Wednesday, September 16, 2015

En la mochila de Francisco

El recopilador de hace 17 años será ahora protagonista central de los diálogos. Su papel de interlocutor clave no se reduce, sin embargo, a los destinos de este viaje, el más largo de su pontificado.

“La tierra que Usted acaba de besar se honra con su presencia”, dijo a modo de bienvenida en el aeropuerto José Martí el entonces presidente cubano Fidel Castro al polaco Karol Wojtyla. “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”, sería la más recordada entre muchas frases que el papa peregrino, convertido hoy en San Juan Pablo II dejaría en la visita a la isla que se iniciaba el 21 de enero de 1998.

Habrán pasado 17 años y casi ocho meses, cuando este sábado Jorge Bergoglio, el papa venido del “fin del mundo”, se convierta en el tercer pontífice en llegar a suelo cubano. En 2012, Joseph Ratzinger también viajó a la isla, aunque la presencia de Benedicto XVI no despertó las expectativas de aquel enero del ’98 ni la empatía y el fervor que preceden a la llegada de Francisco.

El papel jugado por el papa argentino en el deshielo entre Cuba y Estados Unidos, coronado semanas atrás por la reapertura de embajadas entre ambos países, enmarca esta gira trascendente que Bergoglio iniciará en La Habana (luego estará en Holguín y Santiago de Cuba) y culminará en suelo norteamericano. Tanto en Cuba como en Estados Unidos, donde llegará en la tarde del martes, se aguardan, además de su actividad pastoral, discursos de fuerte contenido político. Entre ellos, los que pronunciará ante el Congreso en Washington, o en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York.
Más allá de los movimientos que la diplomacia vaticana hizo para acercar a Barack Obama y Raúl Castro desde la llegada de Francisco, el interés de Bergoglio por el futuro de la isla se remonta a aquella visita de Wojtyla.

Contra lo sostenido por algunos de sus biógrafos, el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, dijo ayer que Francisco sólo estuvo en la isla de paso “en un aeropuerto”, pero no formó parte de la comitiva del papa polaco. Ello no impidió que el actual jefe de la Iglesia Católica recopilara en 1998 los discursos que el pontífice que contribuyó a la caída del comunismo en Europa y el líder de la revolución cubana pronunciaran en enero de ese año.

Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro fue el título de las recopilaciones efectuadas por el entonces arzobispo coadjutor de Buenos Aires que se plasmaron en un libro. Allí Bergoglio compendió los errores apuntados al socialismo y los reclamos de libertades, al mismo tiempo que condenas al neoliberalismo y al embargo estadounidense contra la isla. Las apreciaciones de los protagonistas se asumirían luego como propias. 


Más que rezos

Pese al deshielo y las medidas de apertura, el bloqueo estadounidense sigue vigente y los reclamos de grupos disidentes sobre las libertades que faltan también.

Al anunciar la normalización de relaciones entre sus países después de 53 años, Obama y Raúl Castro ponderaron la mediación de Francisco. El estadounidense le dijo que admiraba su liderazgo y ejemplos. Más categórico, el cubano declaró tras visitarlo en mayo en Santa Marta: “Si sigue así, volveré a rezar y a ir a la Iglesia”.

Los hermanos Castro (Francisco se reunirá también con Fidel) siempre evocaron su formación jesuita; más aún desde que Bergoglio se convirtió en el primero de la Compañía de Jesús en llegar a papa. El recopilador de hace 17 años será ahora protagonista central de los diálogos. Su papel de interlocutor clave no se reduce a los destinos de este viaje.
Este fin de semana, la oposición venezolana espera congregar multitudes en marchas por la libertad de Leopoldo López y en el inicio de movilizaciones de cara a las parlamentarias de diciembre.
En la capital cubana, el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc continuarán el diálogo para una paz que ya ha tardado más de medio siglo. 

En Grecia, la apuesta de Alexis Tsipras de renunciar para volver tendrá su prueba de fuego en las urnas, mientras el país se debate entre los ajustes impuestos por la misma Europa que demora en aliviarles el drama humanitario a miles de migrantes que llegan a sus costas o mueren en el intento. En ese mar de desesperados por hambres y guerras que no acaban acaso se repitan los naufragios, mientras las víctimas de otros muros harán su reclamo con un ayuno ante la Casa Blanca.

A nada de eso es ajeno y sobre casi todo ha hablado este papa cuyo carisma cambió la percepción de una Iglesia urgida de cambios. Con demandas que cargan su mochila, Francisco emprende el viaje más largo de su pontificado.


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El texto original de este artículo fue publicado el 16/09/2015 en nuestra edición impresa. Ingrese a la edición digital (iOS, Android) para leerlo igual que en el papel.



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