Thursday, January 29, 2015

Francisco y los jesuitas





Viernes, 16 de enero de 2015 - Edición impresa




Rosamaría González Romero (*)

“El cónclave que se inició el 15 de febrero de 1769 estuvo dominado por la cuestión de los jesuitas. Antes de que los cardenales españoles llegaran por fin a Roma, a fines de abril, no se podía pensar en una elección, pues los franceses, que habían llegado un mes antes, declararon que se verían obligados a pronunciar la exclusiva (el veto) contra cualquiera que fuera elegido antes de la llegada de los españoles. Las potencias católicas estaban de acuerdo en que no se debía elegir a ningún amigo de los jesuitas… exigían de cualquier previsible candidato, ya antes de la elección, una promesa formal de suprimir la orden de los jesuitas. “Por consejo del embajador español Azpuru, se promovió la candidatura del cardenal Ganganelli (futuro papa Clemente XIV). Es seguro que antes de la elección no hizo ninguna promesa formal de que en su calidad de Papa suprimiría la Compañía de Jesús. Al ser interrogado, sólo declaró que, en su opinión, un Papa podía suprimir la Compañía de Jesús al igual que cualquier otra orden con la conciencia tranquila, teniendo en cuenta la prudencia y la justicia, si existían razones para ello. El 19 de mayo de 1769 fue elegido por unanimidad.” (Cita tomada del Manual de Historia de la Iglesia, de Hubert Jedin, que puede consultarse en bibliotecas diversas, de universidades y seminarios diocesanos).

En efecto, el 13 de enero de 1773, mediante el decreto “Dominus Ac Redemptor”, el pontífice Clemente XIV, quien era franciscano, decretó la extinción de la Compañía de Jesús. Fue hasta la segunda década del convulsionado siglo XIX, el 7 de agosto de 1814, cuando el papa Pío VII la restauró nuevamente.

Ya han pasado doscientos años de aquel decreto restaurador. Y como ironías de la vida y de la historia, fue el papa jesuita Jorge Bergoglio, de nombre “Francisco”, quien celebró -como Papa y como jesuita- el bicentenario del regreso de la orden de San Ignacio al seno de la Iglesia.

El actual Superior General de la Compañía de Jesús, el padre Adolfo Nicolás, S.J., en el contexto de las celebraciones del segundo centenario de su restauración, refiere que este es “un tiempo de gracia que lo es siempre de oportunidad para aprender de las luces y sombras de nuestro pasado, con el fin de percibir con mayor claridad y entregarnos con más generosidad a lo que el Señor pide de nosotros en el momento presente”.

El pasado jesuita

Acerca de las “luces” del pasado jesuita en la historia reciente de nuestro país, pienso, por ejemplo, en los centros de derechos humanos, de atención y defensa de migrantes, de promoción de proyectos comunitarios y educativos, que llevan esperanza y amor al pueblo pobre de México. Pienso, también, en los santos sacerdotes y directores espirituales entregados totalmente a Dios y a su grey, siempre dispuestos a servir fieles a la Iglesia.

El lado de las sombras

También, pero del lado de las sombras, pienso en la influencia de sacerdotes jesuitas en el desarrollo de guerrillas que azotaron Centroamérica y, específicamente, el sureste mexicano de fines del siglo XX. Recuerdo al papa Juan Pablo II y su prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Joseph Ratzinger (hoy, papa emérito Benedicto XVI), que emitieron importantes documentos doctrinales e instrucciones rechazando firme y claramente la llamada “teología de la liberación”. Por ella se alentaba desde el Evangelio y el marxismo, a la lucha armada como medio de acceso a la justicia social.

El papa Francisco conoce desde adentro estas sombras, y también las grandes luces de la Compañía de Jesús. Esperamos que, tanto en lo que queda de la “teología de la liberación” como en otros temas de grave trascendencia, pueda él disciplinar a sus hermanos jesuitas que permanecen en rebeldía. Recemos por él.- Mérida, Yucatán.

rosamariag13@hotmail.com


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