ZS11123102 - 01-01-2012
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¿Se pueden aprovechar mejor los mensajes anuales de los pontífices?
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 1 enero 2012 (ZENIT.org).- Durante el año, el santo padre envió sendos mensajes al mundo con motivo de las Jornadas mundiales (Paz, Misiones, Alimentación, Comunicaciones, entre otras). Este artículo-balance recorre el aspecto central de algunos mensajes papales, los cuales están dirigidos –de modo profético-, a la conciencia de la humanidad y a los católicos que quieren vivir un mayor compromiso entre sus contemporáneos.
Son temas que responden a diversas coyunturas e intenciones del papa, pero a las que aún falta responder con: mayor planificación estratégica (se reciben varios meses antes), amplia participación universal (corresponsabilidad), y con renovado celo evangélico (los mensajes y jornadas son un trinomio de reflexión-animación-acción).
Revisemos. El primer día del año empezó con el mensaje por la Jornada Mundial de la Paz, instituida por el siervo de Dios Pablo VI hace 43 años. De esta fecha histórica surgieron frases memorables como la del mismo Montini: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia” o aquella del beato Juan Pablo II: “Paz con Dios, paz con la creación”, entre otras que han iluminado por años enteros el quehacer de la colectividad mundial.
Benedicto XVI centró la atención del mundo esta vez cuando advirtió que, sin libertad religiosa no habría paz... Algunos analizaron que este mensaje pudo servir --de forma directa o indirecta-, para que muchos pueblos en el Medio Oriente se movilizaran contra sus gobiernos, conscientes de que la fe no está reñida con la democracia o para gritar ¡basta!, ¡Paz!
En el contenido, el papa se solidarizó con el sufrimiento del pueblo católico de Bagdad, que unos meses antes había sufrido un atentado contra la catedral sirocatólica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, donde murieron 50 fieles y dos sacerdotes. Advirtió también que los cristianos pertenecen a una religión que sufre la mayor persecución en el mundo y cuyas vidas (y obras) están en permanente riesgo de ser atacadas.
Fue claro al señalar que todo sistema fundamentalista y hostil al cristianismo, va en contra de la laicidad de los estados a la vez que atenta contra la paz y la dignidad humana, que tiene entre uno de sus principales derechos la libertad religiosa, que es una garantía de mayor civilización.
Enfermos, migrantes y refugiados
Otro tema de amplia vigencia lo encontramos en el mensaje por la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, del 15 de enero, donde Benedicto XVI abordó una problemática actual de doble vía: los que llegan y aquellos que los reciben, debiendo ambos reconocerse como una ‘Gran familia humana’. Y el Papa auspicia que la ecuación multiétnico+religioso+cultural, será una gran herramienta para el diálogo y la convivencia serena entre los involucrados.
Hace un llamado a buscar el bien común, a unirse e integrarse en pos de una fraternidad auténtica, cuya ausencia es, según la encíclica Populorum Progressio, una “causa del subdesarrollo”. El papa invoca con Juan Pablo II, quien lo dijera en la misma Jornada de 2001, “que todos tenemos el derecho de salir en busca de mejores condiciones de vida” y que la Iglesia es la primera que debe procurar que la ‘fraternidad universal’ sea instituida en medio de nosotros, como se lee en la constitución pastoral del concilio Vaticano II Gaudium et Spes.
Es así que la Iglesia también debe estar integrada con el trabajo de los estados, a fin de acoger a quienes huyen de sus países --como son los refugiados--, y estar atenta a sus necesidades. A esto se debe añadir la solicitud a favor de los estudiantes extranjeros --futuros líderes de sus países--, quienes llegan a una cultura extraña, donde sentirán premura económica y los asaltará la soledad.
Concluye el papa apelando a las relaciones fraternas que deben caracterizar a los cristianos, quienes deben contribuir a una mayor comprensión y estima recíproca hacia los migrantes y refugiados, que finalmente son símbolo de sus pueblos de origen y de sus culturas.
En la Jornada Mundial del Enfermo, instituida hace 25 años por Juan Pablo II cada 11 de febrero, el papa fue frontal al señalar que si no se acepta el sufrimiento de los enfermos y de los más débiles, ni hay compasión con ellos, la sociedad se volverá cruel e inhumana. Esto en clara alusión quizás, a los países que desde ayer --y aún hoy--, vienen aprobando (gobernantes y gobernados), leyes que atentan contra la vida de los que están por nacer, de los desahuciados, ancianos y de los llamados ‘defectuosos’.
El pontífice muestra una vez más su cercanía a los enfermos, a quienes les recuerda que aceptar la cruz es decir un ‘Sí’ al plan de Dios en sus vidas y unirse de este modo a Cristo quien, aunque ya no sufre, consuela siempre al sufriente. Enmarcado en el año de la Jornada Mundial de la Juventud, incluyó un pedido especial a los jóvenes para que sirvan con solidaridad a los enfermos, a que los acompañen en su soledad, asegurándoles que allí reconocerán el rostro de Jesús…
Es un mensaje que amplía esta obra de misericordia hasta los mismos gobiernos, a los cuales exhortó a que inviertan en infraestructuras que garanticen servicios básicos de salud a los desfavorecidos.
Las vocaciones y las comunicaciones
En su mensaje anual por las Vocaciones, el papa ha querido encomendar a la comunidad cristiana local, con los obispos a la cabeza, todo lo relacionado con la promoción y sostenimiento de las vocaciones sacerdotales. Y las acciones propias de este “cultivo” son: la oración asidua por parte de todos, así como el incremento del aprecio de los jóvenes hacia la Palabra de Dios y por la vida en fraternidad con su Iglesia local.
Invoca también a los obispos a ser generosos con los lugares donde falten pastores, a través del envío de sacerdotes de sus respectivas diócesis, recordando también que Dios puede llamar en cualquier momento de la vida, por lo que la Iglesia debe estimar y custodiar toda vocación surgida desde su interior.
Con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el papa abordó por tercer año consecutivo el aspecto socio-pastoral y cultural de Internet, al cual dos años antes le había denominado “el Continente digital”, como campo vasto de evangelización, y el cual encargó especialmente a los jóvenes para que ‘remen mar adentro’, en aquel memorable mensaje del 2010.
Este año fue muy claro en lo que respecta a las redes sociales, cuya presencia misionera no puede reducirse a crear un perfil y recolectar algunos amigos... Muy por el contrario, y el papa es enfático en esto al mostrar al Maestro en el camino de Emaús, como aquel que (los) “condujo gradualmente a la comprensión del misterio, dialogando con ellos, tratando con delicadeza que manifestaran lo que tenían en el corazón”. Es decir, el que va a entrar a estos espacios debe tener la disponibilidad y el celo apostólico para quedarse…
Es así, que ante esta realidad en crecimiento y expansión, Benedicto XVI invitó a unirse a esta gran red que la era digital ha hecho posible, pero “no simplemente para satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es parte integrante de la vida humana”.
Con los jóvenes
El Mensaje anual dirigido a la juventud tuvo un marco excepcional con la JMJ de Madrid. Y desde la cita bíblica que lo iluminó, el papa dejó entrever que les hablaría directamente a los jóvenes, es decir: ‘de corazón a corazón´. La frase paulina “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”, fue desglosada con una didáctica propia de un profesor que quiere imprimir una enseñanza eterna en sus alumnos o de un padre que quiere depositar su mayor tesoro entre las manos de sus hijos…
Les recordó que el hombre está hecho para cosas grandes, por lo que deberían buscar puntos fijos donde apoyarse y crecer, como son las raíces y las bases sólidas que nos transmiten las generaciones anteriores, pero solamente si aquellas tienen a Dios como cimiento (“arraigados”). Fue claro en advertirles que la sociedad adopta un pensamiento laicista que intentará alejarlos de Dios a la vez que les ofrecerá “un paraíso” sin reglas sólidas ni una preocupación atenta hacia los demás. Esto por el contrario es “un infierno”, porque fomenta el egoísmo, la división de la familia y el odio a las personas y a los pueblos, donde el joven no disfrutará de los dones del amor, la alegría y menos aún de una espiritualidad propia para estos tiempos.
Por el contrario, dijo que en Cristo y en la Iglesia, al joven se le ofrecen grandes oportunidades para construir su vida cristiana (“edificados”), a través de la profundización de la lectura evangélica, de la catequesis y de la oración, así como en la atención a los que están en dificultad y que necesitan de su ayuda.
Finalmente, los convoca a llevar esperanza a un mundo globalizado donde ellos tienen ya un protagonismo. Allí, concluye Benedicto XVI, podrán ser portadores de comprensión, paz y esperanza (“firmes en la fe”), instaurando con la Iglesia, la tan ansiada Civilización del Amor.
Hambre y misiones
Siguiendo una práctica iniciada hace 30 años, el sumo pontífice envía un mensaje al director de la Organización Mundial de Alimentos (FAO) con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación. La motivación principal de escribirlo se mantiene ininterrumpida, cuyo fin es unirse “a todos los que proclaman de nuevo hoy la necesidad de reconocer y garantizar a cada hombre, el ejercicio de su derecho fundamental a alimentarse”. (B. Juan Pablo II - I Jornada FAO, 1981).
En este año, con una hambruna oficial declarada por la ONU en cinco zonas de la Somalia (‘Cuerno de África’), el santo padre hizo un llamado especial a atender esta “catástrofe humanitaria” que amenazó la vida de cerca de trece millones de personas, muchos de los cuales buscaron refugio en Kenia y en Etiopía.
Al ser testigo de las necesidades del mundo y de los esfuerzos que se realizan para “liberar del yugo del hambre, como primer derecho a la vida”, el papa fue enfático en advertir que las intenciones (y emociones) ya no bastan, y que el problema requiere de acciones serias de mediano y largo plazo. Habló así de una mayor atención al trabajo agrícola, donde se promueva el desarrollo integral de quien allí participa.
Asimismo, dado que el tema anual era: “Precios de los alimentos: de la crisis a la estabilidad”, el mensaje papal señala los peligros que acarrea el cierre progresivo de las cosechas agrícolas y de las reservas alimentarias, dejando este delicadísimo asunto a merced de las leyes del mercantilismo y de la especulación. Citando su encíclica Caritas in Veritate, recuerda que con la globalización “nos sentimos más cercanos, pero no hermanos”.
Este ha sido un punto de partida para insistirle al mundo y a la comunidad internacional que, unido a una vida de mayor sobriedad en el consumo, se puede descubrir dentro de sí mismo aquellos valores auténticos de compasión, solidaridad y compromiso con la justicia. Invitó a todos a “modificar conductas y decisiones que aseguren, hoy mejor que mañana, que toda persona tenga acceso a los recursos alimentarios necesarios, y que el sector agrícola disponga de un nivel de inversiones y recursos capaz de dar estabilidad a la producción y, por tanto, al mercado”.
Finaliza el Santo Padre ratificando el compromiso de la Iglesia en este campo, a través de sus instituciones fraternas y solidarias. E hizo un llamado a los beneficiarios de la cooperación externa, para que utilicen con responsabilidad los aportes que reciben, derivándolos de preferencia a obras de infraestructura y en el uso de técnicas para la mejora de los recursos humanos y naturales. A la FAO no deja de insistirle que garantice una alimentación adecuada en el mundo, a través del refuerzo de los métodos de cultivo y de comercialización, así como una vigilancia de los derechos de los que trabajan la tierra y de los valores más auténticos que se custodian en el mundo rural.
Muy unida a esta problemática, el papa centró su mensaje por la Jornada Mundial de las Misiones de octubre, distinguiendo que la misión tiene inscrita en sí misma a la solidaridad. Por eso, las mejoras de las condiciones de pobreza o la creación y manutención de infraestructuras sanitarias y educativas, también son parte de la misión de la Iglesia.
Recordó que el desinterés de los problemas humanos, según la Populorom Progressio, es “ignorar la doctrina de amor al prójimo que sufre o que está en necesidad”, desconociendo a la vez la figura de Jesús que “recorría los pueblos anunciando y sanando” (Mt.9,35). El cristiano que va al encuentro de sus hermanos a través de la misión, es un constructor de paz, de solidaridad y de comunidad, porque camina junto a los demás.
El Mensaje no deja de ser explícito sobre la necesidad de llevar el Evangelio a aquellos lugares donde no lo conocen o que no han oído hablar de Jesús. Pero proyecta también la misión actual hacia algunos pueblos que, habiendo recibido antes el mensaje, lo han abandonado o ya no se sienten parte de la Iglesia. Quizás, como una premisa al “Año de la Fe”, el papa advierte que este trabajo misionero se encontrará con un sistema que vive reacio al Evangelio, o que en otros casos se empeña por inducir al mundo hacia un relativismo que prescinde de Dios.
Se termina un año, para empezar otro. Es evidente que el mundo seguirá atento a lo que la Iglesia tenga que decir y hacer, siempre frente a las ‘alegrías y esperanzas, dificultades y tristezas de las personas’ (Santo Domingo). Sería oportuno ir planificando la difusión, interiorización y vivencia de los mensajes papales para el 2012, algunos de los cuales ya vienen circulando por las redes.
Por José Antonio Varela Vidal
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