Chicago, 15 de abril de 2014 – La Universidad Loyola de Chicago acogió el simposio del proyecto ART WORKS, 'Santuario y Sustento: Siria y el clamor de los refugiados', que tuvo lugar el lunes, 7 de abril. Estudiosos, profesores, profesionales y refugiados examinaron la actual crisis política en Siria desde diferentes perspectivas y disciplinas. Durante este simposio de un día, Angela Wells habló en nombre del Servicio Jesuita a Refugiados sobre la asistencia humanitaria y la intervención religiosa.
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Buenos días, soy Angela Wells, egresada de la Universidad Loyola de Chicago y en la actualidad trabajo en el departamento de comunicación del Servicio Jesuita a Refugiados, en Roma, Italia.
Antes que nada quisiera empezar diciéndoles que no soy siria ni he trabajado en Siria, pero gracias a mi trabajo he podido conocer a docenas de personas, que han trabajado sin descanso en medio de esta guerra brutal, a quienes espero saber representar hoy.
El Servicio Jesuita a Refugiados trabaja en 50 países en todo el mundo, pero desde mi experiencia en los últimos dos años, he sido testigo de cómo la organización casi duplica su labor al aumentar su trabajo en Oriente Medio y, en particular, en Siria.
Contexto en Siria. El enfoque del JRS a la asistencia humanitaria en Oriente Medio se desarrolló de forma natural a partir de los proyectos locales ya existentes que se pusieron en marcha en 2008, cuando el JRS comenzó a ayudar a los refugiados iraquíes y subsaharianos que habían huido a Turquía, Jordania, Siria y Líbano. Trabajando desde dentro de las estructuras jesuitas sirias, regionales e internacionales ya existentes, la participación comunitaria y el liderazgo ha sido siempre clave para nuestros proyectos en Siria.
Cuando el conflicto estalló hace tres años en Siria, estas redes de base se ampliaron ostensiblemente para llegar a otros actores humanitarios locales, y también para colaborar con líderes de las comunidades musulmanas en las zonas donde trabaja el JRS.
El JRS ha creado de esta forma una red multirreligiosa y multiétnica de hasta 600 personas, entre voluntarios y personal, que trabajan en Damasco, Homs y Alepo. En 2013, sirvieron a 300.000 personas dentro de Siria.
Estado actual de Siria. La necesidad de esta ayuda crece día a día. Como habrán escuchado en las sesiones anteriores, este conflicto ha causado la muerte innecesaria de más de 130.000 personas y el desplazamiento - tanto interno como externo- de casi nueve millones de sirios, es decir, más de tres veces la población de la ciudad de Chicago.
En la actualidad, cerca de 230.000 personas dentro de Siria viven en zonas bajo asedio, lo que significa que no tienen acceso a comida, medicinas o a las comodidades básicas. Las tasas de desnutrición van en aumento y el riesgo de morir de hambre es real; muchas personas sobreviven a base de aceitunas y lentejas.
La sociedad civil. En respuesta a la gravedad de este desastre humanitario, el Servicio Jesuita a Refugiados basa su trabajo en las enseñanzas sociales de la Iglesia católica y sirve a todos los necesitados sin discriminación, independientemente de su fe.
Esto, per se, se basa en el derecho humano fundamental de toda persona a la seguridad y la dignidad. Como organización confesional, nos sentimos inspirados por las palabras y los actos de Jesús en el Evangelio, así como por el Papa Francisco, quien en su llamamiento por la paz en Siria, el pasado otoño, enfatizó que "ayudar a la población siria, independientemente de la diversidad étnica o la religión, es la forma más directa de contribuir a la paz y construir una sociedad abierta y acogedora para todos aquellos que la conforman".
Dentro de Siria, el JRS pone todos sus esfuerzos para hacer realidad este ideal propuesto por el Papa Francisco, trabajando bajo los principios de neutralidad, no violencia e inclusión.
Si bien gran parte de la atención de los medios de comunicación del mundo occidental sobre Siria se centra en los actores de la violencia, yo querría centrarme hoy en los sirios y sirias que trabajan en armonía olvidando las divisiones religiosas, étnicas y políticas para construir, como decimos nosotros, "una cultura del encuentro y del diálogo".
Los miembros de nuestro equipo en Siria son sirios 100 por 100: médicos, ingenieros, maestros, mecánicos, estudiantes de secundaria y universitarios, padres y madres, abuelos y abuelas. Representan a esa mayoría silenciosa de sirios que no han recurrido a la violencia; que siguen trabajando para conseguir hacer realidad su deseo de paz participando en iniciativas humanitarias de base.
Creo que el siguiente video, realizado a principios del año pasado sobre el terreno, refleja cómo influye en el país la labor que se está llevando a cabo desde la sociedad civil.
Esta película se presentó hace más de un año y desde entonces las tasas de desplazamiento, los niveles de inseguridad y el número de muertes han aumentado trágicamente. Hoy en día, unos 9,3 millones de sirios necesitan ayuda urgente.
Para hacer este trabajo, estos miembros del equipo y otros han puesto sus vidas en peligro. Algunos han sido arrestados, otros se desplazaron y algunos se enfrentan a tensiones dentro de sus propias comunidades por su involucración en el JRS, pero constantemente nos recuerdan que ellos permanecen unidos, tal y como dijo uno de los voluntarios, "a pesar de sus diferencias" y quiero hacer hincapié en esto como nuestra base para la acción.
El espacio creado por el JRS para que los actores locales consigan cambiar las cosas, promover la paz y la reconciliación en base al respeto a la dignidad de cada persona, independientemente de las diferencias, es algo fundamental para el trabajo en Siria, que se lleva a cabo principalmente en dos frentes:
Presencia del JRS en Siria. La primera, que es la ayuda de emergencia a las personas más necesitadas, consiste en el suministro de alimentos, kits de higiene, atención sanitaria básica, apoyo alquiler, así como la gestión de los refugios. Por ejemplo, el equipo de la cocina de campaña en Alepo está formado en su totalidad por voluntarios y sirve hasta 10.000 comidas calientes cada día.
La segunda actividad en importancia es la provisión de oportunidades educativas y el apoyo psicosocial a cerca de 10.000 niños, niñas y mujeres. Se estima que dos millones de niños sirios ya no van a la escuela.
Durante las situaciones de emergencia, muchas organizaciones internacionales suelen relegar la educación a un segundo plano, pero el JRS cree que la educación debe brindarse a la vez que se proporciona alimento y refugio.
La educación restablece la normalidad en medio del caos de la guerra, especialmente en los niños que no pueden permitirse el lujo de perder años de aprendizaje, desarrollo y crecimiento. El JRS insiste en la educación, convencido y con la esperanza de poder contribuir a la reconciliación mediante la promoción de la convivencia entre personas de diferentes orígenes socioeconómicos y confesionales.
Multiconfesionalidad e inclusión. Del personal y los voluntarios de Siria, la mitad son de tradición musulmana y la otra mitad de la cristiana y, en toda la región, el 80 por ciento de las personas que atendemos son musulmanas.
Nuestro personal difiere en sus opiniones políticas, pero, a su vez, está en condiciones de trabajar hombro con hombro como sirios. Esto no quiere decir que no haya tensiones, sino que se colocan por encima de la violencia absurda dando ejemplo a sus comunidades al trabajar por la paz.
Todos los días hay ejemplos de cooperación multirreligiosa en nuestros proyectos, pero de entre estos quiero destacar la iniciativa de Fadi*, un ciudadano de Alepo, de 27 años, que puso en marcha una red a principios de 2012.
Su misión era crear un grupo que se resistiera a usar las armas y disuadiera a otros de recurrir a ellas en el caso que la violencia llegase a Alepo.
La red comenzó con nueve miembros, pero se unió con el JRS y ahora cuenta con 500 jóvenes y adultos, musulmanes y cristianos, que rezan y trabajan juntos en proyectos del JRS.
A pesar de que desde entonces la violencia ha devastado Alepo, ellos se mantienen no violentos, trabajando para ofrecer ayuda humanitaria a miles de familias afectadas por la violencia en Alepo.
La reflexión de Fadi. En una reciente reflexión, Fadi escribió: "A través de las acciones conjuntas, las diferencias desaparecieron y pude conocer la verdadera Alepo... al otro", a aquel a quien me enseñaron a despreciar y temer... y ¿por qué? Por ninguna razón real, que no sea porque es diferente.
Estos hechos a pensar, a no tener miedo. Me quitó la venda que cubría mis ojos.
Ese "otro" le dio sentido a mi vida. Recuperé mi humanidad. Me convertí en parte de una familia de verdad a la que amaba y adoraba; la familia de mi hogar, Siria.
Nuestra verdadera misión es difundir la esperanza, asegurar a nuestros vecinos que somos sus hijos y que nunca nos vamos a olvidar de ellos".
Creo que la perspectiva de Fadi pone de relieve cómo al responder a los conflictos humanitarios de una forma en el que se incluya a todos se puede ayudar a las comunidades a resistirse a la lógica de la guerra que amenaza con destruirlos.
Hacia adelante. Desde hace un tiempo, Fadi fue reubicado en el Líbano, donde el ACNUR registra 2.500 refugiados al día. En Turquía, Jordania y el Líbano, el ACNUR ha inscrito a un total de 2,5 millones de refugiados. El JRS, que trabaja con voluntarios como Fadi, proporciona asistencia urgente y apoyo educativo y psicosocial en estos tres países bajo enormes limitaciones de recursos.
La comunidad internacional podría hacer grandes contribuciones para poner fin a este conflicto, no con apoyo militar – ya que la violencia sólo engendra violencia – sino emulando el enfoque de actores de la sociedad civil como Fadi y su equipo.
El apoyo a los agentes locales y a la ayuda humanitaria dentro de Siria y en los países vecinos es crucial. Un aumento de las concesiones para el reasentamiento en los EE.UU., Europa y otros países que estén dispuestos, salvaría muchas familias demasiado vulnerables para sobrevivir a la dureza del campamento o de los asentamientos urbanos.
Los esfuerzos diplomáticos de la comunidad internacional deben dirigirse a los grupos armados para que pongan fin al uso de la sociedad civil como arma de guerra y dejen de interferir en las operaciones humanitarias.
En definitiva, las negociaciones de paz deben incluir una participación significativa de los sirios no violentos teniendo en cuenta todas las clases sociales, así como todos los grupos étnicos y religiosos, si vamos a pavimentar el camino hacia una sociedad en la que, después del conflicto, los derechos humanos de todas y todos los sirios estén protegidos.
Siria, nuestro hogar. Quiero terminar hoy con un comentario final de Fadi, quien, creo yo, podría ser parte de una Siria en paz después del conflicto en la medida que su voz sea escuchada hoy.
"La guerra de Siria se convirtió en un punto de inflexión oscuro en la vida de cada sirio.
A pesar de toda la ignorancia que nos ciega a todos, nuestra comunidad se las arregló para encender velas en la oscuridad de la ignorancia mortal.
Poco a poco, pequeñas comunidades se formarían donde los ciudadanos se unirían por una causa noble: Siria, nuestro hogar.
Aquí, en el Líbano, mi corazón sufre por el hogar que tuve que dejar hace un año. Echo de menos mi cama, mis amigos, mi mundo, mi futuro, que ha sido destruido... Todo esto me hace sentir el dolor de los demás, y eso me hace humano.
Pero todavía puedo ver la luz en los ojos de nuestros hermanos más jóvenes que no conocen el significado de la guerra. ¿Cuál es la culpa de un hijo en la guerra de sus adultos? Estamos aquí para servir, acompañar y defenderlos".
Angela Wells, Asistente de comunicación internacional del JRS
Fuente
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