Posted on mayo 3rd, 2013 by lamet
En un debate de la Uno de TVE me pidieron un título antes del cónclave: Dije “Dos papas y un destino: recuperar la credibilidad de la Iglesia”. Al ver ayer a los dos papas, el nuevo y el dimisionario sentí una gran alegría, la de la normalidad. La decisión de dimitir de Benedicto XVI, los primeros gestos de Francisco y el abrazo de ambos me despiertan las siguientes reflexiones:
1. La desmitificación del papado. Pedro fue un pescador que, con sus defectos, fue animado por Jesús en la playa de Tiberiades a apacentar a sus corderos. No era un supermán, le había negado tres veces. Sin embargo llegó a morir por él, regresando a Roma después del Quo vadis. Con los años la figura del papa se fue convirtiendo en mito casi intocable. Hoy aceptamos con normalidad que su función es un servicio, lleno de sentido, pero no más que ser el obispo de Roma primus inter pares que pastorea la grey con los demás obispos. Ratzinger, rodeado de libros, sigue ahí, pero ya no es papa en activo y ayudará sin bicefalias al nuevo sucesor de Pedro. La Iglesia somos todos, sigue viva, y ambos son dos hombres, como tú y como yo, llamados a seguir a Jesús y gobernar como el siervo de los siervos de Dios.
2. La presencia del anciano y venerable papa Ratizinger nos recuerda su humildad para saber desparecer y permanecer “nascosto” al lado de Francisco. Lo que sabe, lo que ha vivido, le ayudará puntualmente en su difícil cometido al papa Bergoglio. Benedicto, como humano que es, no necesariamente estará de acuerdo con todo lo que haga Francisco, pero, como él mismo ha dicho, su función es ahora orar y sumergirse en el misterio. ¿Hay mejor función para un cristiano? Recuerdo las pasividades de las que hablaba Teilhard. El silencio y la oración son las más poderosas palancas para la vida de fe.
3. Las esperanzas siguen abiertas. En medio de un mundo en crisis Francisco aparece como un evangelizador positivo que no calla ante tremendos problemas como el paro y el dominio casi absoluto en nuestra sociedad del capitalismo salvaje, el pensamiento único del neoliberalismo económico y que pretende ser “papa de los pobres”. Cuando en mi modestia pedía desde una carta un papa que diera ese testimonio casi no me creía que fuera posible. Pero ahí está. ¿Sólo gestos? Se verá. Los vatileaks, la corrupción interna del Vaticano, la lacra de la pederastia parecían acabar con la credibilidad de la iglesia y la ilusión del pueblo. Renace la ilusión, que no es pura quimera, sino avanzar, con las limitaciones inherentes del ser humano, hacia la utopía evangélica.
4. En ese abrazo de dos papas que ahora vivirán a dos pasos uno de otro y que estoy seguro no van a estorbarse, veo un signo de libertad, humildad y colaboración en la viña del Señor. Es una foto para la historia que evoca aquellos abrazos de los santos y esa dimensión que no existe entre otros gobernantes y políticos en competencia.Alrededor, aquellos lobos de los que hablaba L’Osservatore siguen ahí. ¿Qué hará ahora? Lo nuestro es el amor y el servicio y eso lo puede todo. Así sea.
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