzadas, basadas en el sincretismo religioso entre las culturas indígena y cristiana.
Sin embargo, la prosperidad e independencia de las reducciones y la beligerancia de los jesuitas contra los cazadores de esclavos y el resto de los colonizadores comenzó a generar malestar en las monarquías europeas a mediados del siglo XVIII. En 1754 los indígenas guaraníes de las misiones jesuíticas se enfrentaron a las fuerzas españolas y portuguesas con motivo del Tratado de Madrid, que redefinía la frontera entre ambas potencias e implicaba cambios en el territorio indígena. Los jesuitas fueron acusados de instigar la resistencia, no solo en las colonias, sino también en Europa. Algunos intelectuales jesuitas habían desarrollado incluso el concepto de tiranicidio, que justificaba el asesinato del rey en el caso de que este se volviese un tirano.
La creciente influencia cultural y política de los jesuitas, sus desacuerdos con los teóricos de la Ilustración y, sobre todo, su voto de obediencia al Papa hicieron que los reyes europeos les consideraran una amenaza para su despotismo ilustrado. En 1758 fueron expulsados de Portugal y sus dominios, y en 1767 de España y sus territorios de ultramar. La fuerte presión de los Gobiernos católicos hizo que el Papa Clemente XIV disolviera a la Compañía en 1773. Algunos jesuitas fueron apresados, otros optaron por convertirse al clero secular. Sin embargo, unos pocos cientos se refugiaron en Rusia, aceptando la oferta de asilo de la zarina Catalina la Grande, que se negó a promulgar el edicto de supresión emitido por el Papa.
La Compañía de Jesús no fue restituida hasta 41 años más tarde, en 1814. La ideología liberal y anticlerical nacida en la Revolución francesa y consolidada en las guerras de independencia hispanoamericanas amenazaba el poder de la Iglesia y las monarquías europeas. En su lucha por defender el Antiguo Régimen, el Papado devolvió a la vida a su milicia, aunque eso no significa que la Compañía fuera bien recibida. Durante el siglo XIX los jesuitas fueron expulsados de los territorios donde se produjeron revoluciones liberales tanto en Europa como en Latinoamérica: en 1834 de Portugal, en 1848 de Austria, en 1850 de Colombia o en 1852 de Ecuador, entre otros. Pese a todo, la Compañía siguió creciendo en número e influencia a través de su labor educativa y misionera gracias a su cercanía con las élites conservadoras.
Nacer de nuevo: el aggiornamiento
La devastadora desigualdad social y económica consecuencia de la Revolución Industrial hizo que paulatinamente la Compañía de Jesús cuestionara su forma de relacionarse con el mundo. Los intelectuales jesuitas abordaron la cuestión obrera y desarrollaron el concepto de “justicia social”, sentando las bases para la futura doctrina social de la Iglesia. En el contexto de las graves convulsiones políticas a principios del siglo XX y las dos guerras mundiales, los jesuitas mantuvieron una relación ambivalente con los fascismos europeos. Cada vez más cercanos al pueblo y críticos con el poder, la Compañía se puso de lado de la resistencia contra los nazis. En España, tras ser readmitidos por Franco —pues habían sido nuevamente expulsados por el Gobierno izquierdista de la Segunda República—, los jesuitas se unieron al movimiento obrero y sindical, dándole la espalda a la Iglesia católica, que colaboraba con el régimen franquista, y abriendo una brecha con la Santa Sede.
A finales de los años sesenta se evidenció la crisis interna que se vivía en la Iglesia católica. Con el objetivo de renovarla y abrirse al mundo, el papa Juan XXIII convocó en 1962 el Concilio Vaticano II, que reunió a los obispos para debatir y tomar decisiones que diesen respuesta al deseo de aggiornamiento (‘actualización’, en italiano) de las bases cristianas. La polarización política de los obispos complicó los acuerdos, aunque en última instancia triunfó el bando progresista: se promulgó un decreto sobre el derecho de las personas a la libertad religiosa, se abandonó el latín como lengua oficial de culto, acercando la liturgia a las personas, y se declaró la opción preferencial por los pobres y la defensa de los marginados. El Concilio Vaticano II marcó un punto de inflexión en el catolicismo. Y fruto de estos debates surgió en América Latina una nueva corriente cristiana marxista: la Teología de la Liberación, que se posicionó en contra de las dictaduras militares y a favor de los movimientos políticos populares de liberación de los años sesenta, setenta y ochenta.

Inauguración del Concilio Vaticano II en la basílica de San Pedro en 1962. Fuente: Wikimedia
En este contexto, la Compañía de Jesús sufrió una rápida refundación. Encomendados por el papa, los jesuitas se volcaron en el aggiornamiento apoyando a las comunidades eclesiales de base en Latinoamérica y defendiendo la justicia social. Esto significó la apoteosis de la orden, que a mediados de los sesenta llegó a tener más de 36.000 miembros repartidos por el mundo. En este marco es elegido como padre superior el jesuita vasco Pedro Arrupe, que profundizó aún más en el giro progresista de la Compañía, afirmando que existía un vínculo inseparable entre la fe y la promoción de la justicia. En esos años los jesuitas se opusieron a las dictaduras en Argentina, Chile, Colombia, Nicaragua, Honduras y El Salvador, llegando a participar incluso en los movimientos revolucionarios guerrilleros.
La llegada al poder del papa polaco Juan Pablo II en 1978 alteró radicalmente la relación de la Santa Sede con la Compañía. Juan Pablo II, feroz anticomunista, dio un giro a la visión geopolítica del Vaticano, que en plena Guerra Fría se posicionó junto a Estados Unidos en contra de la URSS e incluso fue acusado de colaborar con la CIA. Las tendencias marxistas de los jesuitas y su compromiso con la Teología de la Liberación en Centroamérica les granjeó graves tensiones con el sumo pontífice. El padre Arrupe luchó por conciliar la beligerancia jesuita con el voto de obediencia al papa hasta 1981, cuando sufrió una embolia que le incapacitó. El papa aprovechó el momento de debilidad de la Compañía: intervino en el proceso de elección del nuevo padre general y nombró unilateralmente al anciano jesuita conservador Paolo Dezza como delegado personal, dándole plenos poderes en la orden. Los jesuitas reaccionaron con gran indignación, pero aceptaron con obediencia la decisión papal.
No fue hasta dos años después que el papa permitió convocar nuevas elecciones en el seno de la Compañía. La Congregación General eligió al padre Kolvenbach, un sacerdote neerlandés de perfil bajo, alejado de la Teología de la Liberación y que había vivido hasta entonces en Oriente Próximo. Su misión, cicatrizar las heridas con la Santa Sede, no dio demasiado resultado, pero Kolvenbach lideró la orden durante algo más de dos décadas con prudencia y discreción, evitando nuevos enfrentamientos con la jerarquía eclesiástica. El número de nuevos miembros disminuyó significativamente.
La muerte de Juan Pablo II en 2005 no cambió en un inicio la línea política trazada por el Vaticano. Su sucesor, el alemán Benedicto XVI, también conservador, no profesaba gran simpatía por los jesuitas. No extraña así que la elección de un nuevo padre superior jesuita en la línea de Arrupe en 2008, tras la retirada de Kolvenvach, molestara mucho al Papado, y se llegó a rumorear que la Compañía iba a ser intervenida una vez más.
Un jesuita en la Santa Sede
En febrero de 2013 sucedió un hecho histórico: el papa Benedicto XVI renunció al pontificado alegando falta de fuerzas. Los últimos años no habían sido fáciles en la Santa Sede: los escándalos de pederastia y las filtraciones de documentos secretos que involucraban al Vaticano en casos de corrupción parecían haber extenuado al santo padre. Con todo, lo que sucedió a continuación era aún más improbable. Tan solo veinticinco años tras la intervención papal en la Compañía y doscientos años después de su disolución, el cónclave eligió al primer papa jesuita de la historia: el obispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, en lo sucesivo papa Francisco. Además, Francisco también sería el primer no europeo en más de 1200 años.
Fueron muchas las voces que dijeron que esta elección respondía a un cambio cosmético de la Iglesia orientado a contener la crisis de credibilidad a que se enfrentaba el Vaticano, o incluso un giro puramente estratégico para frenar la sangría de creyentes católicos frente a la Iglesia evangélica en América Latina. Sin embargo, Francisco demostró en poco tiempo su disposición a acometer reformas que devolvieran la fuerza al espíritu del Concilio Vaticano II, atendiendo tanto al interior como al exterior de la Iglesia y a nivel estructural, doctrinal y político.
El alto nivel de despilfarro, unido al déficit estructural del Vaticano y la falta de transparencia en sus cuentas, hicieron que el papa reformara la Curia Romana y lanzara una profunda reestructuración económica y financiera de la Santa Sede. En el ámbito político, Francisco ha seguido una marcada línea progresista haciendo una férrea defensa de los migrantes y el medio ambiente, y enfrentándose abiertamente con partidos de ultraderecha europeos como el italiano Liga o el español VOX por sus posicionamientos xenófobos y racistas. Sin embargo, a nivel doctrinal el papa se ha mostrado tibio en temas sobre los que existía una gran expectativa, como el papel de la mujer dentro de la Iglesia, la homosexualidad, el divorcio y el celibato de los sacerdotes.
Sin duda, abordar estos temas en el seno de la Iglesia no es tarea fácil. Los sectores más rigoristas se han opuesto completamente a la corriente aperturista de Francisco, y el papa parece haber optado por evitar el enfrentamiento directo y mantener un perfil bajo mientras se asegura apoyos. En octubre de 2019, Francisco nombró a trece nuevos cardenales, cada uno de un país diferente y pertenecientes a ocho congregaciones distintas, tres de ellos jesuitas. Estos nombramientos han culminado la renovación del colegio cardenalicio, órgano que brinda asesoría al sumo pontífice y que elige al nuevo papa en caso de fallecimiento o renuncia. La llegada de los nuevos cardenales ha dado a Francisco mayoría absoluta en el cónclave, lo que afianza sus reformas, asegura que su sucesor continúe su línea progresista y le resta poder a los cardenales europeos en la dirección del cristianismo, una religión global.
El futuro de la Compañía
Tras muchas décadas de enfrentamiento con el Papado, la Compañía de Jesús disfruta ahora del beneplácito de la más alta autoridad de la Iglesia, lo que ha supuesto un impulso a sus actividades. Pese a todo, los tiempos han cambiado: la Compañía sigue siendo una de las órdenes católicas más numerosas e influyentes del mundo, pero está muy lejos de contar con los 36.000 milicianos de su época dorada. Según el último censo, de 2013, la Compañía de Jesús está integrada por algo más de 17.000 jesuitas. El acelerado descenso de las vocaciones y el envejecimiento de sus miembros no son fáciles de resolver, aunque esos problemas sean compartidos en general por todas las órdenes religiosas. En España, cuna de la Compañía, los seminarios cierran poco a poco por la falta de novicios.
A pesar de todo, los jesuitas no renuncian a mantenerse en la vanguardia del mundo cristiano. La Teología de la Liberación no está hoy en el centro del debate religioso, pero las desigualdades sociales que dieron lugar a su nacimiento se han agravado. La capacidad de adaptación a los nuevos tiempos de los jesuitas les permite continuar su trabajo educativo y de cooperación internacional, creando redes y apoyándose cada vez más en personal laico. Con más de 4.000 centros educativos, doscientas universidades, más de trescientas ONG y decenas de editoriales, emisoras de radio y think tanks por todo el mundo, la milicia de san Ignacio de Loyola todavía es una fuerza política beligerante que seguirá teniendo un papel fundamental en una Iglesia cada vez más dividida.
En este contexto, la Compañía de Jesús sufrió una rápida refundación. Encomendados por el papa, los jesuitas se volcaron en el aggiornamiento apoyando a las comunidades eclesiales de base en Latinoamérica y defendiendo la justicia social. Esto significó la apoteosis de la orden, que a mediados de los sesenta llegó a tener más de 36.000 miembros repartidos por el mundo. En este marco es elegido como padre superior el jesuita vasco Pedro Arrupe, que profundizó aún más en el giro progresista de la Compañía, afirmando que existía un vínculo inseparable entre la fe y la promoción de la justicia. En esos años los jesuitas se opusieron a las dictaduras en Argentina, Chile, Colombia, Nicaragua, Honduras y El Salvador, llegando a participar incluso en los movimientos revolucionarios guerrilleros.
La llegada al poder del papa polaco Juan Pablo II en 1978 alteró radicalmente la relación de la Santa Sede con la Compañía. Juan Pablo II, feroz anticomunista, dio un giro a la visión geopolítica del Vaticano, que en plena Guerra Fría se posicionó junto a Estados Unidos en contra de la URSS e incluso fue acusado de colaborar con la CIA. Las tendencias marxistas de los jesuitas y su compromiso con la Teología de la Liberación en Centroamérica les granjeó graves tensiones con el sumo pontífice. El padre Arrupe luchó por conciliar la beligerancia jesuita con el voto de obediencia al papa hasta 1981, cuando sufrió una embolia que le incapacitó. El papa aprovechó el momento de debilidad de la Compañía: intervino en el proceso de elección del nuevo padre general y nombró unilateralmente al anciano jesuita conservador Paolo Dezza como delegado personal, dándole plenos poderes en la orden. Los jesuitas reaccionaron con gran indignación, pero aceptaron con obediencia la decisión papal.
No fue hasta dos años después que el papa permitió convocar nuevas elecciones en el seno de la Compañía. La Congregación General eligió al padre Kolvenbach, un sacerdote neerlandés de perfil bajo, alejado de la Teología de la Liberación y que había vivido hasta entonces en Oriente Próximo. Su misión, cicatrizar las heridas con la Santa Sede, no dio demasiado resultado, pero Kolvenbach lideró la orden durante algo más de dos décadas con prudencia y discreción, evitando nuevos enfrentamientos con la jerarquía eclesiástica. El número de nuevos miembros disminuyó significativamente.
La muerte de Juan Pablo II en 2005 no cambió en un inicio la línea política trazada por el Vaticano. Su sucesor, el alemán Benedicto XVI, también conservador, no profesaba gran simpatía por los jesuitas. No extraña así que la elección de un nuevo padre superior jesuita en la línea de Arrupe en 2008, tras la retirada de Kolvenvach, molestara mucho al Papado, y se llegó a rumorear que la Compañía iba a ser intervenida una vez más.
Un jesuita en la Santa Sede
En febrero de 2013 sucedió un hecho histórico: el papa Benedicto XVI renunció al pontificado alegando falta de fuerzas. Los últimos años no habían sido fáciles en la Santa Sede: los escándalos de pederastia y las filtraciones de documentos secretos que involucraban al Vaticano en casos de corrupción parecían haber extenuado al santo padre. Con todo, lo que sucedió a continuación era aún más improbable. Tan solo veinticinco años tras la intervención papal en la Compañía y doscientos años después de su disolución, el cónclave eligió al primer papa jesuita de la historia: el obispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, en lo sucesivo papa Francisco. Además, Francisco también sería el primer no europeo en más de 1200 años.
Fueron muchas las voces que dijeron que esta elección respondía a un cambio cosmético de la Iglesia orientado a contener la crisis de credibilidad a que se enfrentaba el Vaticano, o incluso un giro puramente estratégico para frenar la sangría de creyentes católicos frente a la Iglesia evangélica en América Latina. Sin embargo, Francisco demostró en poco tiempo su disposición a acometer reformas que devolvieran la fuerza al espíritu del Concilio Vaticano II, atendiendo tanto al interior como al exterior de la Iglesia y a nivel estructural, doctrinal y político.
El alto nivel de despilfarro, unido al déficit estructural del Vaticano y la falta de transparencia en sus cuentas, hicieron que el papa reformara la Curia Romana y lanzara una profunda reestructuración económica y financiera de la Santa Sede. En el ámbito político, Francisco ha seguido una marcada línea progresista haciendo una férrea defensa de los migrantes y el medio ambiente, y enfrentándose abiertamente con partidos de ultraderecha europeos como el italiano Liga o el español VOX por sus posicionamientos xenófobos y racistas. Sin embargo, a nivel doctrinal el papa se ha mostrado tibio en temas sobre los que existía una gran expectativa, como el papel de la mujer dentro de la Iglesia, la homosexualidad, el divorcio y el celibato de los sacerdotes.
Sin duda, abordar estos temas en el seno de la Iglesia no es tarea fácil. Los sectores más rigoristas se han opuesto completamente a la corriente aperturista de Francisco, y el papa parece haber optado por evitar el enfrentamiento directo y mantener un perfil bajo mientras se asegura apoyos. En octubre de 2019, Francisco nombró a trece nuevos cardenales, cada uno de un país diferente y pertenecientes a ocho congregaciones distintas, tres de ellos jesuitas. Estos nombramientos han culminado la renovación del colegio cardenalicio, órgano que brinda asesoría al sumo pontífice y que elige al nuevo papa en caso de fallecimiento o renuncia. La llegada de los nuevos cardenales ha dado a Francisco mayoría absoluta en el cónclave, lo que afianza sus reformas, asegura que su sucesor continúe su línea progresista y le resta poder a los cardenales europeos en la dirección del cristianismo, una religión global.
El futuro de la Compañía
Tras muchas décadas de enfrentamiento con el Papado, la Compañía de Jesús disfruta ahora del beneplácito de la más alta autoridad de la Iglesia, lo que ha supuesto un impulso a sus actividades. Pese a todo, los tiempos han cambiado: la Compañía sigue siendo una de las órdenes católicas más numerosas e influyentes del mundo, pero está muy lejos de contar con los 36.000 milicianos de su época dorada. Según el último censo, de 2013, la Compañía de Jesús está integrada por algo más de 17.000 jesuitas. El acelerado descenso de las vocaciones y el envejecimiento de sus miembros no son fáciles de resolver, aunque esos problemas sean compartidos en general por todas las órdenes religiosas. En España, cuna de la Compañía, los seminarios cierran poco a poco por la falta de novicios.
A pesar de todo, los jesuitas no renuncian a mantenerse en la vanguardia del mundo cristiano. La Teología de la Liberación no está hoy en el centro del debate religioso, pero las desigualdades sociales que dieron lugar a su nacimiento se han agravado. La capacidad de adaptación a los nuevos tiempos de los jesuitas les permite continuar su trabajo educativo y de cooperación internacional, creando redes y apoyándose cada vez más en personal laico. Con más de 4.000 centros educativos, doscientas universidades, más de trescientas ONG y decenas de editoriales, emisoras de radio y think tanks por todo el mundo, la milicia de san Ignacio de Loyola todavía es una fuerza política beligerante que seguirá teniendo un papel fundamental en una Iglesia cada vez más dividida.
Thursday, November 26, 2020
La Historia Secreta de los Jesuitas
LEY DOMINICAL
Publicado el noviembre 26, 2020 por Freddy Silvia

Bibliografía. Autor, Edmond París, revela la penetración e infiltración de los jesuitas en los gobiernos y en las naciones del mundo; esto se hizo con el fin de manipular el curso de la historia, estableciendo dictaduras y debilitando democracias como la de los Estados Unidos de América, abriendo el camino para la anarquía social, política, moral, militar, educativa y religiosa.
Edmond Paris, nació en la capital de Francia en una familia católica de estudiosos. Al venir de un trasfondo religioso, él estaba muy interesado en cuestiones filosóficas, religiosas y sociales desde su infancia.
Después de salir de La Sorbona, donde él era un estudiante, completó sus estudios en diversas partes del mundo, como Roma, Ginebra, Salamanca, y Montreal. Después de haber viajado mucho y ser devoto creyente de estar en estrecho contacto con la verdad y la realidad, fue por lo tanto capaz de comparar lo que había aprendido con lo que vio físicamente.
Desde Europa escuchamos una voz del mundo secular que documenta, históricamente, la misma información que nos fue dada por ex sacerdotes. Edmond Paris expone con valentía la intervención del Vaticano en la política y en las intrigas mundiales, además de fomentar guerras a través de la historia. Se ve, sin duda alguna, que la institución católica romana no es una iglesia cristiana y jamás lo fue.
Saturday, November 21, 2020
Francisco felicita al Servicio Jesuita a Refugiados...
Francisco felicita al Servicio Jesuita a Refugiados por sus 40 años de trabajo
"Su testimonio del amor de Dios en el servicio a los refugiados y migrantes es también fundamental para construir una cultura del encuentro que es la única que sienta las bases de una solidaridad genuina y duradera para el bien de la familia humana", escribe Francisco en una carta enviada al Reverendo Thomas H. Smolich SJ, Director Internacional del Servicio Jesuita a Refugiados, al cumplirse 40 años de esta incansable labor misionera presente en todo el mundo.
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
El 14 de noviembre es una fecha especial para la Compañía de Jesús ya que marca el día en el que el padre Pedro Arrupe SJ fundó el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS por sus siglas en inglés) en 1980.
40 años después este proyecto continúa promoviendo su ministerio de acompañar a nuestros hermanos refugiados de todo el mundo.
La carta de Francisco
Para celebrar este aniversario, el Papa Francisco envió una carta al Reverendo Thomas H. Smolich SJ, Director Internacional del Servicio Jesuita a Refugiados, en la que felicita por su labor al Centro Astalli en Roma y expresa su gratitud con todo el personal y voluntarios del JRS que están presente en tantos países.
"Mis pensamientos van especialmente dirigidos a tantos hombres, mujeres y niños que se dirigen al JRS para buscar refugio y asistencia. Sepan que el Papa está cerca de ellos y de sus familias y que los recuerda en sus oraciones", escribe Francisco haciendo hincapié en que continúa rezando por esta labor misionera, mientras el impulso jesuita se renueva y se compromete cada vez más, poniéndose al servicio de las diversas necesidades de los refugiados y desplazados:
“Rezo para que todos ustedes sean capaces de extraer el estímulo, la sabiduría de la visión y el ejemplo de su fundador. Frente a los sufrimientos de los que huyeron de su tierra en busca de salvación por la guerra de Vietnam, el padre Arrupe convirtió su consternación en una atención profundamente práctica para su bienestar físico, psicológico y espiritual. Este deseo íntimamente cristiano e ignaciano de cuidar el bienestar de todos aquellos que se encuentran en un estado de profunda desesperación ha inspirado y guiado el trabajo del JRS en estos 40 años, desde sus inicios con los «Boat People» (refugiados que huían en botes después de la guerra de Vietnam a principios de la década de 1980), hasta el día de hoy, con la pandemia del coronavirus que ha dejado claro que toda la familia humana está «en la misma barca», enfrentando desafíos económicos y sociales sin precedentes”
Asimismo, en su carta, el Santo Padre afirma que demasiadas personas en el mundo actual se ven obligadas a migrar, "a aferrarse a las embarcaciones precarias y gomones en un intento de buscar refugio de los virus de la injusticia, la violencia y la guerra".
Es por ello que el Pontífice recuerda, que a la luz de estas graves desigualdades, el JRS tiene un papel crucial para hacer conocer y sensibilizar a la opinión pública sobre la realidad de los refugiados y los desplazados:
“Su tarea vital es extender la mano de la amistad a los que están solos, separados de sus familias, o abandonados, acompañándolos y ampliando sus voces, y sobre todo asegurando que tengan la oportunidad de crecer a través de su educación y desarrollo. Su testimonio del amor de Dios en el servicio a los refugiados y migrantes es también fundamental para construir una cultura del encuentro que es la única que sienta las bases de una solidaridad genuina y duradera para el bien de la familia humana”
Finalmente, el Papa asegura que mirando al futuro, confía en que ningún contratiempo o desafío, personal o institucional, podrá distraer o desanimar la respuesta generosa del JRS, "al urgente llamado a promover la cultura de la cercanía y del encuentro a través de la firme defensa de los derechos de quienes ustedes acompañan cada día".
“Con estos sentimientos, renuevo mis más profundas felicitaciones por su trabajo, y les pido que me recuerden en sus oraciones. Confío a todos aquellos vinculados al apostolado del JRS, a la amorosa intercesión de María, Madre de la Esperanza y Consuelo de los Migrantes, y con gusto les imparto mi bendición apostólica como una promesa de alegría y paz en Cristo Nuestro Señor”
El Centro Astalli agradece las palabras del Papa
Por su parte, el Centro Astalli ha agradecido las palabras del Santo Padre Francisco a través de un comunicado publicado por su presidente, el padre Camillo Ripamonti, SJ:
"El Santo Padre nos llama una vez más a nuestras responsabilidades, a nuestra humanidad. La pandemia no debe distraernos de esto. La última de las víctimas de nuestra indiferencia es un niño de seis meses. Opongámonos a la lógica de Caín y exijamos a quienes desempeñan funciones institucionales que estén a la altura de la tarea que se les ha encomendado: garantizar el respeto de la dignidad y los derechos de todos los seres humanos", expresa el padre Ripamonti.
"Dejar morir, sin hacer nada, a quienes intentan alcanzar un lugar seguro en el mundo, es el fruto amargo de la lógica de la indiferencia y la cultura del descarte de la que nos advierte el Papa Francisco. Que los hombres y mujeres de todas las creencias reaccionen y detengan la carnicería".
El sacerdote jesuita concluye indicando que celebrar 40 años, "es renovar nuestro compromiso diario al lado de los refugiados con la conciencia de que estamos al lado de los justos".
Sunday, November 15, 2020
Un jesuita bien cerca del poder

El cura Rodrigo Zarazaga, un hombre cercano al ministro Guzmán y a los empresarios. Imagen: Bernardino Avila
Imagen: Bernardino Avila
PortadaEl país
Quién es el cura Rodrigo Zarazaga
Cientista político, investigador del CONICET y Director del Centro de Investigación y Acción Social se mueve como pez en el agua en el mundo de la política y de los empresarios más poderosos del país, y por su amistad con Martín Guzmán facilita la relación del ministro con los CEOS de la Asociación Empresaria Argentina.

Por Washington Uranga
09 de noviembre de 2020
El nombre del sacerdote católico Rodrigo Zarazaga no es desconocido para el mundo empresario con el que mantiene aceitadas relaciones. En marzo pasado el cura fue el vocero ante Alberto Fernández de la iniciativa #SeamosUno, una propuesta que reunió a dirigentes de empresas y comunidades religiosas, con la finalidad de recaudar donaciones por mil millones de pesos destinados a alimentos para familias afectadas por la crisis económica y la pandemia de la covid-19. Pero no este el único contacto del religioso con las esferas de poder. Se lo conoce como una persona cercana al ministro de Economía y el facilitador de los diálogos que Martín Guzmán celebró –uno de ellos la semana anterior- con los principales referentes de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la entidad en la que pisan fuerte Techint, Arcor y el Grupo Clarín, entre otros. Antes, en marzo, la misma escena se había concretado con similares interlocutores y entonces el tema fue la renegociación de la deuda externa y las consecuencias económicas de la pandemia. Ahora se habló sobre el futuro económico del país, las iniciativas del gobierno, la postura de los empresarios y su eventual colaboración en la coyuntura
Como religioso Rodrigo es miembro de la Compañía de Jesús, más conocida como los jesuitas, la misma congregación a la que pertenece Jorge Bergoglio, el papa Francisco. De familia católica -su hermano Gonzalo también es sacerdote jesuita y teólogo- Zarazaga es doctor en Ciencias Políticas por la University of California y cursó un post doctorado en la University of Notre Dame. Quienes conocen la vida de “la compañía” aseguran que entre ambos jesuitas, Bergoglio y Zarazaga, no había una relación demasiado estrecha cuando los dos vivían en Argentina. “Respeto y distancia” describió otro cura señalando que Zarazaga ha sido crítico de la gestión del hoy Papa cuando le tocó conducir a los jesuitas en la Argentina. En la Pastoral Social porteña se lo suele mirar con recelo porque, aseguran, “siempre se corta solo”.
El sacerdote dirige desde 2011 el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) el think tank de los jesuitas en Argentina. A pesar de la discreción con la que suele moverse, este hombre que el próximo 3 de diciembre cumplirá 59 años y que también es Magister en Ciencias Políticas por la Universidad Nacional San Martín (2003), es muy reconocido en los ámbitos empresarios y mantiene frecuentes diálogos con personalidades del mundo de los negocios y de la vida política. Como parte de su formación religiosa el cura es licenciado en Filosofía y Teología y Magister en Ciencias Sagradas, todos títulos obtenidos en la Universidad de El Salvador. Es fundador y presidente de la Escuela de Liderazgo Político del CIAS, institución que funciona en la sede de la calle Callao en Capital Federal, y donde suelen coincidir hombres y mujeres con influencia en la vida política y económica de la Argentina.
Zarazaga y Guzmán se conocieron en Estados Unidos, cuando ambos cursaban estudios en el país del norte. Aunque el hoy ministro estudió en Columbia y el cura en Berkeley los encargados de hacer el puente entra ambos fueron Pablo Salinas y Rodrigo Ruete, personas cercanas a Guzmán y también vinculados a Zarazaga a través del CIAS. Ruete, politólogo como el jesuita, estudió en la Universidad Católica, fue secretario general de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) entre 2009 y diciembre de 2015 y concejal de Cañuelas por el Frente para la Victoria. Hoy se desempeña como subsecretario de Relaciones Institucionales del Ministerio de Economía. Salinas es asesor del mismo ministerio.
Como investigador del CONICET el sacerdote Zarazaga se mueve en el mundo académico y allí se le reconoce conocimiento sobre la realidad del conurbano, los barrios y las situaciones de pobreza. Uno de sus profesores de teología asegura que es “quien mejor conoce la trama del conurbano”, una aseveración que otros ponen en duda y cuestionan su involucramiento real con la difícil realidad de los barrios carenciados del AMBA diciendo que es “un cura que habla de los pobres”. Entre 2012-2013 el jesuita fue co-director de la Maestría en Políticas Públicas y Gerenciamiento del Desarrollo, que lleva adelante la Universidad de San Martin en asociación con la estadounidense de Georgetown. En 2018 la fundación Konex lo distinguió con el Diploma al Mérito que se otorga a dirigentes sociales.
En octubre de 2016 el jesuita fue orador en el coloquio de IDEA en el panel de “Integración social” y sus afirmaciones no cayeron bien entre los empresarios presentes. En esa ocasión también discutió con la entonces Ministra de Desarrollo Social del macrismo, Carolina Stanley.
Rodrigo Zarazaga se entiende a sí mismo como un promotor del diálogo social, sostiene que para que la Argentina esté bien “tiene que ser buena para todos” y subraya la idea de que –como también lo dice Francisco- “estamos todos en el mismo barco y no hay salvación individual”.
Según lo consigna su propio curriculum Rodrigo Zarrazaga es autor del libro “La pobreza de un país rico” y compilador, junto a Lucas Ronconi, de “Conurbano infinito. Actores políticos y sociales, entre la presencia estatal y la ilegalidad”. Sus trabajos se centran en la investigación de problemas de redistribución, clientelismo y política electoral y sobre estos temas, desarrolla modelos formales (teoría de juegos) que capturan la interacción estratégica entre los diferentes actores políticos.
Varios de los trabajos del jesuita transitan por cuestiones relacionadas con los programas de transferencia de ingreso, vinculados con la política, el clientelismo, el trabajo y la inclusión. En el 2010 dictó una conferencia en la Universidad Torcuato Di Tella cuyo título fue “Entre la ausencia del Estado y la presencia del puntero: racionalidad política en el Conurbano Bonaerense”. En 2004 publicó “La pobreza de un país rico” en la editorial Siglo Veintiuno y en el 2014 la Corporación Andina de Fomento editó su complilación sobre “ Política latinoamericana contemporánea: desafíos y oportunidades a principios del siglo XXI”.
Sus investigaciones han sido publicadas en Latin American Politics and Society, Journal of Theoretical Politics, World Development, Desarrollo Económico, Posdata, Stromata, entre otras revistas. Sus trabajos lo han llevado también a ser profesor invitado en Georgetown University y en la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Saturday, November 7, 2020
Hipólito Mejía destaca papel de los jesuitas en el desarrollo educativo del país
Diario Libre - 30/10/2020, 10:15 AM
El expresidente Hipólito Mejía destacó el papel protagónico en la educación técnico vocacional y en la investigación científica realizado por la Compañía de Jesús desde su instalación en el país en 1934.
Durante la presentación del libro “Instituto Politécnico Loyola, sesenta y siete años después, La vida y peripecias de una escuela modelo”, el exmandatario dijo: “Hoy, sesenta y siete años después de iniciarse la vida de esta institució, la cual quiero y a la cual agradezco, me siento especialmente honrado de que se me haya brindado la oportunidad de presentar este importante libro".
Dijo que el texto fue escrito por el padre José Luis Sáez y recoge la vida y peripecias de lo que él llama. con mucha propiedad, una escuela modelo.
Afirmó que Sáez, sin lugar a dudas, es el historiador más consistente sobre la trayectoria de los jesuitas en la República Dominicana.
En efecto, sus dos volúmenes publicados entre 1988 y 1990 constituyen un referente obligatorio para entender este nuevo libro sobre el discurrir del Instituto Politécnico Loyola, dijo.
Mediante un comunicado manifestó: “El libro está dividido en seis capítulos y un apéndice documental que, juntos, permiten al lector seguir la narrativa de un proceso donde participan personas e instituciones en contextos históricos muy particulares y complejos”.
Sostuvo que el autor ha construido esa narrativa con especial destreza.
Resaltó que el punto de partida de ese relato se sitúa en el período 1951-1953.
“Es bueno recordar que el establecimiento de los jesuitas en el país se hace definitivo a partir de la misión fronteriza que, empezando en el año 1934, comenzó a configurarse en la línea noroeste, particularmente en Montecristi, Guayubín, Dajabón y Sabaneta", afirmó.
A continuación el discurso integro de Mejía:
Me siento muy contento de participar en este acto, en ocasión de presentar el contenido y la significación del libro Instituto Politécnico Loyola: 67 años después. La vida y peripecias de una escuela modelo, de la autoría del padre José Luis Sáez.
Meses atrás, tuve el privilegio de recibir la invitación para escribir la presentación de este importante libro. En esa presentación señalé algo que hoy reitero con mucha satisfacción: que mi educación en las aulas del querido Loyola ha sido determinante, tanto en mi vida personal como en mi trayectoria de hombre público.
El padre José Luis Sáez es, sin lugar a dudas, el historiador más consistente sobre la trayectoria de los jesuitas en la República Dominicana. En efecto, sus dos volúmenes sobre los jesuitas en el país, publicados entre 1988 y 1990, constituyen un referente obligatorio para entender este nuevo libro sobre el discurrir del Instituto Politécnico Loyola.
El libro que hoy presentamos está dividido en seis capítulos y un apéndice documental que, juntos, permiten al lector seguir la narrativa de un proceso donde participan personas e instituciones en contextos históricos muy particulares y complejos. Pienso que el autor ha construido esa narrativa con especial destreza.
El punto de partida de ese relato se sitúa en el período 1951-1953.
En efecto, es bueno recordar que el establecimiento de los jesuitas en el país se hace definitivo a partir de la misión fronteriza que, empezando en el año 1934, comenzó a configurarse en la línea noroeste, particularmente en Montecristi, Guayubín, Dajabón y Sabaneta.
Esa misión, como bien lo establece el padre José Luis Sáez, tenía como objetivo lograr “la nacionalización de distintas regiones fronterizas a partir del cultivo del amor a la tierra, la difusión del idioma castellano, el respeto a las autoridades constituidas legalmente, en la observación estricta de las leyes, y en la celebración de las fiestas patrias, entre otras dimensiones de lo que en esa época se entendía como la correcta identidad dominicana.
Recordemos que estamos hablando del inicio del régimen autoritario que desde el año 1930, encabezó Rafael Leónidas Trujillo Molina.
De manera, pues, que cuando los primeros jesuitas llegan a San Cristóbal, lo hacen, en gran medida, como parte de las iniciativas del gobierno dominicano a favor de la educación técnica.
Es de justicia destacar que una buena parte de esos jesuitas procedía principalmente de España y Cuba, países con un nivel de desarrollo muy superior al nuestro, en ese momento.
¿Por qué se creó el Instituto Politécnico Loyola?
El autor nos dice que ya para el año 1947, en este lugar donde nos encontramos, existía un complejo de seis edificios que estaban llamados a ser parte del Instituto Agrícola Nacional.
Por razones que el autor también explica, ese instituto nunca llegó a funcionar, pero los edificios pasaron a ser utilizados como sede de la Secretaría de Estado de Agricultura, Pecuaria y Colonización.
Es en ese contexto que, en el año 1951, el padre Luis González-Posada, propone al presidente Trujillo replicar en ese lugar el modelo de la Escuela Obrera que dirigía la Compañía de Jesús en La Habana, Cuba.
Ese es un momento crucial de la narrativa, por el hecho de que entra en el escenario una figura fundamental para entender la historia del Loyola. Me refiero, por supuesto, al padre Ángel Arias Juez, quien era el director de dicha escuela.
El padre Arias Juez, graduado de ingeniero eléctrico, había constatado en Cuba, país que a la sazón tenía un nivel de desarrollo muy destacado en América Latina, que la formación de profesionales y técnicos de alta calificación era una condición necesaria para garantizar la sostenibilidad del desarrollo de los países.
No es coincidencia, pues, que las carreras que se consideraron vitales para ser impartidas en el Loyola, en ese momento, fueran mecánica diésel, radio y televisión.
Es bueno destacar, además, que en ese pensum original no se hacía mención de la agronomía, aunque posteriormente la misma sería incorporada con un rol protagónico.
Todos esos esfuerzos, dirigidos por el padre Arias Juez, y con el apoyo directo y personal del presidente Trujillo, desembocaron en la inauguración del Instituto Politécnico Loyola el 24 de octubre de 1952, iniciando las clases el día 3 de noviembre de ese mismo año, con una matrícula de 691 estudiantes.
Como indica el autor, la visión educativa de los jesuitas fundadores del Loyola, al tiempo de procurar la rigurosa formación de técnicos altamente calificados, también enfatizaba la educación en valores trascendentes, tales como la moral, la ética, la solidaridad y el amor a Dios.
Ese propósito requirió la contratación de profesores extranjeros altamente calificados, ya que el país no contaba con recursos de ese perfil.
Es por eso que, como indica el padre Sáez, a fines de 1953 se contrataron ocho profesores, en su mayoría españoles, al tiempo que se reforzaba el personal de la escuela de agronomía con tres especialistas en las ramas de química, horticultura y veterinaria.
Es esa educación la que impactó de manera inmediata la vida de San Cristóbal y sus zonas aledañas, especialmente, porque fueron creadas las condiciones para que parte de los estudiantes residiera como internos en los dormitorios, mientras que otros podían acogerse a un régimen de semi-internado.
En adición, se estableció el transporte gratuito de estudiantes en autobuses del Loyola y se adoptó el novedoso modelo de cursos nocturnos para obreros.
Eso permitió que estudiantes de escasos recursos económicos pudieran recibir una educación técnica que, además de permitirles su movilidad social, fortaleciera el desarrollo de los sectores productivos de ese momento.
Los jesuitas tuvieron la visión de dividir la estructura académica en dos ciclos: escuelas preparatorias y escuelas técnicas. Ese modelo sirvió para que a las carreras técnicas ingresaran estudiantes bien formados.
Aunque, como vimos antes, la carrera de agronomía no formaba parte del pensum original del Loyola, para el año 1954 esa carrera empieza a convertirse en una carrera líder. A eso contribuyó, significativamente, el traspaso al politécnico de terrenos pertenecientes a la Secretaría de Estado de Agricultura.
Una persona que jugó un papel fundamental en la consolidación y expansión de la escuela agropecuaria del Loyola fue el ingeniero Andrés M. Vloebergh, de nacionalidad francesa, quien dirigió, con destacada competencia, el equipo de técnicos especialistas de esa escuela.
El resultado del esfuerzo de todas estas personas, dominicanos y extranjeros fue la celebración, el 13 de junio de 1958, de la primera graduación colectiva del Loyola.
De esos 19 egresados, siete eran peritos agrónomos, y doce, peritos industriales en las áreas de motores diésel, radio y televisión, electricidad, fundición y automovilismo.
Un dato curioso es que esa graduación colectiva estuvo precedida por la investidura, el 26 de mayo de 1956, de Gerardo Peralta Lebrón, quien se graduó en solitario, como el primer técnico industrial egresado de esta institución.
¡Para confirmar la certeza de la visión jesuita sobre este centro educativo, debemos destacar, como bien lo hace el autor, que esos graduados encontraron trabajo rápidamente, tanto en el gobierno como en empresas privadas!
Otro hecho a resaltar es que, desde esa primera graduación hasta la fecha, una parte de los egresados se ha convertido en profesores e instructores en las mismas aulas donde antes se forjaron.
También conviene destacar que, al salir de estas aulas, los egresados no olvidaron a la institución que los formó, sino que desde el inicio dieron el paso de crear la Asociación de Antiguos Alumnos del Loyola, que fue la génesis de la hoy Fundación Loyola.
A los fines de entender mejor el significado de los hechos que acabamos de narrar, es importante dar una mirada a lo que era la República Dominicana en aquel momento.
“Para empezar, la población nacional estaba constituida por dos millones doscientos mil habitantes, de los cuales, cerca del 77 % vivía en la zona rural.
La economía dominicana se sostenía, principalmente, en el sector primario, es decir, la agricultura, la ganadería, la industria maderera, y la pesca, entre otros. Una industria fundamental era la formada por los ingenios azucareros.
Asimismo, el tabaco, el arroz, el café y el cacao eran cultivos que generaban ingentes empleos, teniendo además una dinámica comercial muy activa.
En ese mundo rural dominicano, al tiempo que había latifundios, cientos de miles de familias vivían en una economía de autoconsumo, en pequeños predios rurales distribuidos por toda la geografía nacional. Una gran parte de los estudiantes que venían al Instituto Loyola procedían de ese mundo rural.
Obviamente, ese contexto histórico es inseparable del régimen político vigente. Es decir, vivíamos en un régimen autoritario y personalista encabezado por Rafael Leónidas Trujillo, y esa figura política tenía en la ciudad de San Cristóbal una de sus principales bases de operaciones, con una vigilancia meticulosa de todo lo que allí ocurría, y obviamente, esa presencia de Trujillo en la vida cotidiana de San Cristóbal, tenía un impacto directo en la relación de los jesuitas que dirigían el Loyola con todas las instituciones del Estado dominicano.
En ese contexto de autoritarismo era necesario que los jesuitas del Loyola, para poder convivir en el régimen y adelantar su proyecto, tuvieran que flexibilizar sus demandas, al tiempo de preservar sus principios éticos y religiosos.
Por todas esas razones, durante la mayor parte del régimen trujillista, el Loyola casi siempre pudo disponer del presupuesto necesario para desarrollar ese proyecto educativo. Sin embargo, el autor de este libro afirma que, a partir del año 1957, justo el año en que yo ingresé a esta institución, el presupuesto “inició una curva descendente.
Por tal motivo, el politécnico en ese año solicitó “que su personal pasara a la nómina del Estado, como los demás empleados públicos, pensando en la posibilidad de hacer algunos ahorros”.
Las limitaciones presupuestarias que pudieron presentarse durante esos años, fueron cubiertas, en gran medida, por la austeridad y las destrezas gerenciales que caracterizan a los miembros de la Orden de los Jesuitas. Sin embargo, esa relativa seguridad financiera cambió a partir del 30 de mayo de 1961, cuando desapareció físicamente Trujillo.
El autor dedica un capítulo bajo el título “El Largo Camino de la Estabilidad (1962-1974)” para informarnos de todo lo que hizo la dirección del Loyola para enfrentar con éxito los desafíos que imponía su nuevo relacionamiento con el Estado, y con la sociedad en sentido general.
Para empezar, en el año 1961, con la caída de la dictadura, se abren las puertas hacia la construcción de la democracia dominicana.
Obviamente, esos aires de libertad también llegaron al estudiantado del politécnico, creando así iniciativas estudiantiles que en muchos casos se tornaban contestatarias y difíciles de manejar para los jesuitas.
Un ejemplo ilustrativo es lo que el autor llama “la primera acción simbólica contra el Politécnico por parte de los mismos alumnos” consistente en la destrucción del busto de Trujillo ubicado a la entrada del auditorio menor.
En ese contexto, el politécnico, ahora teniendo como rector al padre Silvio González, quien sustituyó al padre Arias en el año 1962, inicia un proceso de mejora de su planta física, el cual incluyó la construcción de una biblioteca pública, de la escuela primaria Loyola y el inicio de un proyecto de vivienda para beneficiar a los empleados y profesores.
Todo eso fue acompañado de un incremento notable del personal jesuita.
“En esa nueva etapa, vale destacar el hecho de que se consolida el peso específico de la carrera de agronomía en el Loyola.
En efecto, la institución recibió una importante cantidad de terrenos, en su mayoría de vocación agrícola, para actividades de capacitación e investigación en esa área.
El Politécnico Loyola se convirtió así en la institución por excelencia para el estudio de las ciencias agrícolas en el país.
Un hecho que el autor examina de manera muy meticulosa es el impacto de los procesos propiamente políticos, derivados de la guerra civil de abril de 1965, en la vida académica del Loyola.
Ejemplo de ese impacto es la propuesta hecha en el año 1968 por la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID), a los fines de revisar el currículo y la estructura administrativa de esta institución. Esa propuesta nunca se materializó.
Es importante anotar, como bien lo señala el autor, que, en ese momento, el estudiantado del politécnico asume un rol protagónico sin precedentes.
Ese activismo estudiantil derivó en conflictos internos entre los estudiantes organizados en su asociación, así como entre los profesores y la dirección de la institución.
En el contexto de efervescencia política que vivía el país, ese conflicto interno llegó a unos niveles de tal magnitud que los jesuitas se llegaron a plantear la opción de entregarle la dirección del politécnico al Estado. Esa propuesta, felizmente, nunca llegó a materializarse.
Superado ese período de inestabilidad, la etapa comprendida entre 1974 y 1993 es examinada por el autor como el equivalente a una época de consolidación institucional, expansión curricular, búsqueda de sostenibilidad presupuestaria y desarrollo científico del Instituto Politécnico Loyola, así como de una nueva articulación con la economía y la sociedad dominicana.
Todos esos esfuerzos de los padres jesuitas, así como de los egresados de esta institución sirvieron para dar un salto cualitativo en el estatus del Loyola dentro de la comunidad académica dominicana.
Así, en el año 1986 se iniciaron las gestiones para que se reconociese al Loyola como un centro de educación superior que se ajustaba a las normas establecidas por el Estado.
Es en el año 1992 cuando se hace una revisión a fondo del currículo y se definen políticas para aumentar el número de egresados y reducir la deserción de los estudiantes. Eso pudo lograrse, en gran medida, por el fortalecimiento de los lazos de esta institución con el sector privado, que demandaba de profesionales calificados en diversas áreas.
Un hito en la historia del Instituto Politécnico Loyola ocurrió en el año escolar 1994-1995, al inscribirse las primeras alumnas en esta institución, siendo su primera egresada de agronomía la muy querida Jeimy Jiménez Brito.
En el último capítulo, titulado “Vocación de Crecimiento”, el autor documenta lo ocurrido en el Loyola durante el período 2000-2018.
Dando continuidad al proyecto jesuita de hacer de la educación un instrumento de desarrollo integral, durante esos dieciocho años se hicieron enormes esfuerzos para hacer del Loyola un centro académico del nuevo siglo.
Sin duda, el momento culminante de esos empeños ocurrió en el año 2008, cuando el querido Loyola se convirtió en el “Instituto Especializado de Estudios Superiores Loyola”. Con esa nueva identidad este centro educativo otorga ahora grados en cuatro menciones, a saber, electricidad, agro-empresa, industria y redes.
Hoy, sesenta y siete años después de iniciarse la vida de esta institución, a la cual quiero y a la cual agradezco, me siento especialmente honrado de se me haya brindado la oportunidad de presentar este importante libro, escrito por el padre José Luis Sáez, el cual recoge la vida y peripecias de lo que él llama con mucha propiedad, una escuela modelo.
Por ese vínculo especial que me une al querido Loyola, pido su venia para resaltar algunos eventos que el autor del libro menciona en diferentes capítulos y en los apéndices.
En primer lugar, de las aulas de esta institución han egresado miles de profesionales que han hecho aportes tangibles al desarrollo de los sectores productivos nacionales.
No exagero al decir, en el campo propiamente agrícola, que, desde sus inicios, en la finca experimental del Loyola se tomó en serio la investigación agrícola.
Como muestra, tenemos los primeros híbridos y variedades mejoradas que surgieron de las investigaciones pioneras del profesor Andrés Vloebergh, labor que fue continuada por el profesor Pedro Comalat Rodes y otros científicos de esa escuela.
En esa misma dirección debemos destacar la gigantesca labor investigativa y docente de los profesores Eugenio de Jesús Marcano y Julio M. Cícero.
El padre Cícero deja un legado imperecedero con el Arboretum Loyola, creado el 4 de mayo de 1979, justo al lado de estas edificaciones.
Asimismo, de nuestras aulas han salido varios ministros de agricultura, así como destacados servidores públicos de ayer y de hoy.
Esos egresados del Politécnico Loyola han hecho aportes de mucha importancia a la sociedad dominicana en sus respectivas áreas de competencia, como también en el ámbito de la formación de una ciudadanía responsable y apegada a valores éticos y morales.
Señoras y señores:
Al tiempo de felicitar al padre José Luis Sáez por haber escrito este importante libro, quiero expresar mi deseo de que el mismo se convierta en un referente para las generaciones futuras, en particular en lo que respecta al aporte realizado por los padres jesuitas y el Instituto Loyola a la educación superior para el desarrollo integral de la sociedad dominicana.
Hipólito Mejía, expresidente de la República.
El expresidente Hipólito Mejía destacó el papel protagónico en la educación técnico vocacional y en la investigación científica realizado por la Compañía de Jesús desde su instalación en el país en 1934.
Durante la presentación del libro “Instituto Politécnico Loyola, sesenta y siete años después, La vida y peripecias de una escuela modelo”, el exmandatario dijo: “Hoy, sesenta y siete años después de iniciarse la vida de esta institució, la cual quiero y a la cual agradezco, me siento especialmente honrado de que se me haya brindado la oportunidad de presentar este importante libro".
Dijo que el texto fue escrito por el padre José Luis Sáez y recoge la vida y peripecias de lo que él llama. con mucha propiedad, una escuela modelo.
Afirmó que Sáez, sin lugar a dudas, es el historiador más consistente sobre la trayectoria de los jesuitas en la República Dominicana.
En efecto, sus dos volúmenes publicados entre 1988 y 1990 constituyen un referente obligatorio para entender este nuevo libro sobre el discurrir del Instituto Politécnico Loyola, dijo.
Mediante un comunicado manifestó: “El libro está dividido en seis capítulos y un apéndice documental que, juntos, permiten al lector seguir la narrativa de un proceso donde participan personas e instituciones en contextos históricos muy particulares y complejos”.
Sostuvo que el autor ha construido esa narrativa con especial destreza.
Resaltó que el punto de partida de ese relato se sitúa en el período 1951-1953.
“Es bueno recordar que el establecimiento de los jesuitas en el país se hace definitivo a partir de la misión fronteriza que, empezando en el año 1934, comenzó a configurarse en la línea noroeste, particularmente en Montecristi, Guayubín, Dajabón y Sabaneta", afirmó.
A continuación el discurso integro de Mejía:
Me siento muy contento de participar en este acto, en ocasión de presentar el contenido y la significación del libro Instituto Politécnico Loyola: 67 años después. La vida y peripecias de una escuela modelo, de la autoría del padre José Luis Sáez.
Meses atrás, tuve el privilegio de recibir la invitación para escribir la presentación de este importante libro. En esa presentación señalé algo que hoy reitero con mucha satisfacción: que mi educación en las aulas del querido Loyola ha sido determinante, tanto en mi vida personal como en mi trayectoria de hombre público.
El padre José Luis Sáez es, sin lugar a dudas, el historiador más consistente sobre la trayectoria de los jesuitas en la República Dominicana. En efecto, sus dos volúmenes sobre los jesuitas en el país, publicados entre 1988 y 1990, constituyen un referente obligatorio para entender este nuevo libro sobre el discurrir del Instituto Politécnico Loyola.
El libro que hoy presentamos está dividido en seis capítulos y un apéndice documental que, juntos, permiten al lector seguir la narrativa de un proceso donde participan personas e instituciones en contextos históricos muy particulares y complejos. Pienso que el autor ha construido esa narrativa con especial destreza.
El punto de partida de ese relato se sitúa en el período 1951-1953.
En efecto, es bueno recordar que el establecimiento de los jesuitas en el país se hace definitivo a partir de la misión fronteriza que, empezando en el año 1934, comenzó a configurarse en la línea noroeste, particularmente en Montecristi, Guayubín, Dajabón y Sabaneta.
Esa misión, como bien lo establece el padre José Luis Sáez, tenía como objetivo lograr “la nacionalización de distintas regiones fronterizas a partir del cultivo del amor a la tierra, la difusión del idioma castellano, el respeto a las autoridades constituidas legalmente, en la observación estricta de las leyes, y en la celebración de las fiestas patrias, entre otras dimensiones de lo que en esa época se entendía como la correcta identidad dominicana.
Recordemos que estamos hablando del inicio del régimen autoritario que desde el año 1930, encabezó Rafael Leónidas Trujillo Molina.
De manera, pues, que cuando los primeros jesuitas llegan a San Cristóbal, lo hacen, en gran medida, como parte de las iniciativas del gobierno dominicano a favor de la educación técnica.
Es de justicia destacar que una buena parte de esos jesuitas procedía principalmente de España y Cuba, países con un nivel de desarrollo muy superior al nuestro, en ese momento.
¿Por qué se creó el Instituto Politécnico Loyola?
El autor nos dice que ya para el año 1947, en este lugar donde nos encontramos, existía un complejo de seis edificios que estaban llamados a ser parte del Instituto Agrícola Nacional.
Por razones que el autor también explica, ese instituto nunca llegó a funcionar, pero los edificios pasaron a ser utilizados como sede de la Secretaría de Estado de Agricultura, Pecuaria y Colonización.
Es en ese contexto que, en el año 1951, el padre Luis González-Posada, propone al presidente Trujillo replicar en ese lugar el modelo de la Escuela Obrera que dirigía la Compañía de Jesús en La Habana, Cuba.
Ese es un momento crucial de la narrativa, por el hecho de que entra en el escenario una figura fundamental para entender la historia del Loyola. Me refiero, por supuesto, al padre Ángel Arias Juez, quien era el director de dicha escuela.
El padre Arias Juez, graduado de ingeniero eléctrico, había constatado en Cuba, país que a la sazón tenía un nivel de desarrollo muy destacado en América Latina, que la formación de profesionales y técnicos de alta calificación era una condición necesaria para garantizar la sostenibilidad del desarrollo de los países.
No es coincidencia, pues, que las carreras que se consideraron vitales para ser impartidas en el Loyola, en ese momento, fueran mecánica diésel, radio y televisión.
Es bueno destacar, además, que en ese pensum original no se hacía mención de la agronomía, aunque posteriormente la misma sería incorporada con un rol protagónico.
Todos esos esfuerzos, dirigidos por el padre Arias Juez, y con el apoyo directo y personal del presidente Trujillo, desembocaron en la inauguración del Instituto Politécnico Loyola el 24 de octubre de 1952, iniciando las clases el día 3 de noviembre de ese mismo año, con una matrícula de 691 estudiantes.
Como indica el autor, la visión educativa de los jesuitas fundadores del Loyola, al tiempo de procurar la rigurosa formación de técnicos altamente calificados, también enfatizaba la educación en valores trascendentes, tales como la moral, la ética, la solidaridad y el amor a Dios.
Ese propósito requirió la contratación de profesores extranjeros altamente calificados, ya que el país no contaba con recursos de ese perfil.
Es por eso que, como indica el padre Sáez, a fines de 1953 se contrataron ocho profesores, en su mayoría españoles, al tiempo que se reforzaba el personal de la escuela de agronomía con tres especialistas en las ramas de química, horticultura y veterinaria.
Es esa educación la que impactó de manera inmediata la vida de San Cristóbal y sus zonas aledañas, especialmente, porque fueron creadas las condiciones para que parte de los estudiantes residiera como internos en los dormitorios, mientras que otros podían acogerse a un régimen de semi-internado.
En adición, se estableció el transporte gratuito de estudiantes en autobuses del Loyola y se adoptó el novedoso modelo de cursos nocturnos para obreros.
Eso permitió que estudiantes de escasos recursos económicos pudieran recibir una educación técnica que, además de permitirles su movilidad social, fortaleciera el desarrollo de los sectores productivos de ese momento.
Los jesuitas tuvieron la visión de dividir la estructura académica en dos ciclos: escuelas preparatorias y escuelas técnicas. Ese modelo sirvió para que a las carreras técnicas ingresaran estudiantes bien formados.
Aunque, como vimos antes, la carrera de agronomía no formaba parte del pensum original del Loyola, para el año 1954 esa carrera empieza a convertirse en una carrera líder. A eso contribuyó, significativamente, el traspaso al politécnico de terrenos pertenecientes a la Secretaría de Estado de Agricultura.
Una persona que jugó un papel fundamental en la consolidación y expansión de la escuela agropecuaria del Loyola fue el ingeniero Andrés M. Vloebergh, de nacionalidad francesa, quien dirigió, con destacada competencia, el equipo de técnicos especialistas de esa escuela.
El resultado del esfuerzo de todas estas personas, dominicanos y extranjeros fue la celebración, el 13 de junio de 1958, de la primera graduación colectiva del Loyola.
De esos 19 egresados, siete eran peritos agrónomos, y doce, peritos industriales en las áreas de motores diésel, radio y televisión, electricidad, fundición y automovilismo.
Un dato curioso es que esa graduación colectiva estuvo precedida por la investidura, el 26 de mayo de 1956, de Gerardo Peralta Lebrón, quien se graduó en solitario, como el primer técnico industrial egresado de esta institución.
¡Para confirmar la certeza de la visión jesuita sobre este centro educativo, debemos destacar, como bien lo hace el autor, que esos graduados encontraron trabajo rápidamente, tanto en el gobierno como en empresas privadas!
Otro hecho a resaltar es que, desde esa primera graduación hasta la fecha, una parte de los egresados se ha convertido en profesores e instructores en las mismas aulas donde antes se forjaron.
También conviene destacar que, al salir de estas aulas, los egresados no olvidaron a la institución que los formó, sino que desde el inicio dieron el paso de crear la Asociación de Antiguos Alumnos del Loyola, que fue la génesis de la hoy Fundación Loyola.
A los fines de entender mejor el significado de los hechos que acabamos de narrar, es importante dar una mirada a lo que era la República Dominicana en aquel momento.
“Para empezar, la población nacional estaba constituida por dos millones doscientos mil habitantes, de los cuales, cerca del 77 % vivía en la zona rural.
La economía dominicana se sostenía, principalmente, en el sector primario, es decir, la agricultura, la ganadería, la industria maderera, y la pesca, entre otros. Una industria fundamental era la formada por los ingenios azucareros.
Asimismo, el tabaco, el arroz, el café y el cacao eran cultivos que generaban ingentes empleos, teniendo además una dinámica comercial muy activa.
En ese mundo rural dominicano, al tiempo que había latifundios, cientos de miles de familias vivían en una economía de autoconsumo, en pequeños predios rurales distribuidos por toda la geografía nacional. Una gran parte de los estudiantes que venían al Instituto Loyola procedían de ese mundo rural.
Obviamente, ese contexto histórico es inseparable del régimen político vigente. Es decir, vivíamos en un régimen autoritario y personalista encabezado por Rafael Leónidas Trujillo, y esa figura política tenía en la ciudad de San Cristóbal una de sus principales bases de operaciones, con una vigilancia meticulosa de todo lo que allí ocurría, y obviamente, esa presencia de Trujillo en la vida cotidiana de San Cristóbal, tenía un impacto directo en la relación de los jesuitas que dirigían el Loyola con todas las instituciones del Estado dominicano.
En ese contexto de autoritarismo era necesario que los jesuitas del Loyola, para poder convivir en el régimen y adelantar su proyecto, tuvieran que flexibilizar sus demandas, al tiempo de preservar sus principios éticos y religiosos.
Por todas esas razones, durante la mayor parte del régimen trujillista, el Loyola casi siempre pudo disponer del presupuesto necesario para desarrollar ese proyecto educativo. Sin embargo, el autor de este libro afirma que, a partir del año 1957, justo el año en que yo ingresé a esta institución, el presupuesto “inició una curva descendente.
Por tal motivo, el politécnico en ese año solicitó “que su personal pasara a la nómina del Estado, como los demás empleados públicos, pensando en la posibilidad de hacer algunos ahorros”.
Las limitaciones presupuestarias que pudieron presentarse durante esos años, fueron cubiertas, en gran medida, por la austeridad y las destrezas gerenciales que caracterizan a los miembros de la Orden de los Jesuitas. Sin embargo, esa relativa seguridad financiera cambió a partir del 30 de mayo de 1961, cuando desapareció físicamente Trujillo.
El autor dedica un capítulo bajo el título “El Largo Camino de la Estabilidad (1962-1974)” para informarnos de todo lo que hizo la dirección del Loyola para enfrentar con éxito los desafíos que imponía su nuevo relacionamiento con el Estado, y con la sociedad en sentido general.
Para empezar, en el año 1961, con la caída de la dictadura, se abren las puertas hacia la construcción de la democracia dominicana.
Obviamente, esos aires de libertad también llegaron al estudiantado del politécnico, creando así iniciativas estudiantiles que en muchos casos se tornaban contestatarias y difíciles de manejar para los jesuitas.
Un ejemplo ilustrativo es lo que el autor llama “la primera acción simbólica contra el Politécnico por parte de los mismos alumnos” consistente en la destrucción del busto de Trujillo ubicado a la entrada del auditorio menor.
En ese contexto, el politécnico, ahora teniendo como rector al padre Silvio González, quien sustituyó al padre Arias en el año 1962, inicia un proceso de mejora de su planta física, el cual incluyó la construcción de una biblioteca pública, de la escuela primaria Loyola y el inicio de un proyecto de vivienda para beneficiar a los empleados y profesores.
Todo eso fue acompañado de un incremento notable del personal jesuita.
“En esa nueva etapa, vale destacar el hecho de que se consolida el peso específico de la carrera de agronomía en el Loyola.
En efecto, la institución recibió una importante cantidad de terrenos, en su mayoría de vocación agrícola, para actividades de capacitación e investigación en esa área.
El Politécnico Loyola se convirtió así en la institución por excelencia para el estudio de las ciencias agrícolas en el país.
Un hecho que el autor examina de manera muy meticulosa es el impacto de los procesos propiamente políticos, derivados de la guerra civil de abril de 1965, en la vida académica del Loyola.
Ejemplo de ese impacto es la propuesta hecha en el año 1968 por la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID), a los fines de revisar el currículo y la estructura administrativa de esta institución. Esa propuesta nunca se materializó.
Es importante anotar, como bien lo señala el autor, que, en ese momento, el estudiantado del politécnico asume un rol protagónico sin precedentes.
Ese activismo estudiantil derivó en conflictos internos entre los estudiantes organizados en su asociación, así como entre los profesores y la dirección de la institución.
En el contexto de efervescencia política que vivía el país, ese conflicto interno llegó a unos niveles de tal magnitud que los jesuitas se llegaron a plantear la opción de entregarle la dirección del politécnico al Estado. Esa propuesta, felizmente, nunca llegó a materializarse.
Superado ese período de inestabilidad, la etapa comprendida entre 1974 y 1993 es examinada por el autor como el equivalente a una época de consolidación institucional, expansión curricular, búsqueda de sostenibilidad presupuestaria y desarrollo científico del Instituto Politécnico Loyola, así como de una nueva articulación con la economía y la sociedad dominicana.
Todos esos esfuerzos de los padres jesuitas, así como de los egresados de esta institución sirvieron para dar un salto cualitativo en el estatus del Loyola dentro de la comunidad académica dominicana.
Así, en el año 1986 se iniciaron las gestiones para que se reconociese al Loyola como un centro de educación superior que se ajustaba a las normas establecidas por el Estado.
Es en el año 1992 cuando se hace una revisión a fondo del currículo y se definen políticas para aumentar el número de egresados y reducir la deserción de los estudiantes. Eso pudo lograrse, en gran medida, por el fortalecimiento de los lazos de esta institución con el sector privado, que demandaba de profesionales calificados en diversas áreas.
Un hito en la historia del Instituto Politécnico Loyola ocurrió en el año escolar 1994-1995, al inscribirse las primeras alumnas en esta institución, siendo su primera egresada de agronomía la muy querida Jeimy Jiménez Brito.
En el último capítulo, titulado “Vocación de Crecimiento”, el autor documenta lo ocurrido en el Loyola durante el período 2000-2018.
Dando continuidad al proyecto jesuita de hacer de la educación un instrumento de desarrollo integral, durante esos dieciocho años se hicieron enormes esfuerzos para hacer del Loyola un centro académico del nuevo siglo.
Sin duda, el momento culminante de esos empeños ocurrió en el año 2008, cuando el querido Loyola se convirtió en el “Instituto Especializado de Estudios Superiores Loyola”. Con esa nueva identidad este centro educativo otorga ahora grados en cuatro menciones, a saber, electricidad, agro-empresa, industria y redes.
Hoy, sesenta y siete años después de iniciarse la vida de esta institución, a la cual quiero y a la cual agradezco, me siento especialmente honrado de se me haya brindado la oportunidad de presentar este importante libro, escrito por el padre José Luis Sáez, el cual recoge la vida y peripecias de lo que él llama con mucha propiedad, una escuela modelo.
Por ese vínculo especial que me une al querido Loyola, pido su venia para resaltar algunos eventos que el autor del libro menciona en diferentes capítulos y en los apéndices.
En primer lugar, de las aulas de esta institución han egresado miles de profesionales que han hecho aportes tangibles al desarrollo de los sectores productivos nacionales.
No exagero al decir, en el campo propiamente agrícola, que, desde sus inicios, en la finca experimental del Loyola se tomó en serio la investigación agrícola.
Como muestra, tenemos los primeros híbridos y variedades mejoradas que surgieron de las investigaciones pioneras del profesor Andrés Vloebergh, labor que fue continuada por el profesor Pedro Comalat Rodes y otros científicos de esa escuela.
En esa misma dirección debemos destacar la gigantesca labor investigativa y docente de los profesores Eugenio de Jesús Marcano y Julio M. Cícero.
El padre Cícero deja un legado imperecedero con el Arboretum Loyola, creado el 4 de mayo de 1979, justo al lado de estas edificaciones.
Asimismo, de nuestras aulas han salido varios ministros de agricultura, así como destacados servidores públicos de ayer y de hoy.
Esos egresados del Politécnico Loyola han hecho aportes de mucha importancia a la sociedad dominicana en sus respectivas áreas de competencia, como también en el ámbito de la formación de una ciudadanía responsable y apegada a valores éticos y morales.
Señoras y señores:
Al tiempo de felicitar al padre José Luis Sáez por haber escrito este importante libro, quiero expresar mi deseo de que el mismo se convierta en un referente para las generaciones futuras, en particular en lo que respecta al aporte realizado por los padres jesuitas y el Instituto Loyola a la educación superior para el desarrollo integral de la sociedad dominicana.
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