Entre el Colegio de Indauchu y la Universidad de Deusto fui alumno de los jesuitas durante doce años. Hace mucho tiempo que no simpatizo con las religiones. Aparte de que me considero incapaz de discernir sobre divinidades y sobre la eternidad, me limito al desiderátum de un más allá compensatorio o equilibrador de esta puñetera vida. He renegado de las obligaciones rituales y también de los escrúpulos y las limitaciones obsesivas, sobre todo en materia sexual, que me inculcaron en mi niñez y mi adolescencia.
Ahora bien, es de justicia reconocer que esa orden ha mantenido siempre un considerable nivel intelectual y ha bregado en favor de los derechos humanos en los frentes más difíciles. Si no bastara como prueba la muerte de numerosos sacerdotes, como Ignacio Ellacuría, a manos de sicarios de dictaduras americanas, africanas y asiáticas, el hecho de que desde su fundación hayan sido perseguidos, expulsados y odiados por tiranos y absolutistas convierte a los jesuitas, a mi modo de ver, en dignos de respeto.
Una de mis primeras entrevistas como reportero de Radio Nacional de España (a la que corresponde la fotografía adjunta) fue en mayo de 1970 al entonces superior general de la orden, Pedro Arrupe. Su biógrafo Pedro Miguel Lamet dice de él que "era una persona enormemente educada, fina y sensible. Lo que ocurre es que, como buen vasco, no iba con la diplomacia. Esto le creó algunos conflictos. En el Vaticano sí no significa sí; y no, no significa no. Es un lenguaje que tienen y hay que entenderlo. Por contra, Arrupe decía sí o no como Cristo nos enseña. Era muy directo".
Para atacar a los jesuitas se les ha acusado de constituir una organización secreta, prácticamente desde su fundación. Napoléon Bonaparte, un déspota cruel al que la historia ha lavado la cara a conveniencia de los franceses, dijo que "el objetivo de esta organización es Poder, Poder en su más despótico ejercicio, Poder absoluto, universal, Poder para controlar al mundo bajo la voluntad de un sólo hombre [el superior de la Compañía de Jesús]".
Pues sí que son discretos... y raros, ya que entre sus discípulos figuran personajes de la más diversas condición, ralea, procedencia e ideología. Recojo sólo un muestrario de personajes que fueron formados en centros docentes de jesuitas. Científicos: Torricelli, David Hume. Filósofos: Descartes, Foucault, Teilhard de Chardin, Baltasar Gracián. Políticos: Fouché, Charles de Gaulle, Stalin, Goebbels, Fidel Castro, Juan Carlos I, el rey Abdulah de Jordania, Bill Clinton y Pierre Trudeau (ex primer ministro de Canadá). Escritores: Voltaire, Arthur Conan Doyle, Mariano José de Larra, Blas de Otero, Tom Clancy. Se cree que también Cervantes, porque en El coloquio de los perros describe un colegio jesuita que podría aludir a su etapa estudiantil. Gentes del cine: Alfred Hitchcock, Peter O'Toole, Denzel Washington.
Por sus aulas pasaron asimismo individuos tan difícilmente homologables como el bandido Luis Candelas, varios directores de la CIA y el FBI, el filántropo Paul Getty, David Rockefeller, Michael D. Griffin (administrador de la NASA) y el actual papa Francisco.
En fin, que no los veo poniéndose de acuerdo ni sometidos a la esclavitud de un secreto de semejante envergadura. Conmigo, al menos, no contaron.
.
No comments:
Post a Comment