Es inocultable que el Papa tiene una convergencia diplomática con Obama
CARLOS PAGNI 14 SEP 2015 - 23:48 CEST
Una imagen del papa Francisco, en La Habana. / ALEJANDRO ERNESTO (EFE)
El papa Francisco tiene un libro de cabecera. Lo escribió el estratega británico Basil Liddel Hart y se titula La estrategia de la aproximación indirecta. Desde que otro jesuita se lo recomendó en los años setenta, obedece cada una de sus reglas: la mejor manera de abordar un conflicto es debilitar la resistencia ajena antes que quebrarla, hasta que desista de dar batalla. Al centro debe llegarse por rodeo, desde la periferia. Así conviene interpretar el viaje que le llevará el sábado próximo a Cuba y los Estados Unidos.
La estadía en la isla es el corolario de su gestión para el reencuentro entre Washington y La Habana. Pero también forma parte de un proceso más antiguo. Cada vez que se vieron ante el abismo, los Castro, que fueron formados por jesuitas como Francisco, se pusieron en manos de la Iglesia. En enero de 1998, atormentados por las penurias derivadas del colapso soviético, recibieron a Juan Pablo II. El cardenal Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, escribió aquel año un libro sobre los diálogos de su antecesor con Fidel Castro. En 1999, con el ascenso de Hugo Chávez, apareció un nuevo mecenas. Pero el derrumbe del precio del petróleo acaba de clausurar esa etapa. Y los Castro regresaron bajo el manto de la Iglesia. Hay continuidades significativas: Bergoglio encomendó su viaje al cardenal Beniamino Stella, el nuncio en Cuba durante la visita de Wojtila.
Francisco será recibido con la liberación de 3.500 presos comunes. Tal vez sea insuficiente para callar sobre el cautiverio de los opositores a un Papa que decidió no viajar a Venezuela mientras haya disidentes en las cárceles. También será difícil que reciba a representantes de las FARC. Su objetivo principal es que el gobierno acepte la libertad religiosa. Como suele suceder con quienes predican la revolución, los Castro son fóbicos a las reformas. Raúl dijo: “Si el Papa sigue así volveré a la Iglesia”. Pero la televisión que él controla tardó 60 años en entrevistar a un prelado, como el cardenal Jaime Ortega. Ocurrió hace dos semanas.
Bergoglio hablará a los cubanos pensando también en los estadounidenses. Regresará a su libro de 1998: críticas al Estado ateo y al capitalismo neoliberal. El sueño sigue siendo terminar con el bloqueo para, moviendo a los Castro del lugar del oprimido, obligarles a una liberalización. Puro Liddel Hart: “El mejor efecto se obtiene sacando a la otra parte de sus defensas”.
Desde Cuba Francisco volará al centro. Por primera vez en su vida pisará los Estados Unidos, donde pronunciará 18 discursos. El que despierta más expectativa es el que leerá ante el Congreso. Se cansó de revisarlo y lo dirá en inglés. Teme ser tergiversado.
Al Capitolio llega invitado por el católico John Boehner, presidente de la Cámara. Este republicano asumió un riesgo. Defensa de la reforma migratoria, alerta por el cambio climático, críticas a la cultura capitalista porque sacraliza el lucro: la voz del Papa se superpone con la de Barack Obama. E induce a algunos conservadores a denunciar la gira como un capítulo de la campaña demócrata.
Es inocultable que Francisco tiene una convergencia diplomática con Obama. La presión por la apertura cubana ayuda a Washington a justificar su acuerdo con los Castro. También comparten una visión sobre Medio Oriente. El Vaticano apoyó el acuerdo con Irán minutos apenas fue anunciado. Y estudia una mediación entre Israel y Palestina que incluiría contactos con Hamás.
Sin embargo, el propósito principal de Francisco en los Estados Unidos es fijar posiciones en el Encuentro Mundial de las Familias, en Filadelfia. Ya formuló algunas, antes de encontrarse con el “rebaño disperso”, como llama en privado a la feligresía norteamericana. Ordenó a los sacerdotes perdonar a quienes abortaron, una indicación que en labios de Juan Pablo II y Benedicto XVI pasaba inadvertida. Y escandalizó a los canonistas conservadores facilitando la anulación matrimonial. El cambio acaso estimule a los católicos estadounidenses: según un informe Pew, del 26% que está divorciado sólo el 25% pidió la nulidad.
El discurso de Filadelfia fue redactado con la mirada puesta en el Sínodo de la Familia, que sesionará el mes próximo. La controversia volverá a centrarse en la comunión de los divorciados. Pensado sobre este eje, el viaje de Francisco a los Estados Unidos es una incursión por la periferia. Papa del fin del mundo, el centro que se propone alcanzar es siempre el mismo: Roma.
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