Observemos ahora la estratagema del Vaticano II para atraer a todas las iglesias al redil de Roma usando el movimiento ecuménico; y sobre todo, su estrategia de usar un servicio celebración renovado y revitalizado como su instrumento preeminente, por excelencia, para unificar toda adoración bajo su autoridad.
Así como Juan Pablo se propuso terminar con el sistema político de las naciones, así el propósito del Vaticano II fue eliminar todas las distinciones entre los servicios de adoración de diferentes creencias, y establecer un servicio supremo y universal de celebración, en el cual todas las diferentes creencias participen regresando al redil de Roma. Estos papas están actuando en conformidad con su nombre, Pontifex Maximus, [Pontífice Máximo], el máximo o supremo intermediario para propiciar un acercamiento.
El objetivo de Roma es terminar toda protesta que vaya contra su autoridad, eliminar todas las distinciones de la conciencia individual y de las creencias denominacionales, reestablecer las mismas condiciones que existieron en la Edad medieval cuando el Papa gobernó el mundo con su estrategia temporal y espiritual. En efecto, los prosélitos llaman a esto el impulso de reconstrucción.
La triple unión del espiritismo, el protestantismo apóstata y Roma llevarán a este país a seguir los pasos de Roma pisoteando los derechos de conciencia.
“El 25 de enero de 1959, unos tres meses después de la muerte de Pío XII, su sucesor en el Trono de Pedro, el Papa Juan XXIII, anunció la temible noticia que él convocaría a un Concilio Ecuménico (el XXI veintiunavo) de la Iglesia Católica Romana...
“El propósito expreso de Juan al convocar el concilio fue presentar las creencias actualizadas del catolicismo romano, para que el hombre moderno pudiera comprenderlas mejor que nunca. Él también creía que con tal actualización, el mundo contemporáneo se sentiría más atraído a la fe católica, especialmente ahora que la Iglesia Católica Romana estaba adoptando una posición conciliatoria” (Malachi Martín, experto del Vaticano, Los jesuitas, p. 318).
Examinar los documentos del Vaticano II derrama gran luz sobre los desarrollos recientes en la liturgia adventista del séptimo día, la forma de culto y su participación ecuménica. Cuando retrocedemos y analizamos los avances dentro del adventismo del séptimo día, desde la perspectiva de Roma para absorberlo al redil del Papa, se esclarecen muchas cosas que una vez nos dejaban perplejos.
De acuerdo al documento “La constitución de la liturgia sagrada” (del Concilio Sacrosanto, del 4 de diciembre de 1962), el gran objetivo del Vaticano II es “fomentar todo lo que promueva la unión entre todos los creyentes en Cristo; fortalecer todo lo que ayude para ganar a los seres humanos al redil de la iglesia. En consecuencia, parece una razón muy particularmente convincente para emprender la reforma y promover la liturgia” (Documentos del Vaticano II, vol. 1).
La reforma de la liturgia y su promoción es el principal instrumento para salvar a las iglesias. Un examen de los documentos relacionados con la liturgia y el ecumenismo revela que esta introducción es muy significativa. El propósito de Roma es “atraer a todos los seres humanos al redil de la iglesia”. Para lograr este propósito, se considera de suma importancia una reforma en la liturgia (la forma del servicio de culto) y su promoción. La forma del servicio de adoración y la terminología que se debe usar para atraer a todas las iglesias al redil de Roma son muy significativas.
Con una precisión inexplicable, el Vaticano II demarcó su plan para tomar posesión de todas las iglesias. Con una precisión inaudita, nuestra iglesia está siguiendo ese plan. Tenemos la oportunidad de conocer el máximo objetivo de este plan.
Analizando cuidadosamente estos documentos, vemos que está progresando la estrategia mencionada para atraer a todas las iglesias bajo la persuasión de Roma.
Primero, resumamos nuestros hallazgos y luego analizaremos los documentos del Vaticano II.
Que la iglesia se acostumbre a la terminología y al concepto de celebración. Toda función de la iglesia, desde la santa cena hasta los sepelios, llega a ser una celebración.
Que la iglesia se acostumbre al servicio renovado de estilo celebración. Esto trae consigo una reducción de las inhibiciones, un vasto aumento de la participación verbal en la congregación, y demanda una participación activa de gestos y movimientos corporales.
Que en el servicio de celebración se promueva el diálogo entre el celebrante (pastor o sacerdote), y la gente como “señal externa de una celebración en común” y para “engendrar y fomentar la unión entre el celebrante y la gente”.
Que en lo posible se use mucha variación en los servicios de celebración para estimular una participación activa y voluntaria.
Que, para que el servicio de celebración sea más efectivo, se presenten programas musicales relacionados con la música de varias culturas y temperamentos de la gente, utilizando canciones religiosas populares (lo que hubiese sido totalmente revolucionario unos 25 años atrás).
Que se disminuya la distancia entre la celebración de la Eucaristía y la santa cena (que pronto se llamará celebración de comunión en las otras iglesias); que se enseñe a la gente que este servicio forma el fundamento de la unidad y compañerismo cristiano.
Que se demuestre cuán impenetrable es el vínculo entre la celebración de la Eucaristía como fundamento a toda unidad y la celebración del Día del Señor (domingo).
Que se lleve a cabo todo esfuerzo necesario para promover la observancia del domingo, incluso el descanso laboral.
Antes de observar la documentación del desarrollo de esta estrategia en los documentos del Vaticano II, examinemos las profundas diferencias teológicas, espirituales, filosóficas y prácticas entre el concepto, objetivo y propósito del movimiento de celebración y el mensaje de los tres ángeles:
a) El mensaje de los tres ángeles es un llamado poderoso, puro y santo de Dios a salir de Babilonia. Es un mensaje de separación.
El movimiento de celebración es el mensaje de Babilonia, generado por Roma, alimentado y autorizado por el Espiritismo (movimiento carismático) y revestido y promovido por el protestantismo apóstata. Es un movimiento en el cual los malos espíritus están uniendo a las iglesias del mundo para seguir los pasos de Roma y pisotear los derechos de la conciencia. Su propósito determinado es la unidad con Roma; su objetivo es una verdadera adoración global en domingo, día de culto de Roma y bajo su autoridad.
b) El mensaje de los tres ángeles es un mensaje de advertencia.
El mensaje de celebración es un mensaje de paz y seguridad.
c) El mensaje de los tres ángeles se afirma en el puro evangelio sempiterno.
El mensaje de celebración se afirma en el mensaje del falso profeta con el falso evangelio de la salvación en el pecado.
d) El mensaje de los tres ángeles llama a los hombres a temer a Dios en completa sumisión a su Palabra, su Ley y su Evangelio.
El mensaje de celebración se afirma en la teología del Espiritismo que interpreta las Escrituras “en una manera que es agradable al corazón no regenerado”. Véase El conflicto de los siglos, p. 614.
e) El mensaje de los tres ángeles llama al hombre a dar gloria a Dios por medio de su carácter que refleja su gloria al poseer su justicia.
El mensaje de celebración, mientras profesa alabar a Dios, ha rechazado el mensaje de 1888 por medio del cual solamente se puede glorificar a Dios en el marco de la cuestión del gran conflicto.
f) El mensaje de los tres ángeles proclama que la hora de su juicio ha llegado. Éste es el juicio investigador y ejecutivo.
El mensaje de celebración no proclama el mensaje de la hora del juicio investigador ni ejecutivo. Más bien, concibe que todo el mundo volverá al redil bajo la autoridad de Roma.
g) El mensaje de los tres ángeles llama a los hombres a adorar a Dios como él lo demanda y a proclamar que por medio del poder de Cristo el hombre puede obedecer totalmente la ley de Dios.
El mensaje de celebración está dirigido por “hombres que están bajo el control de Satanás (quiénes) repiten sus acusaciones contra Dios, al afirmar que el hombre no puede guardar la ley divina” (The Signs of the Times, January 16, 1896).
h) El mensaje de los tres ángeles llama a los hombres a adorar a Dios en su santo séptimo día, sábado.
El objetivo específico del movimiento de celebración según los documentos del Vaticano II, es atraer a todos a la observancia de su día principal, a la suprema celebración del domingo.
i) El mensaje del segundo ángel declara que Babilonia ha caído. Las iglesias han caído por su rechazo a la verdad del cielo. “Satanás ha tomado plena posesión de las iglesias en conjunto”... “Una hueste innumerable de malos ángeles está dispersándose por toda la tierra y llena las iglesias” (Primeros escritos, pp. 273, 274).
El mensaje de celebración ve a las iglesias de Babilonia y al movimiento ecuménico como un movimiento de Dios guiado por el Espíritu Santo.
j) El mensaje del tercer ángel es la amenaza más espantosa que jamás se haya dirigido a los mortales en contra de los que reciben la marca de la bestia, es decir, que guardan el domingo.
El objetivo final del movimiento de celebración, de acuerdo a los documentos del Vaticano II, es hacer que todo el mundo adore en domingo su máxima celebración.
El segundo párrafo de los documentos del Vaticano revela el plan estratégico de usar la liturgia como medio para atraer a las iglesias del mundo a Roma: “Porque es por medio de la liturgia, especialmente en el divino sacrificio de la Eucaristía, que se lleva a cabo la obra de redención y es fundamentalmente por medio de la liturgia que los fieles son capacitados para expresar en sus vidas, y manifestar a otros, el misterio de Cristo y la verdadera naturaleza de la verdadera iglesia”.
La liturgia “aumenta maravillosamente el poder (de los miembros de la iglesia) para predicar a Cristo y así presentar a la iglesia como una señal exaltada entre las naciones, una señal para que los hijos de Dios, los que están esparcidos fuera de ésta, puedan sentirse unidos hasta que haya un redil y un pastor” (Documentos del Vaticano, II, vol. 1, p. 2).
Roma considera que el servicio de culto o liturgia es como una señal o medio por el cual todos los esparcidos hijos de Dios (los no católicos romanos), puedan ser atraídos al redil de la iglesia madre y bajo el liderazgo del Papa.
El cometido del Vaticano II en el campo de reforma de la liturgia, fue producir un servicio de celebración renovado y revitalizado que sirviera como el mayor instrumento para atraer a las iglesias al redil de Roma. Fue el plan ecuménico generar la forma renovada de culto. Este servicio de celebración, introducido en el servicio divino de las 11:00 a.m., que es el mayor componente de la vida religiosa en las iglesias, proveería el puente básico para ocasionar un cambio ecuménico y finalmente la unión con Roma. Es de esperar que todos los creyentes asistan al culto divino semanalmente y así, al mismo tiempo y en la mayor escala posible, puede ocurrir la formación ecuménica en todas las iglesias. El objetivo máximo es finalmente tener a todo el mundo “celebrando el misterio de la Eucaristía” y eso por supuesto, en la celebración del domingo.
He aquí cómo concibe la iglesia católica romana al movimiento ecuménico, según lo registrado en el documento concerniente a cuestiones ecuménicas (S.O.U.C., Spiritus Domini, 16 de abril de 1970): “El espíritu del Señor está obrando en el movimiento ecuménico actual para que, cuando los obstáculos que impiden la perfecta comunión eclesiástica hayan sido superados, la unidad de todos los cristianos por fin pueda ser restaurada y resplandezca, porque todos están simplemente llamados a ser nuevas criaturas, confesando un Jesús, Salvador y Señor, profesando una fe, celebrando un misterio de la Eucaristía.
“Todos los cristianos deben tener un punto de vista ecuménico, pero especialmente los representantes a quienes se les ha confiado tareas y responsabilidades particulares en el mundo y en la sociedad. Por consiguiente, los principios del ecumenismo sancionados por el segundo Concilio del Vaticano deberían ser oportunamente introducidos en todas las instituciones de educación avanzada” (Documentos del Vaticano II, p. 515).
La palabra celebración es la clave para el nuevo estilo de servicio de culto. Los documentos del Vaticano II en lo que respecta a la liturgia, claramente denominan como celebraciones a los servicios recientemente estructurados de la iglesia, designándolos como: “celebraciones sagradas”, “celebraciones musicales”, “celebración de la palabra”, “celebración de la Eucaristía”, “celebración de la misa”, “celebraciones litúrgicas”, “celebraciones dignas”, “celebraciones fúnebres”, “celebraciones del misterio pascual”, “celebración del domingo”, “celebración de la santa cena”, “celebración del sacramento del matrimonio”, “celebración del divino oficio”, etc. Casi prácticamente cada página en las secciones litúrgicas hacen referencia a la celebración, y la mayoría de las páginas contienen numerosas referencias a ella.
La participación en la celebración debe ser un proceso interno, pero por otro lado “también debe ser externa, es decir, debe demostrar la participación interna por medio de gestos y ademanes, por medio de aclamaciones, reacciones y cantos” (Documentos del Vaticano II, p. 84).
Estas acciones, gestos, reacciones y ademanes propuestos, ciertamente, se asemejan a nuestros esfuerzos en nuestras iglesias que realizan servicios tipo celebración para derribar las inhibiciones de una reserva sagrada y de reverencia y generar movimiento natural para preparar el camino para un servicio de estilo carismático.
Compare la actividad desenfrenada de la adoración a Baal en el monte Carmelo, con el sagrado y solemne sacrificio de la tarde conducido por Elías. “Debería reinar una quietud santa” en nuestro servicio de culto sabático. (Véase Conducción del niño, p. 512).
“Porque la celebración de la misa es en su naturaleza una actividad de la comunidad, los diálogos entre los celebrantes (pastor, sacerdote) y la gente son de suma importancia, como así también las aclamaciones. No son solamente signos externos de una celebración en común, sino que también generan y fomentan la unión entre los celebrantes y la gente.
“Las aclamaciones de la gente y sus respuestas a los saludos del sacerdote, y las oraciones presidenciales, constituyen esa mínima participación activa que debe facilitar la congregación en cualquier tipo de misa; se requiere por lo menos esta participación activa para expresar y para fomentar la unidad de una acción comunal” (Documentos del Vaticano II, p. l65).
Algunas congregaciones adventistas han quedado sorprendidas al recibir a un nuevo pastor del movimiento de celebración por sus arremetidos intentos de forzar un diálogo artificial durante el servicio de culto, especialmente durante el sermón.
Sumados a los Documentos del Vaticano II, quizá sería bueno notar el desarrollo actual del movimiento pentecostal dentro del catolicismo romano como lo describe Edward E. O’Conner, C.S.C. en su libro El Movimiento Pentecostal en la Iglesia Católica: El Estudio Definitivo de un Renacimiento Espiritual Dinámico, desde el punto de vista de la Teología Católica.
O’Conner describe lo que fácilmente se puede reconocer como parte de nuestro servicio de celebración, llamado “el jardín de oración”. “Después del cierre de la primera o segunda parte de la reunión, cualquiera que ha pedido oración se arrodilla o se sienta en el medio de la habitación y los otros se reúnen alrededor, poniéndole las manos sobre la cabeza o los hombros para invocar la bendición de Dios. Siempre que se busca el bautismo del espíritu se usa esta forma de oración” (Ibíd., p. 117).
En las páginas 166 y 167, O’Conner informa que, como resultado del movimiento carismático dentro del catolicismo romano, la devoción a la Eucaristía y a la misa irá en aumento.
El Vaticano II pone gran énfasis en celebraciones “cantadas” o musicales porque se las considera como el estilo de servicio de celebración más efectivo. Es interesante notar la intensa campaña para incluir celebraciones musicales regionales juveniles en nuestra iglesia.
“Los salmos serán especialmente útiles para toda devoción pública y también las obras musicales sagradas obtenidas de la música antigua y del legado más reciente de cantos religiosos populares, música de órgano y otros instrumentos característicos de un pueblo especial” (Ibíd., p. 91).
En cuanto a la música mundana de entretenimiento, las celebraciones musicales que se realizan en nuestra iglesia parecen haberse desarrollado más allá de lo que jamás haya sido concebido por el Vaticano II.
El uso de excitación carismática con el propósito de inducir un cambio teológico y experimental es muy antiguo. Comentando el uso de este fenómeno en las religiones ocultas de Babilonia, Alexander Hislop nota: “Todo fue concebido como para impulsar las mentes de los novatos hacia el más elevado grado de excitación que, después de haberse sometido implícitamente a los sacerdotes, éstos estarían preparados para recibir cualquier cosa” (Las dos Babilonias, p. 67).
Ambas Babilonias, la antigua y la moderna, ven el papel de excitación emocional del movimiento carismático (de celebración), como la herramienta psicológica para someter la voluntad del creyente al ministro del Señor, por medio de la cual se puede efectuar un cambio práctico y teológico en la conducta en el culto.
Dentro del adventismo del séptimo día existe un punto divisorio crucial entre los que aceptan ávidamente el movimiento de celebración y los que resueltamente lo resisten. La abnegación, que es una enseñanza fundamental de Jesucristo, es el punto de división.
Los que rechazan el principio de negar y crucificar al yo en la vida cristiana y que se han acostumbrado a ser autoindulgentes (no importa cuan sutilmente), encuentran que sus almas responden a la dimensión mundana del movimiento de celebración, con entusiasta aprobación.
Los que han aceptado los principios de Cristo de abnegación y crucifixión del yo, están horrorizados por lo que está sucediendo alrededor de ellos en el movimiento de celebración.
El mundo está inundado de autoindulgencia. La cultura que los rodea, está completamente saturada de ella. Los que han bebido o aceptado este principio de autoindulgencia, están entusiasmados con la idea de una religión “celebración” y un servicio que ya no reprueba la mundanalidad y la autoindulgencia, sino que la apoya y la incorpora como un elemento fundamental en el servicio a Dios.
Nuestro mensaje debe ser más puntual que el de Juan el Bautista para despertar al mundo de su autoindulgencia y estupor mortal.
“Por el camino a la muerte puede marchar todo el género humano, con toda su mundanalidad, todo su egoísmo, todo su orgullo, su falta de honradez y su envilecimiento moral. Hay lugar para las opiniones y doctrinas de cada persona; espacio para que sigan sus propias inclinaciones y para hacer todo cuanto exija su egoísmo. Para andar por la senda que conduce a la destrucción, no es necesario buscar el camino, porque la puerta es ancha; y espacioso el camino, y los pies se dirigen naturalmente a la vía que termina en la muerte.
“Por el contrario, el sendero que conduce a la vida, es angosto, y estrecha la entrada. Si nos aferramos a algún pecado predilecto, hallaremos la puerta demasiado estrecha. Si deseamos continuar en el camino de Cristo, debemos renunciar a nuestros propios caminos, a nuestra propia voluntad y a nuestros malos hábitos y prácticas. El que quiere servir a Cristo no puede seguir las opiniones ni las normas del mundo. La senda del cielo es demasiado estrecha para que por ella desfilen pomposamente la jerarquía y las riquezas; demasiado angosta para el juego de la ambición egoísta; demasiado empinada y áspera para el ascenso de los amantes del ocio. A Cristo le tocó la labor, la paciencia, la abnegación, el reproche, la pobreza y la oposición de los pecadores. Lo mismo debe tocarnos a nosotros, si alguna vez hemos de entrar en el paraíso de Dios” (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 117, 118).
“Cristo no dice que el hombre no querrá servir a dos señores ni que no deberá servirlos, sino que no puede hacerlo... Donde la conciencia del cristiano le aconseja abstenerse, negarse a sí mismo, detenerse, allí mismo el hombre del mundo avanza para gratificar sus tendencias egoístas. A un lado de la línea divisoria se encuentra el abnegado seguidor de Cristo, al otro lado se halla el amante del mundo, dedicado a satisfacerse a sí mismo, siervo de la moda, embebido en frivolidades, regodeándose con placeres prohibidos. A ese lado de la línea no puede pasar el cristiano. Nadie puede ocupar una posición neutral; no existe una posición intermedia, en la que no se ame a Dios y tampoco se sirva al enemigo de la justicia” (Ibíd., p. 80).
“El genio, el talento, la simpatía y aun los actos generosos y amables pueden llegar a ser lazos de Satanás para arrastrar a otras almas hasta hacerlas caer en el precipicio de la ruina, para esta vida y para la venidera” (Ibíd., p. 81).
La incorporación de autoindulgencia en el servicio de culto en sí mismo nos trae a una situación muy seria. En los días de Ofni y Finés, la gente disgustada con el servicio del templo, sacrificaba en sus propios hogares (hogares iglesia) en vez de subir al templo. Al comentar sobre la incorporación de autoindulgencia en el servicio a Dios, el Señor declara: “De todos los pecadores, son más culpables los que arrojan menosprecio sobre los medios que el Cielo proveyó para la redención del hombre, los que crucifican ‘de nuevo para sí mismos al hijo de Dios’, y le exponen ‘a vituperio’” (Patriarcas y profetas, p. 629).
Nunca olvidemos las advertencias del Señor a nuestros antepasados cuando éstos se establecieron en este continente, en lo que respecta a una conexión litúrgica con Roma.
Jamás olvidemos que cuando nuestros antepasados se establecieron en este continente, el Señor les amonestó contra una conexión litúrgica con Roma: “No OBSTANTE haber renunciado al romanismo, los reformadores ingleses conservaron muchas de sus formas. De manera que aunque habían rechazado la autoridad y el credo de Roma, no pocas de sus costumbres y ceremonias se incorporaron en el ritual de la iglesia anglicana. Se aseveraba que estas cosas no eran asuntos de conciencia; que por más que no estaban ordenadas en las Santas Escrituras, y por lo mismo no eran necesarias, sin embargo como tampoco estaban prohibidas no eran intrínsecamente malas. Por la observancia de esas prácticas se hacía menos notable la diferencia que separaba de Roma a las iglesias reformadas y se procuraba a la vez promover con más esperanzas de éxito la aceptación del protestantismo entre los romanistas.
“Para los conservadores y los partidarios de las transigencias, estos argumentos eran decisivos. Empero había otros que no pensaban así. El mero hecho de que semejantes prácticas ‘tendían a colmar la sima existente entre Roma y la Reforma’ (Martyn, tomo 5, p. 22), era para ellos argumento terminante contra la conservación de las mismas. Las consideraban como símbolos de la esclavitud de que habían sido libertados y a la cual no tenían ganas de volver. Argüían que en su Palabra Dios tiene establecidas reglas para su culto y que los hombres no tienen derecho para quitar ni añadir otras. El comienzo de la gran apostasía consistió precisamente en que se quiso suplir la autoridad de Dios con la de la iglesia. Roma empezó por ordenar cosas que Dios no había prohibido, y acabó por prohibir lo que él había ordenado explícitamente” (El conflicto de los siglos, p. 333).
“Una iglesia reincidente disminuye la distancia entre ella misma y el papado” (Signs of the Times, February 19, 1894).
“En cuanto se vieron obligados a separarse de la iglesia anglicana, los puritanos se unieron en solemne pacto como pueblo libre del Señor para ‘andar juntos en todos sus caminos que les había hecho conocer, o en los que él les notificase’. - J. Brown, The Pilgrim Fathers, [Los padres peregrinos], p. 74. En esto se manifestaba el verdadero espíritu de la Reforma, el principio esencial del protestantismo” (El conflicto de los siglos, p. 335).
Este protestantismo fundamental es el baluarte contra la inundación papal, el protestantismo apóstata y la influencia del espiritismo que está barriendo las iglesias con el movimiento de celebración.
El movimiento de celebración tiene muchas dimensiones. Las dimensiones carismáticas del protestantismo apóstata y del espiritismo son extremadamente notables. Hasta ahora hemos tratado de explorar una dimensión fundamental en este documento, y es que el concepto del estilo de culto-celebración, creado por Roma, sería una herramienta prominente para unificar al mundo bajo su autoridad; celebrando el culto a su manera y adorándola en su día de celebración.
No debiera existir duda alguna sobre lo que integra la iglesia de Dios. Ésta no se determina física sino espiritualmente. “La iglesia está edificada sobre Cristo como su fundamento; ha de obedecer a Cristo como su cabeza. No debe depender del hombre, ni ser regida por el hombre” (El Deseado de todas las gentes, p. 382).
Los que actúan como los gentiles perecerán como los gentiles. En la destrucción de Jerusalén, los judíos no se dieron cuenta que hacía mucho que ellos habían sido destituidos como el pueblo de Dios porque habían dejado de seguir su luz.
“Rechazaba a Dios como su Rey. De ahí en adelante no tendría libertador. No tendría otro rey sino a César. A esto habían conducido al pueblo los sacerdotes y maestros. Eran responsables de esto y de los temibles resultados que siguieron. El pecado de una nación y su ruina se debieron a sus dirigentes religiosos” (Ibíd., p. 687).
“La iglesia adventista del séptimo día debe ser pesada en la balanza del santuario. Será juzgada conforme a las ventajas que haya recibido. Si su experiencia espiritual no corresponde a los privilegios que el sacrificio de Cristo le tiene asegurados; si las bendiciones conferidas no la capacitaron para cumplir la obra que se le confió, se pronunciará contra ella la sentencia: ‘Hallada falta’. Será juzgada según la luz y las ocasiones que le fueron deparadas” (Joyas de los testimonios, t, 3, p. 251).
Los que siguen al Cordero por dondequiera que vaya, siguen concienzudamente su Palabra. No siguen a los clérigos que han guiado al rebaño en desafiante insubordinación y rebelión contra la palabra del Cordero. Ellos han aprendido bien las lecciones de las Escrituras.
“Lo experimentado en lo pasado se repetirá. En lo porvenir las supersticiones satánicas cobrarán formas nuevas. El error será presentado de un modo agradable y halagüeño. Falsas teorías, revestidas de luz, serán presentadas al pueblo de Dios. Así procurará Satanás engañar a los mismos escogidos, si fuere posible. Se ejercerán influencias extremadamente seductoras e hipnotizarán las mentes.
“Para cautivarlas, se introducirán todas las formas de corrupción similares a las que existieron entre los antediluvianos... [Satanás] Se valdrá del poder de la mente sobre la mente para ejecutar sus planes... La influencia hipnótica de Satanás se ejercerá sobre quienes se aparten de la Palabra de Dios para aceptar fábulas agradables” (Joyas de los testimonios, t. 3, pp. 271, 272).
“A menos que la iglesia contaminada por la apostasía se arrepienta y se convierta, comerá del fruto de sus propias obras, hasta que se aborrezca a sí misma. Si resiste el mal y busca el bien; si busca a Dios con toda humildad y responde a su vocación celestial en Jesucristo; si permanece sobre la plataforma de la verdad eterna, y si por fe realiza los planes que han sido trazados a su respecto, ella será sanada. Aparecerá en la sencillez y pureza que provienen de Dios, exenta de todo compromiso terrenal, demostrando que la verdad la ha hecho realmente libre. Entonces sus miembros serán verdaderamente elegidos de Dios para ser sus representantes” (Eventos de los últimos días, pp. 61, 62).
La presencia del falso reavivamiento de celebración carismática, es evidencia de que estamos al borde del poderoso reavivamiento de la piedad primitiva. El irresistible antídoto a la inundación de los espíritus malignos es el poder omnipotente del Espíritu Santo. La proclamación del mensaje de los tres ángeles unido al mensaje de advertencia final de Apocalipsis 18, debe resistir el torrente de apostasía y abrir un refugio para los que salgan de Babilonia.
“Antes que los juicios de Dios caigan finalmente sobre la tierra, habrá entre el pueblo del Señor un reavivamiento de la piedad primitiva, como no se ha visto nunca desde los tiempos apostólicos. El Espíritu y el poder de Dios serán derramados sobre sus hijos. Entonces muchos se separarán de esas iglesias en las cuales el amor de este mundo ha suplantado al amor de Dios y de su Palabra. Muchos, tanto ministros como laicos, aceptarán gustosamente esas grandes verdades que Dios ha hecho proclamar en este tiempo a fin de preparar un pueblo para la segunda venida del Señor. El enemigo de las almas desea impedir esta obra, y antes que llegue el tiempo para que se produzca tal movimiento, tratará de evitarlo introduciendo una falsa imitación. Hará aparecer como que la bendición especial de Dios es derramada sobre las iglesias que pueda colocar bajo su poder seductor; allí se manifestará lo que se considerará como un gran interés por lo religioso. Multitudes se alegrarán de que Dios esté obrando maravillosamente en su favor, cuando en realidad, la obra provendrá de otro espíritu. Bajo un disfraz religioso, Satanás tratará de extender su influencia sobre el mundo cristiano” (El Conflicto de los siglos, p. 517).
Un ex jesuita infiltrado, considera que el concilio del Vaticano II, es el concilio que completa la contrarreforma de los católicos romanos; la campaña del Papa para exterminar la resistencia protestante a su autoridad. Sólo en los documentos litúrgicos del Vaticano II, la palabra “Celebrar” y sus derivados se repiten no menos de 536 veces. Estos documentos llaman a una introducción gradual de la liturgia de celebración para efectuar la “formación” de los fieles. Roma ha lanzado la última fase de su esfuerzo mundial para condicionar el pensamiento y el comportamiento de los seres humanos. Los adventistas del séptimo día son el blanco principal en su último asalto a lo que queda de la resistencia protestante. Consta ante el mundo la lección del esfuerzo, testificado por los gobernantes nacionales en el siglo XX, para integrar los principios de la jerarquía papal dentro de la práctica de un estado moderno; la Alemania nazi.
Por medio de la tendencia y actividad ecuménica en nuestra iglesia generada por el Vaticano II, Roma está tratando de ocasionar un profundo cambio litúrgico, sociocultural y teológico. La repetida consigna en los documentos del Vaticano II era “cambio gradual”, introducir cambios en forma gradual. “Además, la reforma general de la liturgia sería mejor recibida por los fieles si se la logra gradualmente, debidamente propuesta y explicada por sus mismos pastores” (Documentos del Vaticano II, p. 46). (1975 ed.). Nuestros líderes nos dicen, “démosle una oportunidad a la celebración”.
Cuando este cambio litúrgico se haya arraigado profundamente y esté ampliamente diseminado, ella súbitamente atacará con la prometida “serie de impactos severos” (The Keys of This Blood, p. 291) para crear “transformaciones” (modificaciones rápidas y radicales) para motivar al adventismo a “integrarse a la profesión de completa fe en Cristo (catolicismo romano)” (Ibíd., p. 287). “Sus doctrinas están ejerciendo su influencia en las cámaras legislativas, en las iglesias y en los corazones de los hombres... Está acumulando ocultamente sus fuerzas y sin despertar sospechas para alcanzar sus propios fines y para dar el golpe en su debido tiempo” (El conflicto de los siglos, p. 639).
Citando de los Documentos del Vaticano II, leemos: “ante todo, sin embargo, es esencial que todos seamos persuadidos que el alcance de la constitución de la liturgia sagrada no está limitada solamente al cambio de ritos y textos litúrgicos. Más bien su objetivo es fomentar la formación de los fieles y la actividad pastoral de la cual la liturgia es su auge y fundamento... los cambios en la liturgia que ya han sido o serán introducidos más adelante, tienen el mismo propósito en mente” (p.46).
El objetivo oficial de la nueva liturgia de celebración no es meramente lograr un cambio de la forma del servicio de culto, sino efectuar la FORMACIÓN de los fieles. ¿Cuál será esta “formación?” Por medio del servicio celebración, Roma intenta formar a su imagen a los individuos en la congregación tanto psicológica y espiritualmente como en su comportamiento y carácter. Esto es modificación de conducta que a veces se llama lavado de cerebro.
El ex jesuita infiltrado Dr. Alberto Rivera, declara que el Vaticano II es el concilio que completa la contrarreforma. Vea su entrevista en video: “El ataque carismático a la iglesia adventista de Dios”, distribuido por (Amazing Truth Publications [Publicaciones Verdades Asombrosas], Thompsonville, IL). Se considera que la contrarreforma, que comenzó en el siglo XVI para destruir el protestantismo, está a punto de lograr su objetivo.
El movimiento de celebración católico carismático es el movimiento profetizado por la inspiración que anunciará, aceptará, proclamará y adorará al diablo cuando aparezca como Cristo. Éste es el movimiento que formará la imagen de la bestia, aprobando una ley dominical y finalmente sancionando el decreto de muerte contra los fieles.
“La iglesia del Dios vivo, columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15). Satanás también tiene una iglesia, la sinagoga de Satanás. “Cristo dice que la iglesia sobre la cual Satanás preside es la sinagoga de Satanás.Sus miembros son los hijos de desobediencia. Son los que prefieren pecar, que trabajan para anular la santa ley de Dios. La obra de Satanás es mezclar el mal con el bien y eliminar la distinción entre uno y otro. Cristo desea tener una iglesia que trabaja para separar el mal del bien, cuyos miembros no toleran voluntariamente la maldad, sino que la eliminan del corazón y de la vida” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, p. 969).
Los documentos del Concilio Mundial de Iglesias, demuestran que éste está implementando activa y seriamente la estrategia del Vaticano II de usar una liturgia universal de celebración para atraer a todas las iglesias al redil de Roma. Se concibe que la liturgia de celebración desarrollada para implementar los objetivos de Roma es fundamental para la trasformación de los seres vivientes. Este totalismo, por el cual todo ser viviente y pensamiento humano serán regulados por la iglesia y a través de la unión de la Iglesia con el Estado a usanza de la Edad de las tinieblas, está indispensablemente unido a la liturgia de celebración.
Se debe enfatizar la importancia estratégica de la liturgia de celebración. Es la parte esencial, el foco principal de la estrategia católico romana y del Concilio Mundial de Iglesias para ganar control, no solamente de las congregaciones e iglesias, sino también sobre todos los seres vivientes.
El libro producido por el Concilio Mundial de Iglesias, Bautismo y Eucaristía: Convergencia Ecuménica en celebración, revela la estrategia ecuménica del Concilio Mundial de Iglesias, que está cumpliendo fielmente la estrategia litúrgica establecida por la Iglesia Católica Romana en la sección de los documentos del Vaticano II. El mismo título del libro lo dice todo – Convergencia ecuménica en celebración. La celebración es el camino real de la convergencia ecuménica. El Concilio Mundial de Iglesias es el vehículo para implementar la estrategia del Vaticano, usando el servicio universal celebración, para traer a todas las iglesias bajo la conducción del Papa.
LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA
Ahora examinemos las ramificaciones más profundas en las que Roma desearía llevar a los que siguen las pisadas de la celebración. Siga atentamente, primero la perspectiva de Roma a la Eucaristía y luego el enfoque de Roma a la perspectiva de la Santa Cena de otras creencias. Claramente, a Roma le gustaría usar un modo de pensamiento de celebración para construir un puente por el cual todas las iglesias finalmente acepten su concepto respecto a la Eucaristía, lo que considera como el máximo secreto de la unidad. Cuando se consagra la ostia y se la ofrece en la misa, llega a ser la Eucaristía, que los católicos romanos creen ser el cuerpo y la sangre, alma y divinidad del Señor Jesucristo, real, verdadera y sustancialmente contenida en la ostia. Todavía está por verse cuánto podrá Roma reducir la distancia con las otras iglesias en este asunto en particular.
Para Roma, “el misterio de la Eucaristía es el verdadero centro de la liturgia sagrada y en efecto, de toda la vida cristiana” (Convergencia ecuménica en celebración, p. 100).
“La celebración de la Eucaristía es el verdadero centro de toda la vida cristiana para la iglesia universal y para la congregación local de esa iglesia...
Su celebración ‘es el medio supremo por el cual los fieles expresan en sus vidas y manifiestan a otros el misterio de Cristo y la verdadera naturaleza de la iglesia’” (Ibíd., pp. 106, 107).
“Es por medio de la Eucaristía que ‘la iglesia vive y crece continuamente... los fieles se congregan por la predicación del evangelio de Cristo y se celebra el misterio de la Santa Cena “para que por el Cuerpo y la Sangre del Señor se una toda la hermandad’. ‘Siempre que se reúnen alrededor del altar bajo el sagrado ministerio del obispo o del sacerdote que ocupa el lugar del obispo es una señal de la caridad y “unidad del cuerpo místico, sin el cual no puede haber salvación’” (Documentos del Vaticano, II, p. 107).
Aquí está la relación entre el misterio de la Eucaristía y la unidad cristiana. “Los pastores debieran prestar particular atención a la parte de su doctrina en la cual la iglesia enseña que el recordatorio del Señor, celebrado de acuerdo a su voluntad, significa y efectúa la unidad de todos los que creen en él” (Ibíd., p. 108).
El documento continúa: “por sobre todo, en la celebración del misterio de la unidad todos los cristianos debieran sentir pesar por las divisiones que los separan. Debieran por lo tanto, orar fervientemente a Dios para que todos los discípulos de Cristo puedan llegar diariamente a una debida comprensión del misterio de la Eucaristía de acuerdo a su voluntad; y puedan celebrarla para ser participes del cuerpo (1 Corintios 10:17) ‘unidos por los mismos vínculos por los cuales él desea que sea constituida’” (Ibíd., 108).
En la misma página explica cómo las otras iglesias tienen una verdad parcial de la Santa Cena, pero solamente los católicos, por medio de la transubstanciación, unidos al obispo, logran verdadero acceso, comunión y participación de la naturaleza divina.
Por qué ahora nosotros celebramos la comunión en nuestras iglesias adventistas? ¿Nos percatamos que vamos a la deriva y qué vínculos estamos creando? ¿Hemos olvidado que los hombres, a costa de sus vidas, se expresaron libremente en contra de la transubstanciación?
“La unidad de esta comunidad, que tiene su origen en el pan que todos compartimos (1 Corintios 19:17), está organizada en un orden jerárquico” (Ibíd., p. 113).
“En la celebración de la Eucaristía, se debe estimular un sentido de comunidad. Cada persona se sentirá entonces conectada con su hermano en la comunión de la iglesia local y universal, y hasta en un sentido con todos los hombres” (Ibíd. p. 114).
Citando de los Documentos del Vaticano II, “La Santa Iglesia Madre cree que está en ella celebrar la obra de salvación de su Esposo divino con una conmemoración sagrada en ciertos días a través del curso del año. Una vez por semana, en el día que llama el día del Señor, ella guarda el recordatorio de la resurrección del Señor...
“Por una tradición transmitida por los apóstoles, que tuvo su origen desde el mismo día de la resurrección de Cristo, la iglesia celebra el misterio pascual cada séptimo día, el cual correctamente se llama el día del Señor o Domingo... El Día del Señor es el día de fiesta original, y debe ser propuesto y enseñado a los fieles para que en verdad sea un día de gozo y de libertad laboral. Otras celebraciones, a menos que verdaderamente sean de gran importancia, no tendrán prioridad sobre el domingo, que es el fundamento y fondo de todo el año litúrgico” (Ibíd., pp. 28-30).
Aquí es donde veremos la conexión crucial entre la celebración de la Eucaristía y la celebración del Domingo. “Cada vez que la comunidad se une para celebrar la Eucaristía, anuncia la muerte y la resurrección del Señor, con la esperanza de su glorioso retorno. Su suprema manifestación es la congregación en Domingo. Éste es el día de la semana en el cual, por tradición apostólica, el Misterio Pascual se celebra en la Eucaristía de un modo especial.
“Para que los fieles puedan voluntariamente cumplir el precepto de santificar este día y para que comprendan por qué la iglesia los convoca a todos a celebrar la Eucaristía cada Domingo, desde el mismo comienzo de la formación cristiana ‘el domingo debe ser presentado como el día de fiesta primordial’ en el cual, unidos juntos, deben oír la Palabra de Dios y tomar parte en el Misterio Pascual” (Ibíd., p. 117).
“Por otra parte, se debe fomentar todo empeño que procure hacer que el domingo sea un ‘día genuino de gozo y de descanso laboral’” (Ibíd., p. 11).
Aquí llegamos al objetivo de Roma, que coincide precisamente con las profecías de Apocalipsis 13.
Esto concluye la compilación de los documentos del Pastor Bob Trefz. La información anterior fue compilada de su libro Freedom’s Ring, que también es una compilación de su ex periódico del mismo nombre, ahora en forma de libro.
.
No comments:
Post a Comment